Tomo la siguiente demostración de Régis (L'usage de la raison et de la foi, cap. XVI), a quien debe atribuírsele su autoría excepto en algún breve pasaje aclaratorio y, particularmente, en lo que concierne al "Véase" y al Corolario a la demostración de la Proposición 1, que constituyen mis propias ampliaciones de su argumento.
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Premisa 1:
No conocemos las privaciones por ellas mismas, sino por las realidades que se les oponen.
No conocemos las privaciones por ellas mismas, sino por las realidades que se les oponen.
Así, conocemos la asimetría por la simetría, la inarmonía por la armonía, la irracionalidad por la racionalidad, el vicio por la virtud, la muerte por la vida, etc.
Premisa 2:
Toda idea tiene una causa ejemplar.
Toda idea tiene una causa ejemplar.
Por causa ejemplar se entiende el principio y condición de posibilidad de dicha idea, o la comprensión formal de todas sus partes. De esta manera, la causa ejemplar del triángulo radica en las ideas de ángulo y de tres; éstas, a su vez, en las ideas de línea y de pluralidad; éstas, finalmente, en las de punto y unidad. Asimismo, la causa ejemplar de la idea de caballo es cualquier caballo.
Proposición 1:
Todo lo que conocemos es imperfecto, exceptuando la idea de perfección.
Todo lo que conocemos es imperfecto, exceptuando la idea de perfección.
Demostración:
Los modos son dependientes de las sustancias, y por tanto imperfectos.
Los modos son dependientes de las sustancias, y por tanto imperfectos.
Las sustancias siempre son capaces de recibir nuevos modos, y por tanto también son imperfectas.
Los cuerpos -ya nos los representemos como sustancias o como modos- son asimismo imperfectos, toda vez que son esencialmente divisibles y móviles, y sólo pueden ser divididos y movidos por una causa externa.
Véase:
Es autocontradictorio que un cuerpo sea divisor y dividido al mismo tiempo. El cuerpo que recibe la acción de dividir no puede ser idéntico al que la ejecuta, puesto que, mientras que la acción de dividir es única, dos cuerpos divididos no pueden realizar una sola y misma acción, habida cuenta que si así fuera serían en realidad el mismo cuerpo.
Semejantemente, es autocontradictorio que un cuerpo se se mueva a sí mismo, ya que para pasar del reposo al movimiento debería o bien poseer ambos estados simultáneamente (lo que es absurdo), o bien no sería el mismo cuerpo (lo que va contra la premisa).
Corolario:
De lo anterior se desprende la inanidad de una sustancia corporal infinita y perfecta como la concebida por Spinoza. Si la materia tuviera la causa de su ser en sí misma y fuera por ello sustancia, sería divisora y dividida, motora y móvil, por lo que tendría y no tendría en sí misma la causa de su existencia; es decir, sería y no sería sustancia.
Luego la materia o es finita, indivisible y semoviente como los átomos de Demócrito o no es sustancia. Ahora bien, la solución democritea, aunque respete la noción de sustancia, destruye la de naturaleza, multiplicándola innecesariamente al infinito y reduciendo su orden a un azar caótico.
Proposición 2:
La causa ejemplar de la idea de perfección es Dios, el Ser perfecto.
La causa ejemplar de la idea de perfección es Dios, el Ser perfecto.
Demostración:
La idea que tenemos del Ser perfecto debe tener una causa ejemplar, y esta causa ejemplar debe contener formalmente todas las perfecciones que la idea de Ser perfecto representa. Sin embargo, no podemos concebir que esta causa sea otra cosa que el cuerpo o el espíritu, o el mismo Ser perfecto. Dado que ni el cuerpo ni el espíritu contienen todas las perfecciones que la idea de Ser perfecto representa, ha de concluirse que el mismo Ser perfecto es la causa ejemplar de esta idea. Y, atendiendo a que el Ser perfecto no puede ser esta causa sin existir, se sigue que el Ser perfecto existe.
La idea que tenemos del Ser perfecto debe tener una causa ejemplar, y esta causa ejemplar debe contener formalmente todas las perfecciones que la idea de Ser perfecto representa. Sin embargo, no podemos concebir que esta causa sea otra cosa que el cuerpo o el espíritu, o el mismo Ser perfecto. Dado que ni el cuerpo ni el espíritu contienen todas las perfecciones que la idea de Ser perfecto representa, ha de concluirse que el mismo Ser perfecto es la causa ejemplar de esta idea. Y, atendiendo a que el Ser perfecto no puede ser esta causa sin existir, se sigue que el Ser perfecto existe.
Apéndice:
La causa ejemplar establece la relación entre la idea y lo representado por ella. En la idea de sol la causa ejemplar es el sol mismo; en la idea de triángulo lo es el conjunto de sus nociones elementales. Pues bien, no parece que haya escapatoria a la conclusión precedente. Si suponemos que lo imperfecto existe, debemos partir necesariamente de la idea de lo perfecto; y si ésta no es una quimera habrá que dotarla de una causa ejemplar positiva, al ser positiva y no meramente nominal la realidad que representa. Si, por otro lado, postulamos que lo imperfecto no existe, fuerza será admitir que todo lo que existe es perfecto, lo cual es evidentemente falso y queda refutado en la demostración de la Proposición 1.
La causa ejemplar establece la relación entre la idea y lo representado por ella. En la idea de sol la causa ejemplar es el sol mismo; en la idea de triángulo lo es el conjunto de sus nociones elementales. Pues bien, no parece que haya escapatoria a la conclusión precedente. Si suponemos que lo imperfecto existe, debemos partir necesariamente de la idea de lo perfecto; y si ésta no es una quimera habrá que dotarla de una causa ejemplar positiva, al ser positiva y no meramente nominal la realidad que representa. Si, por otro lado, postulamos que lo imperfecto no existe, fuerza será admitir que todo lo que existe es perfecto, lo cual es evidentemente falso y queda refutado en la demostración de la Proposición 1.
De objetarse que no toda idea clara tiene causa ejemplar, porque en este caso también la tendría la idea de caballo alado, Régis responde que la causa ejemplar material de esta noción es el caballo y las alas, siendo la causa formal la unión arbitraria que nuestro espíritu hace de ambos elementos. Pero no hay unión arbitraria, sino natural, entre el Ser y la perfección que se le atribuye. Pues si nuestro espíritu pudiese separar el Ser de su perfección, como separa al caballo de las alas, obtendríamos un ser imperfecto y perfecto: imperfecto por suposición y perfecto porque todo ser imperfecto supone un ser perfecto del que depende y por el cual es producido.
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Propter Sion non tacebis