domingo, 1 de marzo de 2015

Mónadas temporales




En la pugna entre el teísmo y el naturalismo metafísico se dan sólo cuatro escenarios posibles:


1º.  Un universo incausado y necesario: No existe por otro ni puede cesar de existir (universo absoluto y eterno).

2º. Un universo causado y necesario: Existe por otro pero no puede cesar de existir (serie infinita de universos).

3º. Un universo incausado y contingente: No existe por otro pero puede cesar de existir (universo surgido de la nada).

4º. Un universo causado y contingente: Existe por otro y puede cesar de existir (universo creado).


Las tres primeras opciones caracterizan al ateísmo o naturalismo, mientras que la última es propia del teísmo. ¿Son, sin embargo, igualmente racionales? De ninguna manera.

- Parece que la tercera posibilidad es la más endeble, ya que la nada no puede crear nada en absoluto. El acto de crear, como cualquier acto de producción, presupone que el creador y la criatura existen simultáneamente al menos en algún momento. No obstante, por su misma noción, la nada no puede existir simultáneamente con el universo en ningún momento. Por tanto, un universo surgido de la nada es imposible (ver Teorema 9).

- En relación a la segunda posibilidad, remite a la primera, ya que la serie infinita de universos a la que se alude sería ella misma incausada y necesaria.

- Respecto a la primera posibilidad, respondo que las partes temporales del universo son mutuamente incomposibles. Así, considerando que lo que es incomposible con lo que es necesario es imposible (por el Axioma 3), debemos concluir que las partes temporales del universo no son necesarias, puesto que ninguna de ellas es imposible.

Una previsible réplica a este argumento es que, mientras que las partes temporales del universo pueden ser contingentes, con todo, el universo mismo debe considerarse necesario. Mas creo que esta asunción puede ser refutada negando que el universo, entendido como la fusión de sus partes temporales, sea un ser real.

Partamos de un axioma que está más allá de toda discusión: "Nada es incomposible consigo mismo". Conviene detenerse en este principio. "Nada es incomposible consigo mismo" equivale a "ningún ser puede no existir consigo mismo"; o en positivo: "todo ser debe existir consigo mismo", lo que viene a ser el correlato existencial del principio de identidad. Por "existir" se entiende "ser un mismo ser en un mismo tiempo y en un mismo lugar". Con lo que el axioma en su enunciación completa sería como sigue: "Todo ser real debe ser un mismo ser en un mismo tiempo y en un mismo lugar".

Así, todo ser existente existe en un mismo tiempo (es imposible que A exista y no exista en T1), lo cual no implica que todo ser existente exista en un solo tiempo (dado que es posible que A exista en T1 y en T2, si A es idéntico en T1 y en T2). Análogamente, todo ser existente existe en un mismo lugar al mismo tiempo (es imposible que A exista y no exista en L1 al mismo tiempo), lo cual no implica que todo ser existente exista en un solo lugar al mismo tiempo (dado que es necesario que A exista en L1 y en Ln al mismo tiempo, si A es un cuerpo extenso).

Debe admitirse que las partes temporales del universo son mutuamente incomposibles, toda vez que se suceden unas a otras y jamás se dan de forma simultánea. De este hecho indisputado y del referido axioma según el cual nada es incomposible consigo mismo se sigue necesariamente que las partes temporales del universo no pueden pertenecer a un mismo ser a resultas de una fusión. El universo en T1 ya no volverá a repetirse de forma idéntica en los Tn sucesivos, es decir, no será un mismo ser en un mismo tiempo y en un mismo lugar, sino que su estructura y la relación entre sus partes habrán variado, siendo esta variación la que nos permite distinguir a los diferentes momentos entre sí. Igualmente, el universo como adición de todos sus momentos tampoco será el mismo ser "ex definitione", sino el ser que realmente es en cada uno de sus momentos, donde sólo puede ser en parte.

Por tanto, cada momento encierra un universo en su mónada temporal. Sólo verbalmente, refiriéndonos a la suma de todos los momentos posibles como "el universo" podemos alcanzar una apariencia imaginaria de ser unitario transtemporal, que como hemos visto no debe considerarse un ser real, al no cumplir con el señalado axioma. Esta "fusión" a la que aspira el naturalista no es más que un producto de la fantasía carente de toda sustancia lógica. Es así que todos los momentos del universo pueden estar relacionados o yuxtapuestos, pero en modo alguno constituirán partes de un universo real; serán partes de un universo imaginario.

Dicho esto, ¿cómo puede ser verdadera la pretensión de que el universo existe necesariamente? El universo en sí mismo no es un ser real; sólo sus partes temporales lo son, mientras que el universo como un todo -es decir, como el agregado de dichas partes- no es nada más que un fantasma. Por consiguiente, el universo en sí mismo no puede ser algo distinto de sus partes temporales, las cuales hemos concedido ser contingentes (un universo sin partes temporales sería un no-ser, o una singularidad incapaz de desarrollo). Ergo el universo no puede ser necesario.

De esta manera, por descarte, debemos afirmar que la cuarta posibilidad es la verdadera, esto es, que el universo fue creado por un no-universo distinto de la nada. En base al Axioma 8, parece que este creador es el ser al que llamamos Dios.

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