Me ha gustado la crítica al idealismo conductual, que comparto, pero no puedo decir otro tanto de la conclusión reduccionista a la que se llega. Como prueba de que ni el mismo autor cree en ella, he aquí sus propias palabras:
"Tal vez estaría bien comenzar enseñando que los celos no son sin más una herencia cultural, sino biológica. Tal vez así seamos capaces de que los jóvenes entiendan mejor las causas de la pasión que los consume que amenaza a quienes desean sexualmente".
¿No es éste el idealismo socrático que se pretendía combatir? Les enseñamos la virtud y "tal vez" cobren conciencia de la supuesta razón del mal, a fin de que la combatan con armas racionales. Lamentable. El mal no tiene una razón suficiente distinta a nuestra libre aceptación del mismo, pues si no fuese libre ni siquiera cabría llamarlo "mal". Pero la libertad de los seres sociables tampoco explica por qué toman decisiones en contra de su sociabilidad, aun a sabiendas de que van a perjudicarlos.
Los cristianos hemos solucionado este problema de forma consistente: apelando al misterio, que entre nosotros recibe el nombre de pecado original.
Lo que es un misterio es el libre albedrío: una realidad evidente pero que no puede ser reducida a conceptos. Después, todo lo que surge del libre albedrío tendrá es sello misterioso e inexplicable (el mal, el pecado).
ResponderEliminarSaludos dark_packer y al blogero.
ResponderEliminarAristóteles sabía muy bien lo que era educación o enseñanza y religión: a...como sostiene Aristóteles, que los iniciados no deben aprender otra cosa, sino experimentar una emoción y quedarse en un determinado estado, evidentemente después de haber sido capacitados para eso. b ...lo que pertenece a la enseñanza y lo que se refiere a la iniciación. Porque lo primero se hace presente al hombre a través del oído, pero lo segundo sólo cuando la mente experimenta una súbita iluminación. Eso lo llamó Aristóteles mistérico y semejante a las iniciaciones de Eleusis (porque en ellas el iniciado quedaba marcado con respecto a las visiones, pero no recibía una enseñanza). (Aristóteles, Sobre la filosofía fr. 15; y Aristóteles, Ëtica a Nicómaco 1111 a 8-10; ver pág. 114-115 de La sabiduría griega, Giorgio Colli, ed. Trotta).
No se puede enseñar el libre albedrío, no porque sea un enigam, sino porque la religión lo utiliza para "marcar" a "sus" creyentes.-