Ésta es una antigua demostración no apodíctica del mal como hipóstasis que, con leves variaciones, esbocé hace dos décadas. Lo esencial en el argumento, que no debe pasarse por alto, es que el mal es el disminuir de toda criatura que disminuye. Pero ninguna criatura puede disminuirse, sino que es disminuida. Por la misma razón, tampoco la totalidad de las criaturas que disminuyen puede disminuirse a sí misma. Luego el disminuir de todas las criaturas que disminuyen sólo puede proceder de Dios, de la nada o de una criatura que no disminuya. No de Dios, que mantiene su creación estable; tampoco de la nada, que impide que lo finito devenga infinito sin por ello hacerlo menguar. Por tanto, debe proceder de una criatura que sea causa del disminuir de las criaturas que disminuyen y no disminuya ella misma. El corromperse de las causas segundas y de los fines tiene por causa un ser corruptible que, sin embargo, no se corromperá hasta el fin de los tiempos, y ello sin la intervención de causas naturales, por la sola voluntad de Dios.
El mal es un disminuir ontológico, ya que quien busca el mal moral se disminuye, queda por debajo de su propio ser y "más le valdría no haber nacido". Si el mal moral procediera de la mera finitud, se daría más en los irracionales que en los racionales. Pero sucede exactamente lo contrario, puesto que el mal procede del entender y del desviarse, no del no entender.
Satanás fue libre para desviarse, y con todo ya no lo es para corregirse. La existencia de Satanás entra en el mejor de los mundos posibles, habida cuenta de que un mundo en el que hay mal y tentación es uno en el que una mayor gloria puede refluir hacia el bien, que conserva la integridad del todo aunque las partes disminuyan.
La intención es la raíz de todo acto.
No puede intentarse lo que no se entiende.
No puede entenderse lo que no es inteligible.
Luego no puede hacerse lo que no es inteligible.
Se hace el mal.
Por tanto, el mal es inteligible antes de ser entendido.
El mal es entendido antes de ser intentado.
El mal es intentado antes de ser hecho.
De donde se sigue que el mal, siendo ideable, preexiste a cualquier pensamiento finito. Y ya que el hombre es en tanto que piensa, también preexiste al hombre.
Con todo, a diferencia de las ideas puras, el mal no puede subsistir por sí mismo, dado que siempre es parasitario y relativo a un mayor bien o a un menor bien. Luego el mal es creado junto a aquello a lo que disminuye. Y, a la vista de que todo cuanto existe en el mundo disminuye, el obrar del mal, que es un disminuir, es superior al de toda criatura. Así, si el mal preexiste al hombre y excede a toda criatura, no es efecto de ninguna causa segunda y sólo puede ser creado por Dios.
Convenimos, pues, en que el mal es anterior al hombre y creado por Dios; en que el hombre no puede hacer nada que no intente, no puede intentar nada que no entienda, y en fin, no puede entender nada que no sea inteligible y se manifieste en su conciencia. Ahora bien, el mal puede manifestarse necesariamente o libremente: necesariamente, si depende de causas segundas; libremente, si depende sólo de Dios. Al depender sólo de Dios, como hemos visto, el mal se manifiesta libremente y al margen de la voluntad del hombre o de cualquier otro ser inferior a la divinidad.
Si el mal actúa y es libre, el mal no carece de intención.
Si el mal no carece de intención, no carece de entendimiento.
Si el mal no carece de entendimiento, es un sujeto.
Y si el mal es anterior al hombre y a toda criatura, es un sujeto no humano, el primero entre los ángeles, Satanás.
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Propter Sion non tacebis