No puede haber un discurso científico sobre el mal.
Hablar del bien o el mal del hombre, esto es, del bien o el mal relativos a la especie humana o a cualquier otro concepto universal, que suponga una multiplicidad de seres, conlleva pronunciarse sobre los fines comunes a todos los elementos implicados. Pues, si no hay comunidad de fines, bien y mal no son sino palabras vacías más allá de las singularidades subjetivas que denotan, como quiere el psicologismo. Bajo estas coordenadas, nos está vetado el juicio sobre lo bueno y lo malo en términos colectivos, ya que de una relación de semejanza no se deduce una de identidad. Así será mientras no sepamos discernir los deberes -idénticos para quienes están sujetos a ellos- de las meras pulsiones.
Con más razón, por cierto, nos abstendremos de calificar la bondad o maldad del universo, siendo éste la mayor colectividad existente y el conjunto más amplio de todas las cosas conocidas. Por tanto, queda Dios absuelto de responsabilidad y se torna inmune a las extravagantes críticas que, emulando a los maniqueos, los ateos formulan cuando pretenden ocuparse del problema del mal.
Mas, si se quisiera sobrepasar los propios límites metodológicos y establecer una definición del bien como general happiness o el máximo bienestar del mayor número de individuos, al modo de Stuart Mill, sería fácil mostrar que jamás se dan ni este máximo ni esta mayoría, salvo tal vez en la imaginación de utilitaristas y socialistas. En efecto, la felicidad así entendida -a la que con más finura cabría llamar simplemente alegría, como hicieron algunos estoicos- no tiene un objeto fijo, al carecer de fin estable, y por tanto tampoco una medida. De suerte que, mientras que la felicidad strictu sensu se realiza e incrementa cuando alcanza su meta, la alegría, que es sucedáneo de aquélla para las bestias y los estúpidos, se extingue y revierte en su opuesto tras la náusea que experimentamos al saciarnos.
Por otro lado, tampoco procede hablar de una sola mayoría de bienaventurados a la que dirigir lo bueno, sea lo que sea esto. Hay, por el contrario, infinitas combinaciones concebibles en las que el mayor número de hombres esté satisfecho en detrimento de la menor parte de ellos. Sin embargo, sólo unas pocas resultan compatibles entre sí. Verbigracia, casi todos aprecian los honores recibidos, muy particularmente cuando se consideran dignos de los mismos. Sin embargo, también la mayoría suele ceder, si se sabe impune, a placeres poco honorables y peligrosos para su reputación. ¿Cuál es, pues, la mayoría universal de hombres felices a la que se refiere Mill: la primera o la segunda? Ambas son posibles y se excluyen mutuamente.
No cabe, entonces, que haya moral sin una idea de deber válida objetivamente considerada. Ésta no dependerá ni de nuestro placer ni, en ocasiones, de nuestra conveniencia o conservación; por tanto, tampoco de nuestro cerebro ni del azar genético. Lo bueno y lo malo se establecerán en función de los fines asignados a determinadas colectividades, puesto que, haciendo abstracción del mundo, es tan imposible cometer una inmoralidad contra uno mismo como robarse la cartera. Estos fines se valorarán a su vez en atención a fines supremos, estimados buenos por su propia virtud, a saber: ser benéfico, evitar la ingratitud, no perjudicar a nadie y dar a cada cual lo suyo.
si no hay comunidad de fines, bien y mal no son sino palabras vacías más allá de las singularidades subjetivas que denotan, como quiere el psicologismo
ResponderEliminarHombre, el psicologismo, "querer" no quiere nada, más que averiguar la verdad con los medios a nuestra disposición.
Por otro lado, pues estupendo, "bien y mal no son más que palabras vacías MÁS ALLÁ de las realidades psicológicas que denotan" (por llamarlas "subjetivas" no las haces menos reales ni relevantes). ¿Por qué no va a ser así? La "navaja" nos hace preferir prescindir de todo aquello que no sea necesario para explicar los fenómenos, y no es NECESARIO asumir que "bien y mal" se refieren a una realidad transcendente para explicar el fenómeno que consiste en el USO que la gente hace de esos términos.
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nos está vetado el juicio sobre lo bueno y lo malo en términos colectivos
En absoluto. "Bueno" y "malo" se refieren a realidades COLECTIVAS, pues son parte del aparato cognitivo que nos permite adaptarnos a la vida SOCIAL. Lo que no hay es una "entidad substancial" de "lo colectivo", aparte de la RED DE RELACIONES que ese aparato cognitivo permite crear.
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queda Dios absuelto de responsabilidad
Malamente puede tener responsabilidad un ser inexistente. Y si existiera, DADO que "bien" y "mal" designan SÓLO ciertos aspectos de la sensibilidad humana, sería TAN absurdo decir que dios es "bueno" o "malo" como decir cuál es el SABOR de dios, y sería TAN absurdo decir que dios juzga los hechos moralmente como decir que los saborea. Es decir, Dios, si existiera, sería INÚTIL E IRRELEVANTE para nuestro razonamiento moral (como los dioses de Epicuro, precisamente).
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Sigo...
si se quisiera sobrepasar los propios límites metodológicos y establecer una definición del bien como general happiness o el máximo bienestar del mayor número de individuos, al modo de Stuart Mill
ResponderEliminarHay quien quiere hacerlo así, y quien no quiere. En realidad, lo que tenemos EMPÍRICAMENTE son la colección de juicios/reacciones morales de cada individuo; una TEORÍA moral consiste en un intento de AXIOMATIZACIÓN de esos juicios, es decir, un intento de encontrar alguna fórmula que permita PREDECIR qué le va a parecer bien y qué le va a parecer mal a cierto individuo (no es necesario que para todos los individuos sea válida la misma axiomatización, porque obviamente no todos tienen los mismos juicios/reacciones morales). El utilitarismo es una TENTATIVA más de dicha axiomatización, y para algunas personas es la axiomatización que recoge de manera más sistemática y completa sus propios juicios morales; pero no para todo el mundo, por supuesto. Y, por otro lado, TODAS las axiomatizaciones son limitadas, básicamente porque los juicios/reacciones morales no están intrínsecamente limitados por una lógica racional (p.ej., el MISMO hecho, descrito de maneras distintas, produce juicios diferentes a muchas personas), ya que están motivados en gran medida por mecanismos neuronales que el sujeto no controla conscientemente.
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Yo, personalmente, no coincido con el utilitarismo, porque se basa en la tesis de que se puede reducir la noción de "bien" (o "deber") a la de "placer", y comencé diciendo precisamente que son DOS MECANISMOS COGNITIVOS DIFERENTES, irreducibles el uno al otro (como la vista y el oído). Pero, aunque FALSO, puede ser ÚTIL para ayudarnos a aclarar algunas situaciones en las que resulta complicado juzgar.
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sería fácil mostrar que jamás se dan ni este máximo ni esta mayoría
Efectivamente. El utilitarismo es simplemente un modelo simplificado que funciona mejor para algunas cosas, y peor para otras. A TODOS los conceptos morales les pasa eso, porque no tienen una definición lógicamente pura y coherente, sino que son intentos de reducir a fórmulas lo que es irreducible a fórmulas (la maraña de reacciones morales que produce el cerebro de cada cual). El otro día hiciste un acertado argumento similar con respecto al concepto de "soberanía". El concepto de "soberanía" es obviamente incoherente e inaplicable cuando se lo entiende en sentido literal; pero es ÚTIL para ciertos contextos.
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No cabe, entonces, que haya moral sin una idea de deber válida objetivamente considerada.
Fíjate que lo que demuestras (y en eso estoy de acuerdo) es que uno APLICA NECESARIAMENTE CATEGORÍAS MORALES ADEMÁS DE APLICAR LA CATEGORÍA DE "FELICIDAD". Es decir, es INEVITABLE para nosotros el entender las situaciones en términos morales, igual que es inevitable para nosotros el ver colores cuando abrimos los ojos. Pero eso no quiere decir que los conceptos morales MEDIANTE los que entendemos las cosas tengan una "validez objetiva", sino simplemente que NUESTRA BIOLOGÍA NOS LOS IMPONE. Un bicho con otros mecanismos cognitivos, vería otros colores EN LA MISMA SITUACIÓN (o no tendría por qué ver algo así como "colores"), aunque pudiera ser tan hábil como para distinguir las cosas, desplazarse entre ellas y utilizarlas; un bicho con otros mecanismos cognitivos, experimentaría sensaciones morales diferentes a las nuestras en la misma situación, O SENSACIONES RADICALMENTE DISTINTAS (tanto, que no merecería la pena llamarlas "morales"), aunque pudiera ser tan inteligente o más que nosotros.