Te equivocas, Irichc. Los pueblos sí han divinizado a cerdos y gallinas.
Por ejemplo, los indígenas hawaianos rindieron culto al Dios-Cerdo Kamapua'a. En el Museo Egipcio de Berlín hay una estatua del período de Nagada I, que representa a una Diosa-Cerda celeste. El dios Min, de la antigua religión de los coptos, era hijo de una cerda blanca divina (no sólo porque fuese muy bonita, sino porque era una deidad). El dios Set de la religión egipcia aparece representado con forma de cerdo en la famosa Piedra de Palermo (en gran parte de la iconografía egipcia el dios Set aparece asociado al cerdo). También existen amuletos de la diosa Nut, del tercer período intermedio, que representan a la diosa como una cerda blanca amamantando a un lechón. Los Hakka de Taiwan también rendían culto a un Dios-Cerdo, y la fiesta de esta divinidad sigue siendo una de sus principales festividades.
Las gallinas fueron sacralizadas por los romanos. Emperadores y generales hacían uso de las gallinas sagradas para tomar decisiones importantes a través de la inspección de sus entrañas.
Lo que comentas es puramente residual. Siendo el cerdo un fetiche de la abundancia incluso para nuestra cultura (las huchas de los niños suelen tener su forma) y estando presente en la alimentación de casi la totalidad de los pueblos, su culto debería haber alcanzado cotas universales.
En referencia a los cerdos de Taiwan y a las gallinas de los romanos, confudes la divinización del animal con su mero uso como víctima para un holocausto.
Se me ocurre una explicación racional de por qué el cerdo vio casi siempre fracasar su prometedora candidatura a dios. De haberse consumado la apoteosis porcina, comer sabrosa carne de chancho a partir de entonces habría sido poco menos que un sacrilegio. Lo cual deja en mal lugar la hipótesis de la numinosidad instada por la relación de dependencia del hombre para con los animales.
No refutan nada. Dije "los pueblos", no "ningún pueblo". Estoy persuadido de que el hombre es capaz de divinizar cualquier cosa. Ahora bien, tomar la excepción (¡la excepción a la excepción!) por regla es la última escapatoria del sofista. Un caso tan flagrante como el del cerdo -o la gallina, recuerdo- no se subsana con media docena de ejemplos rayanos en lo anecdótico, y algunos de ellos fallidos. Por su gran papel en la supervivencia de muchísimas poblaciones humanas, el cerdo debería tener un estatus numinoso tan acreditado como el del sol o la luna. Si no es así ni por asomo, entonces el análisis en clave materialista es incompleto y ha de resolver esta dificultad para mantenerse como plausible.
Hay, sin embargo, más excepciones invalidantes a la tesis del animal divino. Ya se ha dicho en otra parte: las vacas sagradas de la India prueban que el "progresivo desplazamiento" de lo zoomorfo a lo antropomorfo no se da siempre.
También está el budismo, nueva excepción de la teoría de Bueno. El surgimiento del credo budista no significó el paso de una "religión secundaria" a una "religión terciaria". Más bien la transición se operó desde el politeísmo hasta una suerte de ateísmo místico que, no obstante, conservaba rasgos y prácticas idólatras en algunas de sus principales invocaciones (ver el "Libro tibetano de los muertos"). Esto es, se va directamente a lo "post-terciario" sin pasar por la aduana monoteísta.
En fin, a mí me basta con demostrar que la tesis que sostiene el contrario está agujereada. Que los agujeros que muestro sean circulares u ovalados, o que haya cincuenta en lugar de ciento, me importa poco. Mi papel en esta discusión es echar por tierra castillos de naipes ajenos. Nada me obliga a construir castillos propios con los cascotes.
Ponte en mi lugar, Fernando. Si yo defendiera en un libro titulado "Los inmaculados jesuitas" que no ha habido criminales jesuitas, y tú relacionaras en una larga lista a facinerosos pertenecientes a esa orden en algún siglo conflictivo que yo no tuve en cuenta, ¿de qué serviría que te exhibiera a uno o dos jesuitas probos de ese mismo siglo? ¿Te considerarías refutado?
Por idéntico motivo, cuando se frustra el carácter omnicomprensivo de una teoría, quien la sostiene ha de retirarla o justificar el porqué de su limitación. Un materialista no puede aspirar al dualismo ni dejar resquicios que se aparten de la inmanencia. Si la materia se comporta del mismo modo en casos análogos y nada extraño a dicho corsé analítico es tolerado, ante la anomalía no vale hacer la vista gorda y fingir que todo sigue igual.
Te equivocas, Irichc. Los pueblos sí han divinizado a cerdos y gallinas.
ResponderEliminarPor ejemplo, los indígenas hawaianos rindieron culto al Dios-Cerdo Kamapua'a. En el Museo Egipcio de Berlín hay una estatua del período de Nagada I, que representa a una Diosa-Cerda celeste. El dios Min, de la antigua religión de los coptos, era hijo de una cerda blanca divina (no sólo porque fuese muy bonita, sino porque era una deidad). El dios Set de la religión egipcia aparece representado con forma de cerdo en la famosa Piedra de Palermo (en gran parte de la iconografía egipcia el dios Set aparece asociado al cerdo). También existen amuletos de la diosa Nut, del tercer período intermedio, que representan a la diosa como una cerda blanca amamantando a un lechón. Los Hakka de Taiwan también rendían culto a un Dios-Cerdo, y la fiesta de esta divinidad sigue siendo una de sus principales festividades.
Las gallinas fueron sacralizadas por los romanos. Emperadores y generales hacían uso de las gallinas sagradas para tomar decisiones importantes a través de la inspección de sus entrañas.
Lo que comentas es puramente residual. Siendo el cerdo un fetiche de la abundancia incluso para nuestra cultura (las huchas de los niños suelen tener su forma) y estando presente en la alimentación de casi la totalidad de los pueblos, su culto debería haber alcanzado cotas universales.
ResponderEliminarEn referencia a los cerdos de Taiwan y a las gallinas de los romanos, confudes la divinización del animal con su mero uso como víctima para un holocausto.
Se me ocurre una explicación racional de por qué el cerdo vio casi siempre fracasar su prometedora candidatura a dios. De haberse consumado la apoteosis porcina, comer sabrosa carne de chancho a partir de entonces habría sido poco menos que un sacrilegio. Lo cual deja en mal lugar la hipótesis de la numinosidad instada por la relación de dependencia del hombre para con los animales.
ResponderEliminar¿Puramente residuales? Te refutan tu estupidez y aun así dale que te va...
ResponderEliminarNo refutan nada. Dije "los pueblos", no "ningún pueblo". Estoy persuadido de que el hombre es capaz de divinizar cualquier cosa. Ahora bien, tomar la excepción (¡la excepción a la excepción!) por regla es la última escapatoria del sofista. Un caso tan flagrante como el del cerdo -o la gallina, recuerdo- no se subsana con media docena de ejemplos rayanos en lo anecdótico, y algunos de ellos fallidos. Por su gran papel en la supervivencia de muchísimas poblaciones humanas, el cerdo debería tener un estatus numinoso tan acreditado como el del sol o la luna. Si no es así ni por asomo, entonces el análisis en clave materialista es incompleto y ha de resolver esta dificultad para mantenerse como plausible.
ResponderEliminarHay, sin embargo, más excepciones invalidantes a la tesis del animal divino. Ya se ha dicho en otra parte: las vacas sagradas de la India prueban que el "progresivo desplazamiento" de lo zoomorfo a lo antropomorfo no se da siempre.
También está el budismo, nueva excepción de la teoría de Bueno. El surgimiento del credo budista no significó el paso de una "religión secundaria" a una "religión terciaria". Más bien la transición se operó desde el politeísmo hasta una suerte de ateísmo místico que, no obstante, conservaba rasgos y prácticas idólatras en algunas de sus principales invocaciones (ver el "Libro tibetano de los muertos"). Esto es, se va directamente a lo "post-terciario" sin pasar por la aduana monoteísta.
En fin, a mí me basta con demostrar que la tesis que sostiene el contrario está agujereada. Que los agujeros que muestro sean circulares u ovalados, o que haya cincuenta en lugar de ciento, me importa poco. Mi papel en esta discusión es echar por tierra castillos de naipes ajenos. Nada me obliga a construir castillos propios con los cascotes.
Ponte en mi lugar, Fernando. Si yo defendiera en un libro titulado "Los inmaculados jesuitas" que no ha habido criminales jesuitas, y tú relacionaras en una larga lista a facinerosos pertenecientes a esa orden en algún siglo conflictivo que yo no tuve en cuenta, ¿de qué serviría que te exhibiera a uno o dos jesuitas probos de ese mismo siglo? ¿Te considerarías refutado?
ResponderEliminarPor idéntico motivo, cuando se frustra el carácter omnicomprensivo de una teoría, quien la sostiene ha de retirarla o justificar el porqué de su limitación. Un materialista no puede aspirar al dualismo ni dejar resquicios que se aparten de la inmanencia. Si la materia se comporta del mismo modo en casos análogos y nada extraño a dicho corsé analítico es tolerado, ante la anomalía no vale hacer la vista gorda y fingir que todo sigue igual.