Cada uno de nosotros, coetáneos, vive una cantidad idéntica de acontecimientos en el mismo tiempo. Somos mónadas reflejando el mismo universo bajo distintos puntos de vista. Si nos quedáramos en este nivel del análisis, no habría más diferencias entre los hombres que el grado de claridad de sus representaciones. Pero las hay. Mientras que unos lo confían todo a la acción, otros ceden por sistema a la pasión y los menos se entregan a la reflexión, que es una acción sobre ambas. Por estos rasgos se distingue al varón (activo) de la mujer (pasiva) y de la bestia (irreflexiva).
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Propter Sion non tacebis