Supongamos por hipótesis que el principio de causalidad es una mera ficción humana. Ello conlleva que en algún momento o en todo momento algo empiece a ser sin causa o cese de ser sin razón. Pues, dado el caso de que nada empiece a ser sin causa ni cese de ser sin razón, deberá concluirse que el principio de causalidad es universal, no una ficción de los hombres.
Si un ente deja de ser, o bien se transforma en otro o bien es aniquilado. Si se transforma en otro, no cesa de ser absolutamente, sino sólo en cuanto a su organización. Por tanto, si lo que está en devenir pasa de una forma a otra sin que nunca carezca por completo de ella, es siempre con razón, ya que su razón es su forma y el vínculo entre sus distintas formas.
Ahora bien, si un ente deja de ser por aniquilación pasará de tener una forma a no tener ninguna. Ni la forma tendrá a su formado, por lo que no será forma, ni el formado tendrá a su forma, por lo que no será formado ni formable y no habrá nada en absoluto. De modo que se generará una discontinuidad y, por así decirlo, un desdoblamiento entre el mundo y la nada, dándose en aquél disminución sin incremento correlativo en ninguna parte. Dicha disminución será o bien limitada, circunscribiéndose a cierto ente, o bien ilimitada, ocasionando la aniquilación de todo ser. De ser limitada, será limitada por una razón o no lo será. Si es limitada sin razón, será limitada sin límite, lo que es una contradicción, toda vez que todo límite es número y todo número es razón; y si es limitada por una razón, el ser no carecerá de razón ni siquiera cuando es aniquilado.
Por consiguiente, el ser sólo puede aniquilarse sin razón si se aniquila sin límite, disolviendo el conjunto del universo. Basta, pues, una sola fisura en la causalidad para que el mundo pierda el ser. Sin embargo, esta posibilidad de extinción total de lo existente debe descartarse, ya que la nada nunca está en potencia ni llega a ser, sino que es siempre causa deficiente en grado idéntico, sin aumento ni menoscabo. Luego, si el mundo posee y mantiene el ser, debe postularse que no hay fisuras en la causalidad y que ésta es verdaderamente universal, no ficticia.
Sentado que la causalidad es una ley sin excepciones, se sigue que nada empieza a ser sin causa ni cesa de ser sin razón. Y esta ley, al no depender de ninguno de sus sujetos y comprenderlos a todos, es superior a todo lo causado y a todo lo que empieza a ser, siendo evidente que nada causa a la causalidad, que es por tanto necesaria. Ya hemos visto que no hay en el universo partes causadas y partes incausadas, sino sólo partes causadas, habida cuenta de que la causalidad en él jamás decae. En consecuencia, no hay en el universo partes necesarias. De lo anterior es preciso concluir que la ley que impone al universo ser causado y serlo siempre no mana del mismo universo. Ha de atribuirse a su causa, que es Dios.
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Propter Sion non tacebis