La tesis fatalista predica que las acciones de un hombre son tan independientes de su albedrío como su grupo sanguíneo, tan inexorables como los latidos de su corazón -incluso más. Se da la paradoja, entonces, de que el mundo puede cambiarnos (porque somos en función de un tiempo y de un lugar), pero no podemos cambiarnos a nosotros mismos. ¡Como si no fuéramos mundo!
Establezco que obrar sobre sí y autodeterminarse son sinónimos. Padecerse a sí mismo no tiene ningún sentido, y hacerse a sí mismo tampoco: son ficciones del lenguaje. Obrar, pues, es actuar el sujeto sobre su cuerpo, al menos en la apariencia racional, que es la que nos importa a los efectos de este razonamiento. Ahora bien, si el sujeto y el cuerpo son idénticos, no hay autodeterminación, sino determinación de un cuerpo por otro.
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Por fijarlo en forma de esquema, estos son los casos que el sentido común acepta o descarta (1-4), frente al que rechaza sólo el materialista (5):
1) Padecerse a sí mismo: imposible (por la definición de "padecer", que remite a los fines ajenos).
2) Hacerse a sí mismo: imposible (por la función de todo "sí mismo" como sujeto previo a cualquier predicado que se le adjudique).
3) Padecer algo por otros: posible (el resto del mundo incidiendo en nuestro cuerpo).
4) Hacer algo a otros: posible (nuestro cuerpo incidiendo en el resto del mundo).
5) Hacernos algo a nosotros: imposible (nuestro cuerpo incidiendo en nuestro cuerpo; "tertium non datur", puesto que 1 y 2 son manifiestamente absurdos).
El "yo" sólo puede ser un conjunto o agregado cuando padece. Cuando actúa debe ser una unidad real y substancial, salvo que se pretenda o bien que 1 y 2 son posibles, o bien que existen alternativas a 1 y 2.
En suma, si el "yo" es sólo un cuerpo y el "yo" no actúa sobre sí mismo ni se padece a sí mismo, ni existe modo de cambiar un cuerpo más allá de la acción o la pasión que éste experimente, entonces el "yo" no puede cambiarse. Esto es, hay cuerpos (los comprendidos en la noción extensa del "yo") que no pueden cambiar a otros (estos mismos cuerpos), lo cual atenta contra el principio general de que la materia está codeterminada.
Luego, suponiendo que quepa continuar hablando de "cuerpos" en plural y no se reduzca el universo a un único cuerpo (lo que agravaría la paradoja), o renunciamos al principio de codeterminación, o renunciamos a la consecuencia del siervo albedrío.
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Propter Sion non tacebis