El infinito, la totalidad hipotética de eventos de un pasado sin comienzo, no es un número, pero tampoco es ausencia de cantidad, sino una cantidad indeterminada.
Una cantidad indeterminada de elementos discretos supone una paradoja: que sea indeterminada cuando la serie de órbitas alterna ciclos pares e impares y no sea indeterminada cuando la serie de órbitas es siempre par, sin alternancia.
Si el infinito en acto no puede convertir en indeterminada una serie congruentemente par, que está dentro del infinito como un número en un no-número, también ha de ser impotente para hacerlo con una serie alternante par-impar, al componerse ambas series de números enteros. Sin embargo, el infinito en acto obra de esta manera e impide que podamos decidir si el número total contenido en el segundo escenario es par o impar. Pero es un obrar puramente ideal que no interfiere en el hecho de que el número total de órbitas, lo conozcamos o no, sea necesariamente par o impar, por la ley del tercio excluso.
En suma, el infinito en acto obra idealmente aplicado a elementos discretos, por lo que carece de toda virtualidad cuando se aplica a lo real. De donde se infiere que es falso que el mundo contenga un número infinito de acontecimientos discretos y posea una existencia eterna, sin comienzo.
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Propter Sion non tacebis