miércoles, 18 de febrero de 2009

Leibniz, desfasado




Leo este comentario de Simon Conway-Morris, referenciado aquí:


Lo que sí sabemos es que estructuras biológicas muy complejas pueden ensamblarse con notable facilidad, así que olvide la idea de que la evolución es una suerte de penoso esfuerzo desde lo terriblemente simple hacia lo sorprendentemente complejo: aun en el punto de inicio las cosas son ya notablemente complejas.


Y aunque pueda acusárseme de exceso de devoción, no he podido más que pensar en el punto sexto de los Principios de la naturaleza y de la gracia, fundados en la razón, de Leibniz:

Hay animales pequeños en la simiente de los grandes, y, por medio de la concepción, esos pequeños animales toman un nuevo revestimiento, que se apropian, y así toman medio de nutrirse y engrandecerse, para hacer su entrada en una escena más grande y ser la propagación del animal grande. Es cierto que las almas de los animales espermáticos humanos no son razonables, y no llegan a serlo hasta que la concepción determina en esos animales la humana naturaleza. Y así como los animales no nacen estrictamente en la concepción o generación, tampoco perecen estrictamente en lo que llamamos muerte; porque es razonable que lo que no comienza naturalmente no concluya tampoco en el orden de la naturaleza. Así, despojándose de su máscara o de sus harapos, vuelven tan sólo a una escena más sutil, en donde pueden, no obstante, ser tan tensibles y tan bien regulados como en la otra más amplia. Y lo que acabamos de decir de los animales grandes sucede también en la generación y muerte de los animales espermáticos más pequeños, comparados con los cuales aquéllos pueden considerarse como grandes, pues todo en la naturaleza va al infinito.

Así, pues, no sólo las almas, sino también los animales, son inengendrables e imperecederos; desenvuélvense, envuélvense, revístense, desnúdanse, transfórmanse; las almas no abandonan nunca todo su cuerpo, y no pasan de un cuerpo a otro enteramente nuevo.

No hay, pues, metempsícosis; pero hay metamorfosis; los animales cambian, toman y dejan sólo partes; lo cual ocurre poco a poco y en partículas insensibles en la nutrición, y de pronto, por modo notable, aunque rara vez, en la concepción o en la muerte, que son adquisiciones o pérdidas subitáneas de todo.


Ver también.

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