sábado, 13 de octubre de 2007

Autocita


El "problema del mal", que los maniqueos tomaron del pesimismo pagano y hoy adoptan los deístas y los ateos de manera risible, parte todavía de la perplejidad acientífica de ver al mundo "luchando consigo mismo", entregado a pasiones caóticas y valorando éstas con el rasero del hombre por única medida. Es el argumento antrópico al revés. La naturaleza se comporta como si actuase contra nosotros, luego -llega a concluirse- Dios no se preocupa del hombre.

Desolatione,-desolata-est-terra.mp3

20 comentarios:

  1. La contradicción es para quienes hablan de un Dios providente que deja bastante desprotegidos a sus hijos frente a los desastre naturales, o a unos frente a otros, o frente a la enfermedad.

    Por favor, si éste es el mejor de los mundos posibles, que despidan al autor.

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  2. ¿Cuál sería el máximo de mal admisible en el mundo para que consideraras a su autor providente?

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  3. Si una madre puede morir de parto, la muerte es posible también en casos similares de debilidad corporal. Si el cuerpo humano es débil, sentirá dolor y enfermará. Si enferma, se entristecerá. Y si se entristece, no importa el grado de perfección que posea el mundo, ya que un temperamento melancólico o apático jamás le harán justicia.

    Hablando en serio, me resulta cuanto menos significativa la fijación de los descreídos por la muerte como máxima manifestación del mal. Tal vez por su objetividad y su irreversibilidad, y porque no tenemos consciencia de merecerla por el mero hecho de existir (¡como si mereciéramos la vida!). Ahora bien, siendo la muerte por sí sola el mayor perjuicio, resulta de gran provecho en el mejor de los mundos.

    La muerte acota el poderío de la injusticia, que no puede ir más allá de sus fronteras. Gracias a ella el fundamento del imperio de los malvados sobre sus súbditos nunca es más sólido que la salud del cuerpo de éstos. El máximo desafuero conduce a la aniquilación del pueblo y, por tanto, a la de la propia tiranía, desvirtuada sin su objeto.

    Por otra parte, la muerte pone freno a la arrogancia y apremia al bien, que nace del rebelarse ante nuestra limitación y de la necesidad de perdurar en lo caduco. Así, el mal se perpetúa en la muerte, porque hay vida; y el bien se reproduce en la vida, porque hay muerte. Si no la hubiera, todo vendría a expresar la unidad marmórea del mismo Ser.

    No sólo eso. El modo más rápido de destruir a un hombre en la Tierra sería hacerlo inmortal, eternamente imperfecto. En cambio, plantarlo ante la extinción inminente constituye la manera óptima de reformar a un condenado, el cual, si participa de la piedad común, se apresurará de ordinario a indagar en las causas de su extravío, temeroso de verse reducido a nada.

    El dolor, heraldo de la muerte, es también el padre de todas las artes, nacidas a fin de resarcirnos de nuestro lastimoso paso por el universo.

    Para terminar, sin reflexión sobre la decrepitud futura no hay religión ni asidero trascendente; somos presos de la brutalidad y la fuerza, de la inmanencia de la arcilla y del polvo.

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  4. Perdone, pero creo que no he expresado muy claramente mi ironía.

    A su pregunta sobre el máximo de mal admisible he respondido con un "máximo" muy bajito, pero que muestra la absoluta injusticia y aleatoriedad del mal.

    A ese mal, la muerte sin justicia posible de la madre de un recién nacido, me remito como ejemplo. Y creo que si estuviera en manos de un médico salvarla y no lo hiciera, o estuviera en sus manos poner los medios para que las madres no murieran de parto, sería muy dudoso creer que está el médico de guardia o que no es un miserable.

    La medicina, con algo tan sensato como lavarse las manos (problema para casa: buscar en Google el médico que inventó la profilaxis de las fiebres puerperales) evitó la muerte de MILLARES de madres, algo que la justicia divina omitió durante los últimos milenios.

    Así que al hablar del mal como prueba de que no hay un Dios providente no nos referimos a que el mal exista el algún sentido retorcido o caprichoso sino a su absoluta aleatoriedad sin sentido de la retribución del buen comportamiento o castigo del malo, o de cualquier propósito razonable que pudiéramos suponer.

    O también a que entre los defensores de la existencia de ese Dios, especialmente los del Dios clemente y misericordioso, hayan causado innumerables víctimas sin que el "jefe" llamara a la tropa al orden.

    ¿Hemos visto alguna llamada de Dios a sus muchachos tipo "chicos, moderaos que se os va la mano quemando herejes"? Casi que no.

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  5. Sigo.

    Imaginemos un profesor que llegado el fin de curso se acercara a sus alumnos con un dado.

    A ver, Gutiérrez, tire. ¿Dos? Par. Aprobado.

    Pruebe usted, Rodríguez Almeida. ¿Cinco? Lo siento, muchacho, repite curso.

    Usted, Rodríguez Escolar (buen apellido, chico). Tire el dado. ¡Seis! ¿He visto un seis? Matrícula, hombre, matrícula. Ya lo decía yo.

    Creo que la discusión no estaría tanto en la existencia del aprobado y el suspenso sino en el capricho de dejar al azar y no al estudio las notas finales.

    ¿No se escandalizó Voltaire de que se pudiera hablar del "mejor de los mundos posibles" tras el maremoto que arrasó media Lisboa?

    Por favor. No repitamos al doctor Pangloss, todo lengua.


    (con errores corregidos)

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  6. Si hay algo que un racionalista nunca puede pedir son milagros. El milagro sólo es una opción intelectual válida cuando el resto ha sido reducido al absurdo. En todos los demás casos entra en el campo de la fe y de lo graciable. ¿Por qué Dios permite que muramos? Por el mismo motivo -sin duda oscuro- por el que permite que vivamos.

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  7. Veamos.

    Permite que el poderoso oprima al débil. Justo como si no existiera o no le importara y contra lo que le dicen al débil que espere.

    Permite que haya muerte y enfermedad evitables, justo como si no existiera o no le importara.

    Permite el crimen sin castigo (¿Vio usted "Delitos y faltas" de Woody Allen?) como si no existiera o no le importara.

    Y es que para este Dios que lo permite todo no veo la diferencia con no tenerlo.

    ¿Ha pensado alguien si Dios se merece el sueldo que cobra?

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  8. No sólo lo permite, sino que si no lo permitiera obraría mal. Esto se sigue de estimar que éste es el mejor de los mundos posibles: cualquier ajuste que sobre él se haga no puede más que empeorarlo. Cuando Dios, tras el Juicio final, transforme el universo y asigne castigos y recompensas eternas, lo hará según el germen y la noción del mundo presente, al que no destruirá para crear otro "ex novo". ¿Qué se ganaría anticipando ese momento? Mermar la misericordia de Dios, cuya esencia consiste en la paciente espera.

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  9. Numantinismo filosófico:

    Lección 1, sobre el mal.

    " Esto se sigue de estimar que éste es el mejor de los mundos posibles: cualquier ajuste que sobre él se haga no puede más que empeorarlo. "

    ¿Y si no es el mejor de los mundos posibles? ¿Y si un mundo con una enfermedad menos o con un asesino inexistente en lugar de existente es mejor, a todas luces, que el opuesto? Cualquier ajuste sería mejorarlo.

    Numantinismo sermoneante. Lección 1.

    Supuesto predicador inexistente y por tanto peor que cualquier montón de estiércol existente, cosa que visto lo que sigue a lo que le precede, podrá el industrioso lector colegir sin dificultad y para provecho propio y de los que tal leyeren y entendieren: "Hija mío, tu marido te es infiel y te pega, pero como este el mejor de los mundos posibles por el PRS, cualquier ajuste sólo lo empeoraría".

    ¿En serio no ve problemas en nada de esto, irichc? Creo que nadie puede estar tan atado a una idea para despreciar la realidad y espero que nada real lo convenza sino que cambie usted sólo por la necesidad de la lógica.

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  10. Sursum, incurres en el error que tantas veces he señalado. El mejor de los mundos posibles no se refiere al orden de las cosas (espaciotemporal), sino al de las ideas. Este mundo es perfectible en el tiempo, pero no en el plan. Cualquier ajuste que hagas en él desde el orden de las ideas implicará una vulneración del PRS (te remito al post "Otros mundos", escrito el 2 de octubre).

    No tienes una noción clara de qué es o a qué se parece el mejor de los mundos posibles. ¿Cómo podrías saber si éste lo es o no?

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  11. La respuesta debería ser ¿Y cómo sabes tú que lo es?

    Se trata de un argumento circular que no prueba nada pues se parte de que Dios ha creado el mejor de los mundos posibles y como no lo vemos muy bueno se nos dice que cómo sabemos que no podría haber sido peor.

    Pues le contesto: con una madre menos muriendo de parto hasta que el médico que aún no ha buscado en Google obligó a sus colegas a lavarse las manos y descendieron las muertes por fiebres puerperales.

    Pero ¿y en todos los siglos anteriores? ¿Y en todos los pueblos que no conocen la limpieza?

    El argumento podría revolvérsele: Dios ha hecho el mejor de los mundos posibles; este mundo es bastante mejorable; luego este mundo no lo ha hecho Dios.

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  12. La respuesta debería ser ¿Y cómo sabes tú que lo es?

    Leibniz apela a la presunción de inocencia. Este mundo está regido por el PRS, mientras no se pruebe lo contrario. Esto significa que es el mejor. A no ser, claro está, que se te ocurran principios más apropiados para regular el mundo o creas conveniente exigir milagros constantes en pos de nuestra comodidad. Lo segundo nos conduce a una pendiente resbaladiza: ¿Dónde parar? ¿Maldeciré a Dios porque ha permitido que me salga un grano en la barbilla y no ha obrado ningún prodigio para evitarlo?

    El descontento ateo tiene mucho de ancestral y supersticioso.

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  13. Leibniz se olvida de la presunción de inocencia de los datos, es decir, la navaja de Occam, que los datos sólo afirman la hipótesis más simple pues la compleja explica lo mismo pero con más suposiciones, alguna de las cuales debe ser inútil, por lo tanto.

    Y aplicar el PRS sólo nos garantiza que hay algo que determina el estado 2 a partir del 1, pero que hay Dios hay que probarlo.

    Se nos dice en la religión que Dios se preocupa por nosotros pero con las hipótesis de Leibniz nos quedamos con que por una especie de bien del Universo las madres mueren al tener niños y es lo meor que puede suceder. Es como explicar al devoto que con sus oraciones él no va a cambiar la intención de Dios y hacer que su hijo apruebe el examen. Si se le dice que no, que la voluntad de Dios es inmutable dirá, con razón que ¡oraciones para qué! Y si la predestinación es "ab aeterno", para qué ser bueno si uno se condena o se salva por la predestinación.

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  14. Si el PRS es universal, como no puede ser de otra manera si es que es, Dios existe. Leibniz lo argumenta así:

    Dios es la primera razón de las cosas, porque las que son limitadas, como todo lo que vemos y experimentamos, son contingentes, y nada hay en ellas que haga necesaria su existencia; siendo muy claro que el tiempo, el espacio y la materia, homogéneos y uniformes en sí mismos e indiferentes a todo, podían muy bien recibir cualesquiera otros movimientos y figuras y en un orden distinto. Por consiguiente, es preciso buscar la razón de la existencia del mundo, que es el conjunto todo de las cosas contingentes y es necesario buscarla en la sustancia que tenga en sí misma la razón de su propia existencia y que sea por lo mismo necesaria y eterna. Es preciso también que esta causa sea inteligente; porque siendo contingente este mundo que existe, y siendo igualmente posibles una infinidad de otros mundos, y aspirantes también a la existencia, por decirlo así, lo mismo que aquél, es imprescindible que la causa del mundo haya tenido en cuenta o consideración todos estos mundos posibles al determinar uno. Y esta consideración o relación de una sustancia existente respecto a las simples posibilidades, no puede ser otra cosa que el entendimiento en que se dan las ideas de todas ellas, y el determinar la existencia de una, no significa otra cosa que el acto de la voluntad que escoge; y el poder de esta sustancia es el que hace que esa voluntad sea eficaz. El poder se encamina al ser, la sabiduría o el entendimiento a lo verdadero, y la voluntad al bien. Y esta causa inteligente debe ser infinita en todos conceptos, y absolutamente perfecta en poder, en sabiduría y en bondad, puesto que alcanza a todo lo que es posible. Y como todo se liga, no da lugar a admitir más que una. Su entendimiento es el origen de las esencias, y su voluntad es el origen de las existencias. He aquí en pocas palabras la prueba de un Dios único con sus perfecciones, y por su medio el origen de las cosas.

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  15. En lo tocante a la utilidad de las oraciones, decir que Dios las ha tenido en cuenta en su plan, al igual que todas nuestras acciones libres, no por ello menos libres o menos útiles.

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  16. Entramos de nuevo en la realidad de las interacciones entre los seres.

    Si Dios tuvo en cuenta las oraciones pero nos crea de la nada, es decir, sin restricción previa alguna, lo que se sigue de nosotros es lo que se sigue de lo que Dios creó. Así que las oraciones sólo son una apariencia de acción en la que nada cambiamos con ella. A Dios le tocaba hacer llover y a nosotros implorar la lluvia. Concomitancia.

    Pero entonces el mal es resultado de Dios si creó de la nada sin restricción, problema que siempre va a atormentar a los filósofos partidarios de la predestinación divina.

    En cualquier caso, eso no prueba la existencia de Dios sino que se deduciría de ello si al cosa se hubiera dado. Otro día, mañana si mi impaciencia me acosa, examinaré un poco por encima la demostración de Leibniz, que no creo que demuestre nada. Yo demuestro sólo sueño a estas horas.

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  17. La única restricción de Dios al crearnos fue la de la composibilidad de las ideas. Dios no pudo crear lo perfecto, ya que ello supondría crearse a sí mismo, lo cual es absurdo. Tuvo, pues, que crear lo mejor.

    Hasta luego.

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  18. Y si al crear lo mejor nos creó pecadores y miserables ¿por qué reprocharnos nuestro pecado y nuestra miseria si es lo mejor que pudo Dios crear?

    El mundo con nuestro pecado y miseria es el mejor de los posibles y sin ellos, obviamente habría sido peor, según Leibniz.

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  19. Tu conclusión es falaz. Para evitar el pecado (al menos de obra) Dios no tenía que redefinir el mundo, sino que bastaría con que el hombre fuera siempre obediente a Dios.

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Propter Sion non tacebis