¿Hay algo más heroico que despreciar la muerte? Despreciar la vida. No teme transformarse quien a pesar del goce de la existencia ansía morir. Pero quien, despojado de vanidades, no quiere vivir sólo desea permanecer.
Perdurar para transmutarse. Lo primero exige una transformación diaria, lo segundo una permanencia eterna; aquello depende de nosotros, esto de la consumación de la verdad. Así, mientras lo uno implica una praxis, lo otro es fundamentalmente una teoría.
El fanatismo: Poner en práctica la teoría obviando cualquier impedimento. Suplantar a Dios.
La virtud: Teorizar sobre nuestra praxis afrontando toda tentación. Suplantar al Hombre.
Como el fanático es incapaz de hallar (cree haber hallado), el virtuoso es capaz de errar (sabe que ha errado). El santo halla y no yerra: está muerto, por lo que vive.
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Propter Sion non tacebis