El libre albedrío no implica que el alma "cree" acciones, sino que detrás de cada acción hay que presuponer un alma (esto es, un individuo). Dicha alma va a estar tan codeterminada como se quiera, pero ninguna de sus codeterminaciones bastará para explicar suficientemente la acción llevada a cabo por ella.
En definitiva, "autodeterminación" y "codeterminación" no se excluyen en la realidad como parecen excluirse en el lenguaje. Autodeterminarse es elegir un fin, cuya consecución está forzosamente codeterminada por los medios que se empleen a la hora de alcanzarlo, pues nadie opera en el vacío ni somos una tabula rasa. La espontaneidad del acto de elegir viene dada, entonces, no por el modo en que se llega a él, mas por el hecho contingente de que se llegue a él, hecho este último que es mejor explicado por la hipótesis de la libertad (fines propios, claros y distintos: acciones) que por la de la fatalidad (fines ajenos, confusos: pasiones).
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Propter Sion non tacebis