CRITÓN.- Si una debida reflexión sobre estas cosas no fuese suficiente para engendrar respeto a la fe cristiana en las mentes de los hombres, lo atribuiría más bien a otra causa que a una sabia y prudente incredulidad, cuando veo la facilidad con que los incrédulos creen en otros asuntos comunes de la vida, en los que no existe prejuicio o deseo que altere o perturbe su juicio natural; cuando veo a esos mismos hombres, que en la religión no dan un paso sin una evidencia y que exigen una demostración de cada punto, confiar su salud a un médico o su vida a un marinero, con una fe implícita, no puedo creer que merezcan el honor de ser considerados incrédulos más que otros hombres, o que estén más acostumbrados a conocer, y por esta razón menos inclinados a creer. Al contrario, uno se siente tentado a sospechar que la ignorancia tenga una mayor parte que la ciencia en nuestra moderna incredulidad, y que proceda más bien de una mente en el error o de una voluntad irregular, que de una profunda investigación.
LISICLES.- No creemos, es preciso reconocerlo, que sean necesarios conocimientos o profundas investigaciones para juzgar correctamente las cosas. A veces pienso que la ciencia puede producir y justificar caprichos, y sinceramente creo que estaríamos mejor sin ella. Nuestra secta está dividida sobre este punto, pero la mayoría piensa como yo. He oído más de una vez a hombres muy observadores notar que la ciencia fue el verdadero medio humano para conservar la religión en el mundo, y que, si estuviera en nuestro poder preferir a los estúpidos en la iglesia, pronto estaría todo bien.
CRITÓN.- Los hombres deben estar absurdamente enamorados de sus opiniones para preferir arrancarse los ojos a desprenderse de ellas. Pero frecuentemente han observado también hombres inteligentes que no hay mayores fanáticos que los incrédulos.
LISICLES.- ¡Cómo! ¡Fanático un librepensador! ¡Imposible!
CRITÓN.- No es tan imposible, sin embargo, que un incrédulo sea un fanático de su incredulidad. Considero fanático a cualquier hombre altanero y dogmático sin saber por qué, que concede la máxima importancia a las cosas más intrascendentes, precipitado en sus juicios sobre la conciencia, los pensamientos y las intenciones de los otros hombres, que no tolera los razonamientos contrarios a sus opiniones, optando por éstas por impulso más que por reflexión, enemigo de la ciencia y seguidor de autoridades insignificantes. Cómo convenga esta descripción a nuestros modernos incrédulos, dejo que lo examinen los que realmente reflexionan y piensan por sí mismos.
LISICLES.- Nosotros no somos fanáticos; somos hombres que descubren dificultades en la religión, que atan cabos y suscitan dudas que perturban el descanso e interrumpen los sueños dorados de los fanáticos, los cuales lógicamente no pueden soportarlo.
CRITÓN.- Los que buscan dificultades, seguramente las encontrarán o las inventarán sobre cualquier tema; pero el que, apoyado en la razón, quiera erigirse en juez para emitir un juicio acertado sobre un tema de esta naturaleza, no tendrá en cuenta solamente las partes dudosas y difíciles, sino que, con una visión comprensiva del todo, examinará todas sus partes y relaciones, rastreará sus orígenes y examinará sus principios, sus efectos y su tendencia, sus pruebas internas y externas. Distinguirá entre puntos claros y oscuros, ciertos e inciertos, esenciales y accidentales, entre lo que es genuino y lo que es extraño. Examinará las diferentes clases de pruebas que son propias de cada cosa: dónde se debe exigir la evidencia, dónde puede bastar la probabilidad y dónde es razonable suponer que existan dudas y escrúpulos. Dispondrá sus esfuerzos y su precisión en proporción a la importancia de la investigación, y vigilará la disposición de su mente a definir todas aquellas nociones, prejuicios sin fundamento, de los que estaba imbuido antes de conocer su razón. Hará callar sus pasiones y escuchará la verdad. Se esforzará por desatar nudos tanto como por atarlos y se detendrá más en las partes luminosas de las cosas que en las oscuras. Equilibrará la fuerza de su entendimiento con la dificultad del tema y, para asegurar la imparcialidad de su juicio, atenderá los testimonios de todas las partes y, cuando deba ser guiado por la autoridad, preferirá seguir la de los hombres más honestos y más sabios. Y es mi sincera opinión que la religión cristiana puede muy bien superar la prueba de una investigación semejante.
LISICLES.- Pero tal investigación exigiría demasiados esfuerzos y excesivo tiempo. Nosotros hemos pensado en otro método: someter la religión a la prueba del ingenio y del humor. Este procedimiento lo consideramos más breve, más fácil y más eficaz. Y, como todos los enemigos gozan de la libertad de escoger sus armas, nosotros escogemos aquellas en las que somos más expertos y estamos muy contentos con nuestra elección, habiendo observado que nada odia más un teólogo serio que una broma.
EUFRÁNOR.- Estudiar un tema en su totalidad, investigar y examinar todos sus aspectos, objetar con claridad y contestar certeramente, con el apoyo de pruebas y argumentos estrictos, sería una empresa muy tediosa e incómoda. Además, sería atacar a los pedantes con sus propias armas. ¡Cuánto más delicado e ingenioso es hacer una insinuación, ocultarse tras un enigma, dejar caer un "double entendre", mantener el poder de recuperarse, de escabullirse y dejar al adversario dando golpes al aire!
Berkeley
El miedo a la muerte, a perderlo todo, justifica la existencia de un ser superior a quien afianzarse, como cómplice de nuestro miedo. Pero somos tan vulnerables que todo se nos puede perdonar, incluso la pedantería de imaginar un dios a nuestra imagen y semejanza, en vez de aceptar que venimos de la nada y en la nada expiamos, que el milagro de la vida es el bien que debemos respetar y hacer el bien, para que el dios universal que habita en nosotros conceda a las futura generaciones el don de seguirse reproduciendo.
ResponderEliminarUn saludo