Todo ser es limitado o ilimitado en cuanto a su poder.
Si es limitado, lo es por sí mismo o por otro.
Si el poder de un ser es limitado por sí mismo, la razón de este límite está en la naturaleza del ser. Tal sucede con la extensión, la cual no puede ser indivisible ni por sí misma ni por otro. Ahora bien, la razón última por la cual lo extenso no puede ser indivisible es que lo inextenso se le opone infinitamente, a fin de que lo extenso y lo inextenso no sean lo mismo; como la unidad se opone infinitamente a la multiplicidad para que lo uno no sea múltiple y lo múltiple no sea uno.
Si el poder de un ser es limitado por otro, la razón de este límite está en la oposición de lo que le es contrario. Así, por ejemplo, el poder de arder del fuego, siendo infinito en potencia, está limitado por la finitud de la materia que consume, en tanto la cantidad finita de la materia combustible se opone al poder potencialmente ilimitado de lo que la combustiona.
Por tanto, el motivo por el que un ser no tiene un poder infinito es la desemejanza infinita de dicho ser con aquello que se le opone infinitamente. De donde se sigue que lo infinitamente poderoso existirá con absoluta necesidad si lo infinitamente impotente no se le opone. Y dado que hemos visto que lo infinitamente impotente no puede existir, pues nada puede, debe concluirse que lo infinitamente poderoso existe con absoluta necesidad.
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Propter Sion non tacebis