En el pensamiento islámico tradicional lo que da el movimiento y lo que lo detiene radica en Dios, no en la realidad. Ésta es creada, destruida y recreada continuamente por una causa que la trasciende (Tajdīd al-khalq bilʾanfās). El problema de esta conceptualización, además de que pide el principio de la existencia de Dios en lugar de inferirlo, es que destruye el nexo causal del tiempo y, con él, el tiempo mismo. Ya que si Dios crea el mundo en un instante y lo aniquila en el siguiente mediante la creación de otro mundo que ocupa el lugar del anterior, no habrá ni un flujo perpetuo ni una inmovilidad perpetua, sino una sucesión de inmovilidades donde nada obra realmente, excepto Dios. Y si es cierto, como sostengo, que lo que no obra no existe, lo será también que el mundo así concebido no existe y no es más que una fábula.
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Propter Sion non tacebis