La religión no ofrece pruebas empíricas, porque -lo sabe un idiota- la metafísica no está sujeta al método experimental. La religión, ante todo, ofrece verdad, entendida como unidad congruente. La diferencia de rango entre el científico y el filósofo radica en que a éste no le está dado contradecirse en el tiempo (el otro podrá hacerlo siempre y cuando adopte un método válido). A su vez, lo que distingue al filósofo del teólogo es que al último no se le permite contradecirse en el espacio, es decir, ser cismático.
¿Os parece casual que quienes no creen en la verdad absoluta, distinta a los hechos efectivos y a la mera noción de lo posible, tampoco crean en Dios? La verdad primera, aquella por la que las demás son algo más que nombres, aire bautizado.
Podemos afirmar, pues, que en cuanto a la aspiración a la verdad, no hay disciplina más alta que la teología.
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Propter Sion non tacebis