sábado, 14 de abril de 2007

El pecado original, en pocas palabras


Lo que te hace mejor que un delincuente y peor que tu perro.

El perro, el delincuente y tú tenéis un mismo o similar sustrato de animalidad. El superestrato de inteligencia, sin embargo, no logra necesariamente que tú seas mejor que el perro (más estúpido que tú) ni peor que el delincuente (tal vez más audaz que tú). Así, los hombres cometen en vida muchos más actos de que arrepentirse que un animal, cuyas reglas máximas son la supervivencia y la costumbre.

Una de dos, pues: o la inteligencia provoca el mal pensar y el mal obrar en el hombre, o es otra cosa. Si es la inteligencia, ser bueno es propio de idiotas, lo cual repugna al sentido común. Si es otra cosa, no puede ser la animalidad, dado lo dicho. Luego ¿qué nos queda?

Quien objete que la inteligencia es neutra, como el cuchillo, y que lo que verdaderamente nos hace buenos o malos es la sociabilidad (entendida como una perfecta empatía), responda: ¿La inteligencia depende de la sociabilidad o es al revés? Si lo primero, entonces la sociabilidad es preintelectual, ergo es animal. Si lo segundo, entonces la inteligencia es siempre sociable, ergo no puede dañar. Pero las dos conclusiones son falsas. Ello libra también a la inteligencia de la carga de hacernos mejores, proporcionándosela a la gracia.

Ahora bien, la gracia de Dios se somete al plan de Dios sobre nosotros, esto es, a nuestra capacidad para aceptarla. Y ésta obedece, al fin, a la inteligencia autorreflexiva de cada individuo, expresada en el grado de atención que preste sobre sí mismo. Sólo a través de Dios somos seres morales. Es como si Dios nos dijera: "Mantente despierto y yo te guiaré". Se confirma que el ateísmo es el opio del pueblo.

05 Carissimi_ Luci...

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Propter Sion non tacebis