viernes, 5 de enero de 2007

Malos tiempos para la ciencia


Creer que todo es casual y no tiene fines es fruto de la peor barbarie filosófica, aunque se revista de la gravedad de las ciencias experimentales. Es muy significativo que la mecánica cuántica y la teoría de la evolución, dos progresos científicos recientes, hayan desembocado en micro y macrovisiones del cosmos como puro azar y necesidad ciega. Los hallazgos en ambos campos no guardan ninguna relación, pero en los dos se ha infiltrado lo aleatorio "ex machina". ¿Qué subyace a todo ello? La idea del universo material como autarquía, la repugnancia hacia un orden superior platónico que encauce de modo invisible el discurrir de aquél. Es el cansancio de la ciencia ante sí misma, cansancio ante las formas y las razones eternas en un horizonte inalcanzable. La sabiduría se ha convertido en burocracia.

No arguya el ateo en favor suyo una mayor economía de hipótesis para la explicación de los procesos naturales, pues el dogma -casi por definición- sólo afecta a lo sobrenatural y en buena parte no examinable. La naturaleza, en cambio, es aquello sujeto a observación y experimento, cosa que notoriamente no permiten las eternidades, los falaces vacíos y las generaciones espontáneas.

1 comentario:

  1. Es verdad. Con el principio de incertidumbre se pasa de contrabando mucha ontología adulterada, confundiéndose el plano gnoseológico ("incertidumbre") con el plano ontológico.

    Por otra parte para que haya azar cuántico tiene que haber siempre energía, por lo tanto puede afirmarse que la energía es, de una forma u otra, la causa de los fenómenos cuánticos.

    El azar no es más que la medida de la ignorancia. De hecho, nadie a demostrado ontológicamente, por lo que sé, que el azar existe: se llama "azar" al hecho de no conocer por qué la energía produce ciertos fenómenos.

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Propter Sion non tacebis