At si Christianae Religionis dogmata ad rationis trutinam revocemus, si cum recto naturae lumine perspicienda et examinanda suscipiamus; aut illis ubique conformia, aut ex ipsis promanare, aut etiam eadem esse cum primis illis certissimis axiomatis comperiemus. Et quidem nonne ea duo sanctissima jussa, in quibus universa Christiana Doctrina continetur, "diliges Deum tuum ex toto corde tuo, ex tota anima tua, ex totis viribus tuis, et proximum sicut teipsum": nonne Decalogi precepta, seu decem illae Christianae Reipublicae leges: nonne denique ea omnia quae in Christi Evangelio praescribuntur, ac proponuntur, si examine vel rigidissimo discutiantur, consona, clara, manifesta, optima, justissima, praestantissima, Deoque authore dignissima adpareant? Num ibi aliquid vel turpe, vel inane, vel incertum, vel aliquo modo vitiosum deprehenderis? Omnia meliora ac sanctiora praecepta, quae aut obscura, aut erroribus commixta et implicata in libris Philosophorum dispersa sunt; cunctis sublatis erroribus clare ac dilucide et uno integroque systemate comprehensa, omnium ibi oculis subjiciuntur. Non ibi de nugis nugarum mundu hujus, non de syderum numero, aut magnitudine et cursu; non de materiae partitione; non de stillicidiis; non utrum Ancillae partus sit in fructu habendus, disputatur. Non de lineis, aut angulis mensurandis agitur. Major animus est, vita brevior, tempus pretiosus; quam ut in tantillis illud misere conteramus; Sed de vita immortali, de toto hominis bono mandata praescribuntur. Haec sola Respublica eas proponit leges quae tum ad futurae vitae beatitudinem, tum etiam ad Civitatum et regnorum felicitatem ordinantur.
Soli Christiani ii sunt qui religionis suae veritatem tanto magis agnoscunt et confitentur, quanto magis docti et sapientes evadunt. In hac sola Religione infiniti pene libri ad ipsam propugnandam, omni tempore et loco conscripti sunt. At econtra omnes Gentium Philosophi propriam religionem deridebant. Mahumetus ut suae Religionis falsitatem occultaret, litteris suos interdixit. Ex Hebraeis ii qui veritati inquirendae sese vere tradiderunt, ut plurimum, eorum lege derelicta, Christi fidem amplectuntur. Vel igitur fatendum est falsam hominibus tributam esse rationem, ut etiam in iis quae certissima videantur semper errent; vel Christianam Religionem a Deo recto rationis lumine comprobari.
Pero si ponderamos los dogmas de la religión cristiana en la balanza de la razón, si la recibimos una vez hemos podido contemplarla y examinarla con las rectas luces naturales, descubriremos que es conforme a ellas en todo, que emana de ellas mismas y de ellas deriva sus primeros y más ciertos axiomas. Y, en efecto, ¿no está contenida la doctrina cristiana toda en esos dos santísimos mandamientos, "amarás a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas, y al prójimo como a ti mismo"? ¿No son los preceptos del Decálogo leyes para la República cristiana? ¿No resultan, en fin, todos los que se ordenan o proponen en el Evangelio de Cristo, si se los juzga con sumo rigor, consistentes, claros, diáfanos, óptimos, justísimos, notabilísimos, y dignos de tener a Dios por autor? ¿Puede encontrarse en ellos algo que sea o vergonzoso, o insignificante, o falso, o erróneo de algún modo? Todos sus preceptos son los mejores y los más santos, los cuales, permaneciendo dispersos, ocultos y adulterados por los errores en los escritos de los filósofos, han sido depurados de toda falta de manera clara y lúcida, comprendidos en un sistema único e íntegro expuesto a los ojos de todos. No se hallan en él las vanas futesas de este mundo, no se disputa sobre el número de estrellas, o sobre su tamaño y curso; no sobre la división de la materia; no sobre las gotas de agua; no sobre si la descendencia del esclavo debe ser considerada ganancia del dueño; no se ocupa de medir las líneas o los ángulos. Más grande es el alma, más breve es la vida, precioso el tiempo como para que lo consumamos en estas pequeñeces. Por el contrario, prescribe sus mandamientos sobre la vida inmortal, sobre la totalidad del bien de los hombres. Sólo esta República les propone leyes que se ordenan a la beatitud de la vida futura, así como a la felicidad de la ciudad y el reino.
Sólo son los cristianos quienes cuanto más doctos y sabios llegan a ser, tanto más conocen y confiesan la verdad de su religión. En esta sola religión se han escrito en todo tiempo y lugar casi infinitos libros para defenderla. Mas, por el contrario, todos los filósofos gentiles se mofaron de su propia religión. Mahoma, para ocultar la falsedad de la suya, prohibió escribir sobre ella. Y respecto a la de los judíos, ellos mismos traicionaron la búsqueda de la verdad, por lo que muchos de este pueblo, abandonada su ley, abrazaron la fe de Cristo. Luego, o bien debe suponerse que se ha concedido a los hombres una razón falsa, pues incluso en lo que más cierto parece yerran siempre; o bien la religión cristiana puede ser confirmada por Dios a la luz de la recta razón.
Francisco Gazzerro
El decálogo es una idiotez:
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