Para un aristotélico como Homero/Omar era incomprensible que las personas divinas fueran un solo Dios, ya que las diferencias entre ellas debían ser o bien substanciales o bien accidentales. Si eran substanciales, se admitía la existencia de una pluralidad de dioses; si eran accidentales, se introducían accidentes en Dios, lo que es contrario a la noción del acto puro.
La doctrina de la Trinidad, sin embargo, no encaja en estos moldes peripatéticos. Dios no tiene un solo modo de ser necesario, sino un modo dinámico por el que es TRES VECES NECESARIO, a saber, en cuanto inicio, en cuanto medio y en cuanto término. Esta teología es un desarrollo metafísico del número perfecto de los pitagóricos, el tres. Puesto que 1) nada es perfecto sin obrar, 2) todo cuanto obra se dirige necesariamente a lo obrado y 3) hay entre estos dos un vínculo necesario que es el obrar, se concluye que el tres está en la raíz de la acción, que a su vez se encuentra en la raíz del ser.
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Propter Sion non tacebis