El cristianismo fue la vanguardia monoteísta que reformó el paganismo, despojándolo de su corrupta exterioridad poética y de su vinculación al poder político. No supuso una total desnaturalización del sustrato grecolatino, sino su purificación de toda suerte de supersticiones y su emancipación de la tiranía sacerdotal. Concebida la Iglesia como pueblo elegido, en vez de como casta de religiosos, destruye el poder omnímodo de éstos. El misterio impenetrable de los arúspices se objetiva en el texto inteligible, la revelación cerrada. En contrapartida, una tal liberación genera disensiones, proliferando como nunca hasta aquel momento los herejes, esto es, los que se apartan de la comunidad por su particular comprensión de lo revelado. Ahora bien, quienes contemplan la persecución de la herejía como una facultad despótica desconocida por aquel pueblo ignoran que sólo puede emerger lo herético donde existe la posibilidad de cuestionamiento de la tradición. Al carecer la Antigüedad clásica de ortodoxia, no había apenas límites a la fe y los supuestos de impiedad eran escasos y tasados. Pero tampoco se daba una auténtica elección en consciencia. Del mismo modo en que los esclavos no se someten a la ley, que rige para los hombres libres, sino que son dichos hombres quienes los someten a ellos según su voluntad, estaban a salvo los paganos de censura por su conducta religiosa, pero debían obediencia ciega a innúmeros maestros de la religión. Los cuales, a su vez, prescindían de la razón y daban rienda suelta a crueles arbitrariedades, al haberse divorciado el logos de los mitos y supercherías en que creía la plebe.
No hay, fuera de esto, fuera de la libertad, novedad esencial en el cristianismo ni término fundamental de esta creencia que los paganos no conocieran y aceptaran ya de un modo u otro.
1. La noción de Dios todopoderoso está en Homero. Zeus en la Ilíada sostiene la cadena áurea que atraviesa el universo:
Y si queréis, haced esta prueba, oh dioses, para que os convenzáis. Suspended del cielo áurea cadena, asíos todos, dioses y diosas, de la misma, y no os será posible arrastrar del cielo a la tierra a Zeus, árbitro supremo, por mucho que os fatiguéis. Mas si yo me resolviese a tirar de aquella, os levantaría con la tierra y el mar; ataría un cabo de la cadena en la cumbre del Olimpo y todo quedaría en el aire. Tan superior soy a los dioses y a los hombres.
2. Existen, además, conexiones entre el mito hesiódico de Perséfone y el relato de Adán y Eva: la caída en lo femenino, la subordinación de la fuerza a la materia, la maldición de la tierra y el advenimiento de la muerte. Lo que prueba que al menos aquél proviene de una tradición muy anterior.
3. Por otro lado, filósofos de todas las épocas, sin contarse entre los escépticos, rechazan el craso antropomorfismo teológico y se burlan de las creencias populares: Jenófanes, Heráclito, Parménides, Sócrates, Epicuro y Evémero.
4. La doctrina platónica, continuadora de la pitagórica, introduce la consideración ontológica de la verdad (como ser y no sólo como saber), la creación racional del mundo, la inmortalidad del alma, la superioridad de la virtud respecto al placer, la encarnación del espíritu (el descenso de las almas a los cuerpos en el Fedro) e incluso vestigios de la Trinidad y el pecado original. La relación entre Dios y sus criaturas es, como en el Génesis, de semejanza relativa, según leemos en el Timeo:
Digamos ahora por qué causa el Hacedor hizo el devenir y este universo. Es bueno y el bueno nunca anida ninguna mezquindad acerca de nada. Al carecer de ésta, quería que todo llegara a ser lo más semejante posible a él mismo.
5. La resurrección de los muertos figura en los mitos de Esculapio, Alceste y Orfeo, por lo que no es cierto que los griegos la tuvieran por imposible, como alguien ha querido deducir del discurso de Pablo en el Areópago.
6. El infierno aparece vivamente retratado en la Eneida de Virgilio, no sólo como un Hades sombrío, última morada del olvido y la disolución, sino como un lugar de males eternos:
En el mismo vestíbulo y en las primeras gargantas del Orco tienen sus guaridas el Dolor y los vengadores Afanes; allí moran también las pálidas Enfermedades, y la triste Vejez, y el Miedo, y el Hambre, mala consejera, y la horrible Pobreza, figuras espantosas de ver, y la Muerte, y su hermano el Sueño, y el Trabajo, los malos Goces del alma. Vense en el fondo del zaguán la mortífera Guerra, los férreos Tálamos de las Euménides y la insensata Discordia, ceñida de sangrientas ínfulas la serpentina cabellera.
7. El derecho romano contempla desde Augusto la figura del Pontifex Maximus, cuya potestad ordenatoria presupone una cierta unidad doctrinal, aunque vaga y sincrética.
8. La unión entre religión y ética, y por tanto las ideas de derecho natural, Providencia y salvación se imponen progresivamente por influencia del platonismo medio, el neoplatonismo y el estoicismo: Plutarco, Máximo de Tiro, Séneca, Filón de Alejandría, el Corpus Hermeticum, los Oráculos Caldeos, Plotino, etc.
9. Los mismos emperadores paganos adoptan cultos monoteístas: Marco Aurelio, Juliano. Se abandona al fin la literalidad de los mitos, ya meros envoltorios de una realidad más profunda y una moral más alta.
Por tanto, no vino Cristo a atosigar las almas con doctrinas bárbaras, mas las desembarazó de sus ataduras a los hombres y, desbrozándolas de sus errores, sujetólas a Dios solo (Mt. 11:30):
Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.
Cimentó la autoridad en el amor antes que en la obediencia (Mt. 10:35):
Porque he venido para enfrentar al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra.
Y rechazó la compulsión sobre los increyentes (Jn. 8:32):
Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.
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Propter Sion non tacebis