jueves, 22 de enero de 2009

Eterno femenino


El afán por la estadística, característico de nuestra época industrial y que la diferencia de las precedentes, se ha despertado por suponer que –seguramente por su estrecho parentesco con las matemáticas- refuerza el aspecto científico, pero en este caso, como en otros, ha paralizado el progreso del conocimiento. Se desea obtener el promedio, no el tipo. No se ha comprendido que en un sistema de ciencia pura (no aplicada) sólo éste es el que interesa.

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Existen tantas imitaciones de la ética y tan engañosas copias de la moral, que la moralidad de las mujeres ha sido estimada por algunos como muy superior a la de los hombres.

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El delincuente masculino se halla desde su nacimiento en relación con la idea del valor como cualquier otro hombre en el que falten casi completamente los impulsos delictivos que dominan al primero. La mujer, por el contrario, afirma muchas veces tener plena razón después de haber cometido las más reprobables bajezas. Mientras el verdadero delincuente enmudece ante los reproches, una mujer se rebela indignada de que se pueda poner en duda su derecho a obrar en la forma que lo hizo. (...) Por la misma razón se siente descubierto cuando es capturado otro delincuente; la mujer, por el contrario, está convencida de la mala voluntad de sus acusadores, y si ella no quiere, nadie le podrá probar que ha procedido mal. En ocasiones, cuando conversa con alguien, se deshace en lágrimas, pide perdón, “reconoce su falta” y cree que siente sinceramente su error, pero tal sucede cuando ella así lo quiere, pues este llanto le produce cierto placer sensual. (...) No quiero decir que la mujer sea mala y antimoral, lo que yo afirmo es que ni siquiera puede ser mala, pues únicamente es amoral, vulgar.

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La compasión masculina es el "principum individuationis" que se sonroja de sí mismo; por ello, la compasión femenina es impertinente mientras que la masculina se oculta.

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La confusión de la vida anímica masculina con la femenina (en el más amplio y profundo sentido), para crear una psicología general, debe ser considerada como el factor que ha conducido a los más grandes errores.

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Muchos cargos, como la teneduría de libros, los servicios de correos, los telegráficos, los telefónicos, en los que se exige un trabajo siempre igual, son concedidos preferentemente a las mujeres, dado que están menos diferenciadas y por ello tienen menos necesidades que el hombre. El capitalismo, mucho antes que la ciencia, se dio cuenta de que las mujeres tienen un estándar de vida más bajo, por lo que pueden ser peor pagadas.

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La primera diferencia entre la madre y la prostituta se encuentra en su relación con la prole. La prostituta absoluta sólo piensa en el hombre; la madre absoluta sólo se preocupa de los hijos. La piedra de toque más segura se encuentra en las relaciones con la hija: sólo puede decirse que sea verdadera madre aquélla que no envidia a su hija ni por su juventud ni por su mayor belleza, que no sufre por la admiración que ésta produce entre los hombres, sino que, por el contrario, se identifica completamente con ella, y está tan gozosa de los admiradores que tenga como si se tratara de los propios.

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La estrecha relación de la madre con el mantenimiento de la especie aparece de modo aun más claro en la característica conducta que observa en lo que se refiere a la alimentación. Una madre no puede tolerar que se desperdicien ni los residuos más pequeños que todavía puedan ser aprovechables. Por el contrario, la prostituta, sin la menor justificación y por un simple capricho, se procura gran cantidad de alimentos y bebidas para después dejar que se estropeen inútilmente. La madre es ambiciosa y de miras estrechas, la prostituta es caprichosa y desprecia el ahorro. El mantenimiento de la especie es el objeto para el cual la madre vive; cuida celosamente de que sus protegidos se sacien, y nada le alegra tanto como el buen apetito que posean. De aquí su estrecha relación con el pan y con todo lo que signifique economía.

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La prostitución es, pues, algo que únicamente se presenta en los seres humanos. Los animales y las plantas son tan sólo completamente amorales, sin ninguna afinidad con lo antimoral, y, por tanto, conocen únicamente la maternidad. Aquí se encuentra escondida una de las incógnitas más profundas respecto a la esencia y al origen de la especie humana.


Weininger

1 comentario:

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Faltaría más. Gracias a ti.