Del panteísmo a la creencia en una divinidad de tipo personal hay un paso. Pues, si uno cree en una Inteligencia suprema capaz de penetrar el cosmos y cifrar su orden, cree por ello mismo en un Ser de un poder casi ilimitado al que resultaría vano concebir como desprovisto de sentido moral. La disociación entre inteligencia y moral, como si fueran facultades distintas y hasta opuestas, no tiene el menor sustento filosófico. Por el contrario, la moral es uno de los grados superiores de la inteligencia, de modo que un ser sumamente inteligente será, por esta razón, sumamente moral. Negar al Dios omnicomprensivo la capacidad de comprender lo honesto es como representarse a un cantor inconcebiblemente hábil y versátil pero sin talento para entonar las notas más altas: una contradicción en los términos.
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Propter Sion non tacebis