domingo, 11 de noviembre de 2012

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Si los hombres se ordenan y reúnen en sociedad, es a la religión a quien se lo deben. El ateísmo los volvería salvajes y embrutecidos, como son todos los pueblos en los que no se ha reconocido ningún signo externo de religión. El sofisma continuo de los incrédulos es suponer que si no hubiera religión alguna en la tierra, los hombres no dejarían por ello de ser sociables, ordenados, instruidos, civilizados, como lo son ellos; y esta suposición es absurda. Si la religión fuera aniquilada de golpe, los pueblos sin duda conservarían durante cierto tiempo las ideas sociales, los principios de virtud, las leyes que la religión les ha dado. Pero nosotros sostenemos que todos sus móviles se debilitarían de día en día, y serían pronto destruidos por completo; que los hombres recaerían poco a poco en el estado de barbarie, de ignorancia y de estupidez de donde la religión los había sacado. Una vez que la causa deja de ser, el efecto no puede subsistir.

Bergier

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Propter Sion non tacebis