lunes, 14 de agosto de 2023

El Argumento de lo Numérico Ilimitado


I.

Decir que la realidad es múltiple y que no es numérica resulta contradictorio, ya que la multiplicidad presupone al número. Se sigue, pues, que es numérica.

Ahora bien, los números tienen límites y el infinito no, por lo que los números no son en sí mismos infinitos.

Luego, si la realidad es numérica y los números no son en sí mismos infinitos, sino que sólo pueden serlo como colecciones, cabe inferir que o bien la realidad no es infinita (es numérica y limitada) o bien que es finita e infinita (es numérica e ilimitada). 

Por tanto, si la realidad es infinita en acto, será finita por dentro, al estar constituida por números, e infinita por fuera, al carecer de comienzo y de fin, que es tanto como decir que será en sí misma finita y en sí misma -y no como colección- infinita. Dado que esto es absurdo, debe sostenerse que la realidad es finita.

Esta conclusión no aplica a Dios, que es al mismo tiempo numérico e ilimitado, pues la unidad absoluta no tiene límites. Dios puede serlo todo simultáneamente y en grado supremo sin contradicción. No así la realidad, cuya existencia misma exige que se den opuestos: lo que fluye y lo que no fluye, lo pasado y lo porvenir, lo que actúa y lo que padece.

Contémplese ahora lo siguiente: Lo finito presupone lo infinito porque, de no coimplicarlo, lo finito sería ilimitado y por ende infinito. Si sólo hubiera un número, y éste no podría ser otro que la unidad, que es el número cercenado de todo número, sería infinito, habida cuenta que el único fin de un número es el que le impone otro número.

Establecido que la realidad es finita y existe y que lo finito presupone a lo infinito, queda probada la existencia de un ser infinito no identificable con la realidad, al que llamamos Dios.

II.

El razonamiento anterior puede reformularse en estos términos equivalentes:

Los números pueden ser finitos en sí mismos e infinitos como colección, ya que el sujeto de la finitud o la infinitud es distinto en los dos supuestos, a saber, el número y la colección respectivamente. Sin embargo, la realidad no puede ser finita en sí misma e infinita como colección, puesto que no hay una colección de realidades, sino una sola realidad. Ahora bien, si decimos que el sí mismo de la realidad es ser una colección, nos contradecimos, toda vez que una colección es siempre colección de algo distinto a la colección, no una colección de sí misma. Y si afirmamos que el sí mismo de la realidad es no ser una colección, entonces o bien sostenemos que todo lo real es un continuo indistinguible (lo que es evidentemente falso) o bien nos vemos obligados a mantener que hay una realidad fuera del sí mismo de la realidad (lo que va contra la premisa de que la realidad no es una colección).

Por tanto, la realidad sólo puede ser:

1) Finita en sí misma.
2) Infinita en sí misma.
3) Finita e infinita en sí misma.

La tercera opción queda excluida por ser absurda.

La segunda opción es falsa, ya que la realidad es múltiple, por ser múltiple es numérica (toda vez que lo múltiple participa de la unidad) y por ser numérica no es infinita en sí misma, ya que ningún número es infinito en sí mismo.

Así pues, la realidad es necesariamente finita en sí misma. Siendo necesariamente finita, debe ser omnímodamente finita, esto es, tanto en lo espacial como en lo temporal. Siendo omnímodamente finita, tiene comienzo y no debe reputarse eterna.


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