I.
La nada, entendida como ausencia de materia o energía, es o necesaria o contingente o imposible.
La nada no es necesaria puesto que no tiene el ser en sí misma, sino que halla su causa en la finitud del mundo. La finitud temporal, esto es, el no llegar a ser o el dejar de ser del mundo, causa que la nada sea antes y después del mundo. A su vez, la finitud espacial causa que la nada sea más allá del mundo. Por tanto, si el mundo es finito en lo temporal o en lo espacial, la nada no sólo será posible, sino que será efectiva.
Ahora bien, la finitud espacial del mundo debe afirmarse, como demostraremos.
Las partículas de materia en cualquier espacio finito mantienen un número finito de interacciones entre ellas. Ello implica que, si el universo es infinito, estas interacciones se repetirán en modelos idénticos a medida que avancemos en el espacio, por lo que existirán simultáneamente infinitos hombres idénticos, infinitas Tierras e infinitas galaxias idénticas dentro del mismo universo. Otro tanto sucederá si, partiendo de un alfabeto finito, no permitimos libros de más de cien páginas: llegados a cierto punto, los libros empezarán a repetirse y será imposible generar obras literarias nuevas, como ya notó Leibniz.
La repetición infinita de lo idéntico es una consecuencia inevitable de la postulación de un mundo infinito. Sin embargo, debe rechazarse en virtud del principio de la identidad de los indiscernibles. En efecto, dos o más entes que sólo puedan distinguirse entre sí por su ubicación son en realidad el mismo ente, toda vez que el espacio vacío nada añade a la materia y carece de virtualidad diferenciadora. Luego, de la imposibilidad metafísica de lo idéntico se sigue la imposibilidad lógica de un universo de extensión infinita y la efectividad de la nada allende los límites del universo.
II.
Lo opuesto de un ente contingente no es necesario (si A es contingente, no A no es necesario; o lo que es lo mismo, no A es contingente).
Cualquier mundo es lo opuesto a la nada.
La nada es contingente, como se ha probado en el punto anterior.
Por tanto, cualquier mundo no es necesario; o lo que es lo mismo, cualquier mundo es contingente.
III.
Lo opuesto de un ente imposible es necesario (si A es imposible, no A es necesario).
Un mundo necesario es lo opuesto a un dios creador.
Un mundo necesario es imposible, como se ha probado en el punto anterior.
Por tanto, un dios creador es necesario.
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Propter Sion non tacebis