La mitología no ha sido más que el vehículo empleado por la religión para impregnar a la humanidad de la idea del fundamento inmaterial del orden eterno de las cosas. No es, pues, la mitología la que debe ser confrontada con la razón, sino la razón consigo misma. ¿Es ésta un instrumento de nuestra inteligencia o puede hablarse, por el contrario, de una razón suprema o razón en sí? Y si la razón no es un fenómeno aparente, sino estable e igual a sí, ¿es concebible que lo racional mane de lo no racional, como mana lo líquido de lo gaseoso?
Cualquier creencia sobre la existencia de algo, excepto la creencia en Dios, es superflua a los efectos de determinar la naturaleza de la verdad y el origen o el propósito del universo. Es esta creencia la única que, forzando a quienes no la comparten a sostener su contraria, los obliga también a sostener una tesis positiva contraria en lugar de una tesis negativa que expresara la mera ausencia de convicción en la tesis formulada por el adversario. Es decir, la pregunta sobre la existencia de Dios -a diferencia de la pregunta sobre las hadas o los duendes- es una pregunta sobre los principios que no puede negarse sin más, ya que negándose se afirma otra ontológicamente opuesta, quiérase o no; ni puede, en fin, dejar de contestarse, salvo que se acepte la equiprobabilidad de todas las respuestas.
Dios no es una tesis mágica: es una tesis metafísica, como lo es la tesis inversa. La única opción radicalmente antimetafísica consiste en establecer que la pregunta por la existencia de Dios y el origen del universo o bien no tiene sentido, o bien puede resolverse de forma no especulativa con los datos a nuestro alcance.
Sólo hay una tesis contraria a "Hay Dios": "No hay Dios". Ésta puede desembocar en tres subtesis más: "El universo es necesario" (y por tanto eterno), "El universo es autogenerado" y "El universo ha surgido de la nada".
Así las cosas, el ateo suele preferir la primera subtesis a las restantes, ya que la segunda es ininteligible, y la tercera, además de ser antiintuitiva y anticientífica, parece abonar el terreno a la creación "ex nihilo" del teísmo -pese a ser muy distinta. Esta elección, insisto, es metafísica. La física a lo sumo suministrará los datos que integren la premisa menor del silogismo que arroje la conclusión "Hay Dios" o "No hay Dios". La premisa mayor o premisa de derecho ha de ser algo más que un estado de cosas o la descripción de una regularidad en el cosmos.
Un ejemplo de silogismo a través del cual probar la tesis atea sería:
Nada de cuanto existe tiene causa
El universo existe
Por tanto, el universo no tiene causa
Pero no es habitual encontrar a quien esté dispuesto a defender la premisa mayor, en tanto que se da de bruces contra cualquier pretensión de desentrañar la estructura racional de la realidad, reduciendo toda ley científica a juego de palabras. En su lugar, se opta por la salida más decorosa de renunciar al principio absoluto en uno u otro sentido para especularse que tal vez no haya principios absolutos. Sin embargo, ¡esto también es un principio! A saber:
Todo cuanto existe carece de principios absolutos
El universo existe
Por tanto, el universo carece de principios absolutos
De ahí no se sigue que Dios no exista, ni tampoco que exista. Sólo que está más allá de nuestra razón y no podemos pronunciarnos al respecto.
Tan ecuanime como siempre, un abrazo y que el adviento que hoy comienza de sentido a nuestras vidas
ResponderEliminar¡Gracias! Un abrazo.
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