La hipótesis de Dios como verdad última, cierre del sentido, etc. guarda mayor congruencia con la lógica que con los datos empíricos, incapaces de trascenderse a sí mismos. Pero si partimos de la confianza en que ambos factores jamás se contradicen, los reparos para admitir al Ser Superior son más instrumentales (ideológicos) que filosóficos. Negar por "falta de pruebas" que Dios exista, siendo lógicamente más plausible que la hipótesis contraria, conlleva haber aceptado antes en el fuero interno que pueden darse acontecimientos no sujetos a la lógica (un mundo sin numen), o que hay una esfera de la consciencia humana que escapa al principio de razón suficiente (un numen sin mundo). A lo primero se acogen los agnósticos; a lo segundo los gnósticos; a lo uno y a lo otro los ateos.
Dios sólo puede ser sacrificado en el altar de una libertad mal entendida, ya que ni la razón ni los hechos hablan contra él.
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Propter Sion non tacebis