Represéntome todos estos globos, estos tremendos cuerpos en movimiento; no se estorban unos a otros, no colisionan, no se desvían: si el más pequeño de ellos viniera a desmentirlo yendo al encuentro de la Tierra, ¿qué sería de la Tierra? Todos, por el contrario, están en su lugar, permanecen en el orden que les ha sido prescrito, siguen la ruta que se les ha marcado, de un modo tan pacífico a nuestros sentidos que nadie tiene un oído lo bastante fino para escucharlos avanzar, y que el vulgo no repara en que existen. ¡Oh economía maravillosa del azar! ¿Podría la propia inteligencia lograr algo mejor? Una sola cosa, Lucilio, me amohína: estos grandes cuerpos son tan precisos y constantes en su marcha, en sus revoluciones y en todas sus relaciones, que un pequeño animal relegado en una esquina de este espacio inmenso que llamamos el mundo, tras observarlos, se ha hecho con un método infalible para predecir en qué punto de su curso se encontrarán todos los astros en dos, en cuatro, en veinte mil años. He aquí mi escrúpulo, Lucilio; si es por azar que observan reglas tan invariables, ¿qué es el orden? ¿Qué es la regla?
La Bruyère
Evidentemente, quien así lo desea, puede llamar al orden y a la regla casualidad.
ResponderEliminarEntonces... Cómo puede ser el orden eterno. Dirán tan panchos que es casualidad pertinaz.
También pueden definir orden de manera que este nunca pueda darse y soslayar el problema que tienen delante. Lo que es tanto como tapar el sol con el dedo para probar su inexistencia. Son libre de hacerlo.
Saludos :)
Elorden es eso,el orden y no puede ser ninguna otra cosa diferente.Porque hay un orden preconcebido,puedo estra escribiendo este comentario.
ResponderEliminarFelíz Navidad, ya casi viejo amigo
CASUALIDAD, ESO QUE NOS INCITA A VIVIR.
ResponderEliminarLa «incertidumbre» forma parte del juego; pues es imposible precisar exactamente las circunstancias que concurren en un hecho cualquiera, del mismo modo que no se puede precisar «a la vez» la posición y la velocidad de una partícula. Cosa que ayudó a ir comprendiendo que el curso de la evolución de un sistema, desde un estado que consideremos bien definido, no tiene porqué ser único. De ahí que si la consideramos representada por una línea, la realidad estará dada por un haz de curvas bien apretadas en el momento presente, pero que se abren a medida que quiera avanzarse en el tiempo... dejando cada vez más borrosa la definición de porvenir.
Las cosas no suceden o dejan de suceder: son forzadas continuamente a suceder, son forzadas a un resultado. Por tanto, aunque ninguna fuerza conocida es capaz de contrarrestar la tendencia a la disipación de energía (a la decadencia), lo que generalmente se conoce como «caos» o «azar» puede ejercer (y de hecho ejerce) la influencia inversa: sólo hay que mirar a la naturaleza; por lo que la fuerza siempre será, a la larga, “disipativa” y el caos siempre será, a la larga, “concentrativo”.
¿Y qué es lo que hace al «caos» fructífero...? Todo proceso iterativo exhibe una «conducta». Observemos que es al combinar el azar con ciertas reglas, cuando se producen puntos atraídos por alguna forma objetiva... y reconocible. El azar es fértil... pero siempre que haya sido inducido por la «Ley»; por tanto, la «casualidad», la «coincidencia», es el residuo forzoso de haber sometido un campo a la misma..., a la que, sin duda, deberá seguir rindiendo tributo; pues no hay campo, ni puede haberlo, que no esté sujeto a alguna.
Cualquier situación dada, llegada al punto de no resistir más la situación conseguida, salta a una nueva, de mayor o menor grado, en función de los innumerables vectores que la rodean y condicionan. No es casualidad que una célula de un organismo salte de un estado a otro (un cáncer, por ejemplo); o que un tornillo de un trasbordador espacial se rompa en mitad del despegue. Otro tema es que nadie pueda predecir, todavía, ni una cosa ni otra.