Lulio llama al número tres segunda unidad, puesto que es la unidad entre la primera unidad y lo unido por la primera unidad.
Si no hubiera más de una unidad, la unidad no uniría máximamente, ya que carecería de unido y de unir. Por tanto, no sería una unidad infinita, sino una unidad pasiva, limitada por su no actuar siempre y por su no ser máximamente. Por tanto, no sería Dios. Esto lo alega Lulio respecto el monoteísmo imperfecto del islam.
Si hubiera más de dos unidades (i.e. una cuaternidad, etc.), ninguna unidad uniría máximamente, ya que se limitarían entre ellas. Por tanto, no serían unidades infinitas. Por tanto, no serían Dios. Esto es afirmado contra el politeísmo.
Finalmente, Lulio sostiene que si los términos de la unidad trina no fueran máximamente iguales entre sí, el efecto del unificar no sería máximo, y por tanto no sería propio de Dios.
Dios no puede unirse a sí mismo, dado que ya es la unidad simplicísima, como no puede enrojecerse el rojo ni oxigenarse el oxígeno. Ahora bien, a diferencia del rojo y del oxígeno, que enrojecen y oxigenan relativamente con un obrar limitado y material, Dios debe unir máximamente, al tratarse de un ser infinito, si concedemos que tiene más ser el ser que actúa que el que no actúa. Luego si Dios debe unir máximamente pero en tanto que unitivo no puede unirse a sí mismo, debe ser dos veces uno, es decir, unitivo y unir, y tres veces máximo, esto es, unitivo, unible y unir. Otro tanto y por idénticas razones puede decirse del bonificar, magnificar, eternificar, etc.
De ahí se sigue que la doctrina de la Trinidad es la única que explica perfectamente la perfecta esencia divina.
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Propter Sion non tacebis