El laicismo no es una financiación alternativa ni una lección de historia a gusto del consumidor, amigo mío. El laicismo es un lema. Y el lema es que los partidos políticos son moralmente más fiables que las confesiones religiosas. Yo no lo creo, y puesto que soy favorable a la división de poderes, también lo soy respecto a la división de focos de influencia ideológica; "a fortiori" en regímenes democráticos, donde la ley y las costumbres sufren una erosión mayor.
El pensamiento jacobino establece al ciudadano como unidad política única y última. El estatismo que se desprende de esta falsa doctrina considera intrusiva toda moral no estatal desarrollada por una organización superior al ciudadano y distinta al partido. Entre el ámbito privado y la burocracia, pues, no hay nivel intermedio; nada políticamente relevante, según esta forma de pensar.
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Propter Sion non tacebis