La religión cristiana tradujo el "conócete a ti mismo" de los clásicos por un elocuente y resoluto "sabe que eres basura". He aquí el Evangelio. Pero eso no era ninguna novedad y, por supuesto, tampoco era buena. Plauto constató que el hombre es un lobo para el hombre; Ovidio decía aprobar lo mejor y seguir lo peor; Séneca se lamentaba por ir tras el bien en una carrera cuya meta apenas podía atisbar. Cuando los mejores se acusan la humanidad está perdida, porque empieza a conocerse.
Sin embargo la falta de discernimiento jamás ha ayudado a nadie, entregando al ignorante a un azar del que es al tiempo espectador y víctima. Creerme bueno no me convierte en bueno, ni la aprobación de los demás palia mis faltas. Mi noción innata de lo noble no tiene por qué atinar más que cualquiera de mis instintos; lo que me enseñaron sobre el bien y el mal puede ser tan falso y de un provincianismo tan acusado como cualquier otra creencia.
El bien sólo logra identificarse en oposición al mal, y la libertad de la acción sólo frente a la esclavitud de las pasiones. Para ser malos no precisamos maestros; para ser buenos hemos de sabernos malos, ser esclavos para ser libres. Denigrarse es siempre el mejor autotestimonio y el único camino seguro.
Pero ningún malvado se puede humillar sin ser hipócrita, ni confiarse a ideales, ni a opiniones. La humanidad ha de ser humillada.
La humanidad ha de ser humillada y amada al mismo tiempo. Y la humillación no buscada por sí misma, sino como efecto secundario de la revelación sobre la verdad del hombre.
ResponderEliminarQue la humillación sea únicamente intelectual.
ResponderEliminarHabemos muchos que no nos gusta azotarnos con látigo alguno (literalmente)...