lunes, 30 de junio de 2008

Supervivencia del más irracional




Que aunque algunos piensan, que vale más nuestro entendimiento para la vida, que la ayuda natural que tienen los otros animales: no es assí, pues nuestro entendimiento nace con nosotros torpe y escuro: y antes que conualezca son pasadas las mayores necessidades de la vida: por la flaqueza de la niñez, y los ímpetus de juuentud, que son los que más han menester ser con la razón templados. Entonces ya puede algo el entendimiento, quando el hombre es viejo, y vezino de la sepultura, que la vida lo ha menos menester. Y aun entonces padece mil defectos, en los engaños que le hazen los sentidos: y también porque él de suyo no es muy cierto en el razonar y en el entender: vnas vezes siente vno, y otras vezes el mesmo siente lo contrario: siempre con duda y con temor de afirmarse en ninguna cosa. De do nace, como manifiesto vemos, tanta diuersidad de opiniones de los hombres, que entre sí son diuersos. Por lo qual yo muchas vezes me duelo de nuestra suerte: porque teniendo nosotros en sóla la verdad el socorro de la vida, tenemos para buscarla tan flaco entendimiento, que si por ventura puede el hombre alguna vez alcançar una verdad, mientras la procura, se le ofrece necessidad de otras mil, que no puede seguir. Mejor están los brutos animales proveydos de saber: pues saben desde que nacen, lo que han menester sin error alguno: vnos andan, otros buelan, otros nadan guiados por su instinto natural (1). Las aues sin ser enseñadas edifican nidos, mudan lugares, proueen al tiempo: las bestias de tierra conocen sus pastos y medicinas, y los peces nadan a diuersas partes, todos guiados por el instinto que les dio naturaleza. Sólo el hombre es, el que ha de buscar la doctrina de su vida con entendimiento tan errado y tan incierto, como ya auemos mostrado. Aunque yo se, por qué me quexo en tan pequeños daños de nuestro entendimiento: pues siendo aquel a quien está toda nuestra vida encomendada, ha buscado tantas maneras de traernos la muerte. Quién halló el hierro escondido en las venas de la tierra? Quién hizo dél cuchillos para romper nuestras carnes? Quién fue el que hizo lanças? Quién lombardas? Quién hizo saetas? Quién halló tantas artes de quitarnos la vida, sino el entendimiento, que ninguna ygual industria halló de traernos la salud? Este es el que mostró deshazer las defensas, que las gentes ponen contra sus peligros, este halló los engaños, este halló los venenos, y todos los otros males, por los quales dizen, que es el hombre el mayor daño del hombre.


Pérez de Oliva.



(1)
Cfr. Mt. 8:20: Las zorras tienen cuevas, y las aves del cielo tienen nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.

sábado, 28 de junio de 2008

No he hallado tanta fe en Israel


En realidad los ateos jamás han considerado que la religión -ninguna de ellas- sea buena guía. Por una cuestión de principios preferirán siempre a Epicuro antes que a San Agustín. Si bien algunos, con evidente petulancia, optan por darnos a entender que su decisión no es un hito personal del que responsabilizarse, sino la interpretación ajustada de la marcha de la Humanidad. Adoptan así la perspectiva historicista, respaldada por un progresismo maniqueo: "la luz", "las tinieblas"... nada menos. Por más que en su fingida humildad el ateo se llame ignorante, sabe que lo es en medida mucho menor que sus antepasados en cualquier campo y está convencido de que dentro de mil años, salvo catástrofe, los pueblos ajenos a la barbarie seguiremos tendiendo al ateísmo a un ritmo creciente.

domingo, 22 de junio de 2008

Iusmasoquismo




Algunos ateos atribuyen los derechos en virtud del dolor. Si el embrión no sufre, dicen, no tiene derechos. Ahora bien, puesto que es el dolor lo que nos da el derecho, ¿qué derecho tenemos a quitarnos el dolor?

Esse est percipiens


Razonando con Descartes, sólo la percepción actual es real, pues no puede fingirse que proviene de un auténtico sujeto perceptor. Leibniz iría más lejos: la realidad es sólo percepción, esto es, lo que percibe, siendo lo percibido un modo de aparecer (fenómeno bien fundado) de lo que realmente existe.

Cualquier observación sobre una figura admite múltiples puntos de vista. Puesto que éstos resultarán contradictorios o redundantes entre sí, habrá que concluir que o bien algunos de ellos no son reales, o bien que ninguno de ellos lo es en absoluto (en el sentido de que no hay objetos "en sí"). Para sostener lo primero y preferir unos a otros no se encuentra razón suficiente, de modo que se opta por lo segundo.

Así, el espejo no refleja la llamada realidad: es la realidad la que nos habla de los espejos. El orden que éstos expresan -y por el que podemos decir que expresan lo mismo- es previo a cualquier concreción empírica. Es el orden total, el cual, dado que es fundamento invariable e idéntico de lo que percibe, no puede ser ciego.

sábado, 21 de junio de 2008

Initio sapientiae


Defínase el bien como la verdad (la suma de lo pensable) y el amor como la mutua correspondencia que ambos tienen (nada malo es verdadero, nada verdadero es malo). Una suerte de Trinidad.

Considérese la belleza como forma, y otro tanto la vida, estando en contraposición con la hylé aristotélica. La belleza sería la multiplicación del bien, que los cristianos asocian a la Creación.

Visto esto, amar la vida me parece una expresión vaga en exceso, premisa compartida de Nietzsche, el budismo y el new age. Ahora bien, el amor es el fundamento del orden, no el de la moral. La moral humana no puede erigirse sólo sobre la verdad, tarea que acometió Sócrates tan heroica como inútilmente. Ha de tomar pie en la vergüenza, que es el miedo de sí mismo.

Nadie que se tema a sí mismo puede confiar en otro igual, de donde deriva la propensión hombre a divinizar su entorno. El pecado original está en la raíz del de idolatría. Al contrarrestarse en la historia esta tendencia, abogando por la igualdad a modo de capa basal de toda política y de toda ética (democracia), se diviniza a la especie de la que formamos parte. Es a fuerza de obviar nuestra falibilidad de individuos o de grupo que nos condenamos a postrarnos de nuevo.

Lo que no entendemos no lo poseemos. Sin consciencia de la sinrazón, la razón es instrumento del diablo. De nada nos sirve llamarnos hombres cuando nos atribuimos lo que no nos atañe y olvidamos lo que nos pertenece. No hay camino medio, pues, entre someterse a la verdad y someterse a la mentira.

Una investigación filosófica


Mi buen amigo Darío, sin blog y sin patria por ahora, ha querido felicitarme el natalicio de esta guisa filosófica. Se lo agradezco mucho, que envejecer no es un trago agradable.

Lo humano entendido como caída, como desarreglo. Como maldad de la que hacerse cargo, con la que cargar; pero no en tanto que la influencia de un cerebro límbico al que la razón completa y con el que es capaz de armonizar progresivamente sino en tanto que un desasosiego más integral, una mancha irreductible: una maldad... gratuita, falta irrebasable históricamente, es decir una mezquindad arbitraria en cierto sentido y heredada como esencial, como vergüenza, algo así como una insuficiencia estructural de la libertad humana que resulta en una batalla individual.

Esta "insuficiencia estructural" entendida como batalla individual supone entonces una renuncia de principio a cualquier ilusión utópica de emancipación colectiva, de fin de la Historia que no coincida con el día del Juicio entendido como la propia ordalía personal.

Toda esta premisa ontológica parece tan fundada en una intuición última de la razón del mundo como en una primera sensibilidad de lo humano como sordidez, como abismo, una convicción aguzada de que el problema no tiene solución inter nos. Queda, por tanto, la virtud como tarea, una bondad graciosa, la fe como punto arquimédico (una fe absoluta en Dios como contrapeso de una absoluta falta de fe en nosotros), la vida como tránsito prometeico cuyo carácter trágico es redimido por la salvación y no por alguna ley evolutiva objetiva o alguna sublimación simbólica subjetiva.

Nos las habemos, pues, con nuestra alma como un producto defectuoso -pero no debido a una tara de fábrica sino al mal uso- que ha de lidiar por cumplir las condiciones de garantía.

Por tanto, no hay esperanza que no sea metafísica, ya que no hay futuro sin gracia.

De algo así o del meollo de todo esto, entiendo, seguramente no del todo bien, que intenta ocuparse la investigación filosófica en la que irichc lleva aventurado largo tiempo.


viernes, 20 de junio de 2008

Animales, mujeres


Si las mujeres estuviesen dotadas para llevar las riendas de la política, no sería preciso que se tomaran la molestia de convencernos de su derecho, que ya les habría sido reconocido tiempo ha. Deducir, por otro lado, que el hombre debe su supremacía histórica a una mayor fuerza muscular y agresividad es una estupidez propia de quien íntimamente cree que las fieras habrían de gobernarnos.

miércoles, 18 de junio de 2008

Perra vida


Schultz hacía mofa de la dignidad del hombre poniéndola en boca de Snoopy, pero en favor de los perros. Deberían recomendar material parecido en la facultad de teología (a nuestro Anselm Turmeda, sin ir más lejos). Evitaríamos, sí, razonamientos circulares como éste.

La dignidad actúa como contrapeso de la vergüenza, que es signo de la verdadera esencia del hombre: distinguir entre el bien y el mal. Sentir vergüenza es saberse inferior a sí mismo, pero es también saberse alguien. Se formaliza este autoconocimiento propio de nuestra especie al afirmarse que el hombre ha de aspirar a ser igual a sí mismo para ser digno. Sólo quien es capaz de reconocer la justicia -viéndose como potencial culpable y, por tanto, como sujeto a obligaciones morales- merece un trato justo.

Lo que el texto citado se olvida de decir, pues, es que la dignidad, aunque no se pueda hacer, se deshace muy fácilmente. Basta con dejar de ser útil al colectivo que la reconoce, desertando por voluntad propia de su ética y convirtiéndose definitivamente en bestia.

Cuando el darwinista confina al hombre a un grado más en la escala de la animalidad perturba el fundamento tácito de todo sistema jurídico racional, y toma un mayor partido que el que cabría esperar de la pretendida asepsia de sus palabras.

lunes, 16 de junio de 2008

Algunas intersecciones peligrosas


Robredo y los suyos se han convertido en la reducción al absurdo del darwinismo al trasladarlo al mundo de la cultura, cosa que cauta y quizá inconsecuentemente no hace Dawkins. Decir que la selección cultural funciona al margen de la libertad del hombre, perpetuando de manera mecánica las actitudes e instituciones más favorables al desarrollo de la especie es una apuesta demasiado fuerte, de esas que requieren pruebas extraordinarias que jamás han sido aportadas. Es la esencia misma de la ideología progresista, pero pronunciada en lenguaje cientifista, contra cuya formulación sólo puede objetarse, amén de su propia debilidad, la incesante ondulación histórica y la experiencia persistente del mal moral.

Demuéstrese, en caso contrario, que toda conducta opuesta al principio de autoconservación tiende a desaparecer en el transcurso de las generaciones humanas. Por ejemplo, la tristeza o el aburrimiento, que inducen a la inactividad, la insociabilidad y el suicidio sin proporcionarnos ninguna ventaja en compensación. ¿Quién está libre de estas pasiones universales? ¿El habitante de la Arcadia, el buen salvaje? Se niega. ¿Acaso el utópico hombre del futuro? Llevamos ya mucho pasado a cuestas, y nada hace pensar que nos distingamos en este punto de estadios más primitivos de humanidad.

Ahora bien, la problemática expuesta puede solventarse cortando el nudo gordiano, sosteniendo que no hay fines en la naturaleza, ni nada que se frustre en el individuo sin servir a un bien superior para sus competidores. Esto es, negando el mal moral y cediendo al relativismo. Están en ello.




Sólo desde una concepción edénica de la naturaleza humana puede condenarse el infanticidio, o su derivado, el aborto, como una práctica tajantemente "inmoral".


E. Robredo.

Pensamientos con pasos de paloma




Ya he sintetizado mi parecer sobre el pecado original en el escrito que antecede a éste, asunto que me interesa especialmente y en el que me ocupo desde hace años. Mi tesis es muy simple: si el mal existe de un modo absoluto, no como mera imperfección, tiene que ser un mal moral; si el mal moral existe, existe la libertad; si la libertad y el mal existen, existen también sus reversos, el bien y el error voluntario; si el bien y el error existen, el darwinismo es falso, ya que éste no tolera ni los fines generales (la evolución es ateleológica y casuística) ni que por principio y de forma innata, por el carácter irreductible del individuo, se atente contra la propia integridad sin razón superior que lo justifique. En pocas palabras: el hombre es, en parte, intrínsecamente irracional, luego el darwinismo es falso.

Por supuesto, queda la opción de negar el mal, que es lo que vulgarmente llamamos cinismo; sostener que en cualquier acto altruísta late un imperativo egoísta, como pretenden los charlatanes al desvirtuar las palabras. O resta también, tal vez, la derivación de esta solución cínica en un optimismo panglosiano con la máxima de que todo lo que el hombre intenta es por el bien de los genes y de la especie definida en ellos, y que todo lo que yerra resulta negativamente seleccionado. Con lo cual, salvo que las circunstancias obliguen a un nuevo comienzo, se progresa siempre hacia lo mejor tanto en la naturaleza como en la cultura.

La refutación del darwinismo, de su suficiencia y completud como teoría (la de su parsimonia exigiría algo más), empieza por cuestionar las asunciones metafísicas que lo sustentan en la sombra. Aunque es cierto que un presupuesto básico no se refuta propiamente, sino que se sustituye por otro que muestre una consistencia mayor con su ámbito explicativo.

viernes, 13 de junio de 2008

Conócete a ti mismo




El hombre, a diferencia del animal, es un ser histórico y por ello capaz de obrar contra natura a voluntad. Este rebelarse y enfrentarse a la naturaleza es lo que el relato del pecado original señala como algo eminentemente malo, doloroso y estéril. Nuestro existir es poco más que la consciencia de un fracaso. No porque todo pasado fuera mejor, sino porque sin pecaminosidad y forcejeo con Dios no hay vida ni epopeya humanas. No hay muerte, no hay reproducción, pero tampoco hay moral ni auténtico devenir. ¿Tuvo lugar ese estado paradisiaco? Sólo como promesa. Y como promesa permanece, pues fue en dos ocasiones formulada y rota en una.

El gnóstico y el darwinista creen que la maldad en el hombre se debe a lo que en él hay de animal y de natural. Encerrado en la tenebrosa prisión de la carne, o en el determinismo de los genes, el hombre no podría más que comportarse de manera "egoísta" y antisocial, lo que nos conduce al fatalismo típicamente maniqueo. El universo -se nos dice- es indiferente al bien y al mal, dado que carece de fines. La cultura y la política serían las encargadas de dar fines superiores a la especie, generando la segunda naturaleza de los sofistas, que en realidad es la imitación torticera de la originaria, trocada la brutalidad en astucia. El amor fati exige también el olvido de sí, la disolución en una fuerza genérica como la comunidad o el Estado.

Ahora bien, tan falso es decir que el hombre fue o es un simio como afirmar que fue o es un ángel. Un hombre es un hombre: una singularidad, un individuo; si acaso, una textura abierta. La animalidad y su opuesto son en él tendencias, no realidades. Así, los animales tienen anima pero carecen de identidad, aunque los menos logren reconocer su cuerpo y atribuírselo. Sea como fuere, están en el mundo como el agua en el agua (Bataille) y se limitan a reproducir los patrones de sus antepasados. Sólo el hombre se avergonzó por primera vez, cortando el nexo que lo unía al común de la creación perfecta y autosatisfecha.

No echaríamos en falta la plenitud si no la hubiéramos experimentado. Seríamos felices en nuestra miseria, como el puerco lo es en el lodo. La esencia del hombre es ser racional y libre. Su carácter de excepción no radica sólo en lo sobrenatural de su psique (no más extraordinaria ni más divina en virtud de su causa que la de cualquier bruto), sino en lo infranatural de la misma, esto es, el fenómeno incomprensible, la inarmonia preestablecida por la que sus facultades principales -la de elegir y la de perseverar- luchan entre sí y se aniquilan recíprocamente.

El hombre no ha de despojarse de su animalidad, ha de llevarla a la perfección. Él es el animal por excelencia, en el que Dios se complacía. No hay que añorar un pasado mítico, pero es preciso conquistar un futuro dilapidado. A este futuro, sin embargo, no se llegará natural y necesariamente, al modo de la teología progresista, mas graciosa y libremente, y no lo alcanzarán todos. No será un triunfo de la especie, del pueblo o de la clase: lo será del sujeto.

miércoles, 11 de junio de 2008

Postanimalidad


El ateísmo es incapaz de hacer prosélitos por la sencilla razón de que es un constructo intelectual destinado a justificar una época a la que difusamente nos referimos como modernidad. No los hace porque ya los tiene hechos: son los hombres felices, los "espíritus fuertes" hijos de la emancipación de las ciudades. Como sublimador del "progreso" y de la "esperanza en el hombre" el ateo sólo puede explicar el mal desde la perspectiva de la animalidad, que es actualmente la darwinista. No sabe ver que el mal está en la postanimalidad misma, en la humanidad, porque no la conoce.

Si el animal y el hombre pueden distinguirse en algo de manera permanente, es válida su diferenciación categórica, como de hecho ya existe en nuestro idioma. Ver al hombre como un animal sin más es el primer paso para empezar a ver a los animales como hombres. Lo que para vosotros es un corte impreciso y una frontera borrosa, para mí es un abismo. Ningún animal fuera del hombre siente vergüenza, y éste es un rasgo perenne, no sujeto a selección natural. Quien crea lo contrario sitúa al hombre sin mácula no al principio, como hacemos nosotros, sino al final de un proceso histórico purificador que termina necesariamente en apokatastasis.

Habéis cambiado a San Agustín por Orígenes. Con vuestro pan os lo comáis.

martes, 10 de junio de 2008

¿Es una ventaja poder pensar?


Atilio es quien pregunta, y lo hace en términos biológicos. Si por pensar te refieres a ser consciente, no veo la ventaja a efectos evolutivos. Al menos no desde el prisma materialista. Los ateos os habéis cansado de decir que no somos libres, sino que apenas nos apercibimos de una serie acciones sobre las que no podríamos decidir en absoluto, puesto que están determinadas necesariamente, y que llamaríamos "nuestras" sólo por una cuestión de proximidad.

¿De qué sirve, pues, la consciencia si no es más que un eco diferido del auténtico curso de la vida?

domingo, 8 de junio de 2008

La medida del hombre




Tal vez no debería resultar más misteriosa que el resto de sensaciones, pero la del dolor tiene algunos rasgos particulares dignos de examen.

El malestar, ¿cómo describirlo? Es, más que un mero padecer, una urgencia de actuar. No hay acción sin dolor previo que la incite. Sin deseo, esto es, sin constatación del dolor, no percibimos razón suficiente para alterar un estado de hecho.

Cuanto más intenso es el dolor, mayor es la necesidad de obrar. La tortura y la lucha se distinguen porque en la primera la defensa está prohibida e imposibilitada, con lo que el dolor aumenta en la medida en que la acción disminuye. Ambos guardan una relación de proporcionalidad inversa.

Nótese que el placer y el dolor no pueden oponerse entre sí desde un plano puramente empírico, ya que son estímulos observables en grados diversos; y en función de éstos sus respuestas, también comparables entre sí, análogas. Sólo desde el plano moral cabe diferenciarlos como antónimos.

No se da la potencia sin el sufrimiento, ni la acción sin el placer. Así pues, estos dos afectos hasta tal punto encontrados, sufrir y gozar, son testimonios psicológicos de que no todo en nosotros es programación, inercia o ductilidad.

Si actuar o no hacerlo fueran imperativos genéticos o ambientales, no podrían tener al hombre, al ser vivo como medida: serían medida de sí mismos. No sentiríamos necesidad de obrar, sino que obraríamos sin más. No existiría la dialéctica entre fines que, de forma inexplícita, aparece en toda decisión. Se diría, sin embargo, que la naturaleza quiere convencernos para que la sigamos. ¿Se habría tomado esa molestia si no fuésemos nadie, si se lo debiéramos todo?

Enemigo sin rostro


I. El creyente aloja a la increencia en su interior, la mantiene cautiva. El ateo, en cambio, está él mismo encerrado entre las paredes de una fe invisible e imprecisa.

II. Al no pronunciarse sobre la naturaleza peculiar del hombre, al que se tiene por bestia adiestrada, el ateísmo es la hidra de todas las éticas de la adulación. Como tal incuba los particularismos ideológicos desde los que cualquier segmento social puede erigirse por razón de clase, raza o credo en juez último de la humanidad.

III. El ateo es un pesimista crónico que observa lo bueno como un accidente cultural y lo malo como un destino natural. Excluyo de esta categoría al progresista, que piensa exactamente al revés, pero que precisamente por eso ni siquiera es ateo por completo.

Sobre si ha de permitirse la sátira en todo caso




Bienvenido sea el humor, cuya función ha sido siempre despertarnos del sueño narcisista. Pero cuando el precio de su azote es la frivolidad perpetua, hay que reflexionar respecto a la conveniencia de una actitud así. Tratar al fenómeno religioso desde la caricatura no es lo más apropiado en una sociedad multicultural que, pese a la propaganda, anda lejos de estar secularizada y de ver la fe como un producto de consumo más.

La política de masas genera en democracia un vacío necesario, una incertidumbre recurrente en las consciencias, espacio que por fuerza acaba llenándose de convicciones parapolíticas, si bien no siempre irracionales o utópicas. Ese vacío no puede ser ocupado por algo tan disolvente y sin fuste como el humor o la simple crítica. Tampoco por una religión de Estado, que nadie en su sano juicio aceptaría hoy, ni por el proyecto insensato de una ciudadanía sin ética. Con lo que sólo nos queda ser tolerantes con las religiones tradicionales que respeten las leyes y, antes que éstas, los principios jurídicos básicos.

Pretendéis, sin embargo, combatir nuestras certezas con vuestras dudas, y de ahí que empleéis la arrogancia para compensar lo asimétrico de la pugna, cuando no el poder ejecutivo "ad hoc". El ateísmo es una fuente de discordia donde resulta imposible encontrar un mínimo denominador común en sede metafísica. Aunáis el espíritu de los cruzados, la ceguera de los inquisidores y la ignorancia de los salvajes. El error en esta actitud -capaz de precipitarnos a la tragedia- es que carecéis de fuerza moral y administrativa para hacer prosélitos para la causa atea, que en su vertiente militante oscila entre el elitismo académico y el cinismo chocarrero. Especulación, pues, y provocación, siendo todo lo demás pensamiento débil. Por desgracia, lo que menos nos conviene actualmente es la debilidad.

sábado, 7 de junio de 2008

El trabajo de definir


Insisto, todo este debate quedaría zanjado si desde el comienzo se distinguiera claramente entre libertades, derechos y obligaciones. Libertad es lo que se permite por no ser en exceso dañino para terceros, compensándose con consecuencias deseables; derecho es lo que se promueve por ser provechoso para el conjunto; obligación, en fin, es lo que se nos compele a no hacer (delito) o a hacer (deber) por ser su acción u omisión inadmisibles.

La libertad es, pues, tolerancia social, mientras que el derecho implica reconocimiento social y la obligación intolerancia social. La izquierda se ha aficionado a subvencionar libertades, como los conciertos antiglobalización o el orgullo gay (justificables sólo a modo de propaganda de partido y entretenimiento de masas) y a relativizar derechos como el del matrimonio procreador o la vida. Por otro lado, ha convertido derechos en obligaciones (v. gr., la educación en adoctrinamiento), imponiendo su modelo político al resto de la sociedad a través del fingimiento totalitario de que cualquier sistema de creencias ajeno resultaría destructivo si se generalizase (laicismo).

jueves, 5 de junio de 2008

Pecados en tu nombre




Así que es cuestión de libertad, Fonseca. Ahora bien, supón que yo decido libremente prescindir de ella y someterme a las decisiones de otro por el resto de mis días. ¿Respetarás mi voluntad de ser esclavizado? Si no la respetas, estarás respaldando con tu negativa un orden superior a la libertad individual, capaz de contradecirla. Y si la respetas, habrás demostrado no creer en la libertad como facultad inalienable, sino como dogma fuera de todo cuestionamiento.

* * *

Discuten:

La comparación con el esclavismo voluntario (al que yo me opongo, pero no voy a explayarme aquí sobre es tema) es falaz, porque en el caso del esclavismo estamos hablando de alienar nuestra voluntad futura (nuestra voluntad presente –en el contrato- prima sobre nuestra voluntad futura –cuando una vez firmado el contrato queramos dejar de ser esclavos), mientras que en el caso del suicidio (y del suicidio asistido) estamos ejerciendo nuestra voluntad presente en todo momento.


Que la voluntad presente prime en virtud de sí misma sobre la pasada es contrario a derecho una vez formalizado el acuerdo, pues los pactos han de cumplirse salvo que las circunstancias que los motivaron cambien substancialmente.

Por otro lado, disponer de la propia vida sí es enajenar la libertad futura, ya que el ejercicio de ésta depende de la conservación de aquélla.


El conflicto que puede surgir en el contrato de esclavitud (el esclavista nos obliga a ser esclavos a pesar de nuestro cambio de opinión) no surge en el suicidio o el suicidio asistido, donde nadie nos obliga a nada en ningún momento.


No es así. En el ejemplo que se cita somos nosotros quienes nos hemos obligado a ser esclavos suceda lo que suceda. Permitir que la libertad se contradiga pasado un tiempo es negar que fue sabia en primera instancia y conceder, por tanto, que puede haber decisiones más racionales que aquellas que se toman libremente.

* * *

Y en otra parte:

si A decide acabar con su vida, pero esta inutilizado físicamente para tal cosa, y le pide ayuda a B, que no es un funcionario, y este decide ayudarle, dejando constancia de este consentimiento. ¿Debería B de estar perseguido según tú?


Obrar así sólo procede si su muerte era inminente y se trataba de ahorrarle sufrimientos. Se apela a la fuerza mayor.

Aunque hay que aclarar algo. En realidad, no es cierto que nuestro cuerpo o nuestra vida nos pertenezcan. Podemos de hecho hacer con ellos -en este caso contra ellos- lo que esté en nuestra mano, pero no hay derecho natural alguno a perjudicarse o extinguirse voluntariamente. Ese derecho lo tendría sólo el ser capaz de crearse a sí mismo, o aquel cuyas acciones no afectasen al resto del universo. No obstante, dado que la vida es un entramado de dependencias familiares y sociales, la irracionalidad que de forma consciente se consuma ha de ser castigada, incluso cuando es contra el que la practica o cuenta con su consentimiento.

En otras palabras, sólo está justificado que podamos afectar negativamente los intereses de un tercero cuando procuramos por los nuestros, siendo estos legítimos. Ahora bien, nadie niega que todo suicidio es una pérdida para la sociedad (salvo, tal vez, casos límite como el suicidio de ciertos criminales), y que nunca beneficia al que lo lleva a cabo, pese a su opinión en sentido contrario; luego el suicidio en cualquiera de sus tipologías aplicables más allá de la tentativa, esto es, en las figuras del inductor o del cooperador necesario, debe castigarse siempre.

¿Diremos lo mismo de otras conductas irresponsables y perjudiciales? Sí, si revisten suficiente gravedad. Así, al pródigo se lo puede inhabilitar, lo cual no deja de ser un castigo, pese a que no se articule a través del ordenamiento penal.

martes, 3 de junio de 2008

Sino


La religión cristiana tradujo el "conócete a ti mismo" de los clásicos por un elocuente y resoluto "sabe que eres basura". He aquí el Evangelio. Pero eso no era ninguna novedad y, por supuesto, tampoco era buena. Plauto constató que el hombre es un lobo para el hombre; Ovidio decía aprobar lo mejor y seguir lo peor; Séneca se lamentaba por ir tras el bien en una carrera cuya meta apenas podía atisbar. Cuando los mejores se acusan la humanidad está perdida, porque empieza a conocerse.

Sin embargo la falta de discernimiento jamás ha ayudado a nadie, entregando al ignorante a un azar del que es al tiempo espectador y víctima. Creerme bueno no me convierte en bueno, ni la aprobación de los demás palia mis faltas. Mi noción innata de lo noble no tiene por qué atinar más que cualquiera de mis instintos; lo que me enseñaron sobre el bien y el mal puede ser tan falso y de un provincianismo tan acusado como cualquier otra creencia.

El bien sólo logra identificarse en oposición al mal, y la libertad de la acción sólo frente a la esclavitud de las pasiones. Para ser malos no precisamos maestros; para ser buenos hemos de sabernos malos, ser esclavos para ser libres. Denigrarse es siempre el mejor autotestimonio y el único camino seguro.

Pero ningún malvado se puede humillar sin ser hipócrita, ni confiarse a ideales, ni a opiniones. La humanidad ha de ser humillada.

lunes, 2 de junio de 2008

La nieve es negra, el vino es sangre


Hypothesis 1. All color is an impression on the sensorium, not a certain quality in things, but an extrinsic denomination, or, as Thomas Hobbes says, a phantasm.

2. Therefore, color is nothing not being perceived by us.

3. Blackness is not so much a color, as the privation of color, or we say that we see something black, when we see nothing.

4. All opaque things in themselves are black, by hypotheses 2 together with 3. Therefore, also snow. Anaxagoras, however, so that his paradox should be more remarkable, would take as the basis of his discussion especially what is held to be the whitest.

5. Color is nothing other than an impression in the eye, which is made by atoms of light, from a luminous body, impinging on [something] opaque, and thence being reflected to the eye.

6. There are three optical principles: fire, whose atoms are pyramidal, water, which dispersed makes air, whose [atoms are] spherical; earth, whose [atoms are] cubical.

7. Fire is the principle of light, water of blackness, earth of color. Indeed, pyramidal atoms are the most subtle, they have the force to stab, etc., which are characteristics of fire. Fire and light, however, are materially the same. Cubical atoms can be so joined to one another so that there is nothing empty between them. They are therefore the cause for why atoms of fire are reflected, that is, by hypothesis 5, of color. And between spheres there is the most emptiness, they are therefore the cause of no reflection - indeed where nothing obstructs [pyramidal atoms], they penetrate rather than being reflected - or of no color, that is, by hypothesis 3, of blackness.

8. Whatever when rare is such, that thing when condensed is more such. Because combined force is stronger.

9. Snow is condensed water.

10. Snow therefore should also appear as black as possible, by hypothesis 7, together with 9, and 8. Q.E.D.

Therefore, this argument is like Zeno’s against motion, so that Anaxagoras could convince a boastful sophist, or show his ingenuity in proving and defending anything whatsoever, or help the skeptics by showing the separation between the senses and reason, so that one or the other must be mistaken. However, if he also said that [snow] appears black to him, it seems that he said that in jest, because he knew that no one could refute this paradox.


Leibniz. A Conjecture Why It Seems That Anaxagoras Could Have Said That Snow Is Black.

* * *

I once wondered what one of you Catholics should say if God wanted to abolish as superfluous all composite substance, that is anything in virtue of which phenomena could be said to be real. Given this, the substance of body itself would consist in its constitutive phenomena — for example, the nature of whiteness consists in bubbles, like foam, or some similar texture, which is perceived by us only subconsciously. But the accident of whiteness consists in that conscious perception by means of which we are aware of whiteness. So, if God wanted to substitute blackness for whiteness without affecting the accidents of whiteness, he would bring it about that all percipients (for the truth of a phenomenon consists in the mutual agreement of percipients) retained the conscious perception of whiteness and its effects, namely the perception of that which results from the constitutive [phenomenon]; but they would have a subconscious perception not of foam or little bumps (i.e. the texture which makes whiteness), but of troughs, or the texture which makes blackness. Thus all the conscious perceptions of bread would remain, but for the constitutive phenomena (which are still perceived by us, but subconsciously) would be substituted the universal perception of the constitutive or subconscious phenomena of flesh.


Leibniz. Correspondence with Des Bosses.