sábado, 26 de julio de 2014

Mortalis homo





Porque nos rodea siempre en todo lugar y puede entrar en la ciudadela por mil caminos, la muerte, dice Séneca, es compañera inseparable de la vida y no debe temerse. No es un accidente en nuestro existir, pues forma parte de su sustancia; más que su contrario es su reverso.

Séneca lo plantea en términos puramente naturales: puede matarnos el César, pero también un resfriado, la picadura de un insecto o una piedra en el riñón. No debemos temer ninguno de los males capaces de acabar con nosotros, porque forzosamente sucumbiremos a alguno, y no ha de temerse más que lo evitable.

Se prueba además que la muerte no es un mal por las siguientes razones:

Sólo existen los males morales. La muerte afecta por igual a buenos y malos, y los buenos, mientras lo sean, no pueden padecer algo indigno por lo que desmerezcan de su nombre. Pero padecen la muerte. Luego la muerte no es, por sí misma, indigna o moralmente mala. Ergo no es mala en absoluto.

La muerte tampoco es un mal por ser un castigo, ya que con él se busca el ejemplo o la enmienda.  Con más razón si es un castigo justo y divino.
  
Por último, no es un mal por privarnos de la existencia terrena, incluso obviando que pueda haber otra. El bueno no deja de serlo por morir, y el malo al menos ya no puede seguir siéndolo.

Así, no debe temerse la muerte, sino la injusticia. 


 

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Propter Sion non tacebis