Si la vida es, como creemos, desde sus orígenes la continuación de un único y mismo impulso que se reparte en líneas divergentes de evolución, entonces las causas esenciales que operan sobre las diversas líneas deben conservar alguna cosa común. Algo del todo, del impulso primitivo, ha de subsistir en las partes. Este elemento común se evidenciaría por la presencia de órganos idénticos en organismos muy diferentes. Pero si admitimos el mecanicismo, ¿qué probabilidad habría para que dos evoluciones diferentes condujesen a resultados similares? La probabilidad será tanto menor cuanto más diverjan las líneas de evolución. Así, pues, la prueba de nuestra tesis consiste en ver si la vida fabrica algunos aparatos idénticos por medios diferentes y en líneas de evolución divergentes, y su forma demostrativa será proporcional al ángulo de separación de estas líneas y al grado de complejidad de las estructuras similares.
Diráse que la identidad de condiciones en que la vida ha evolucionado tenía que producir la similitud de estructuras. Según una hipótesis esas condiciones han producido por acción directa la variación de los organismos en un cierto sentido. Según otra, la influencia de esas condiciones se realiza por vía indirecta, consiguiendo la adaptación de las especies por la eliminación de los menos adaptados. Esta última, por su carácter negativo, explica cómo se conservan variaciones ya dadas pero no el desarrollo progresivo de aparatos complejos y menos aun de la identidad estructural de organismos complicadísimos en líneas divergentes de evolución. En esta hipótesis la adaptación de los organismos a las circunstancias exteriores sería algo así como la adaptación del agua a la forma del vaso; no habría, pues, inconveniente en explicar la similitud de estructura como la identidad de forma que toman dos líquidos diferentes vertidos en el mismo vaso. En este ejemplo, la forma del vaso ya estaba hecha, pero cuando se trata de la adaptación de un organismo a las condiciones exteriores ¿dónde está la forma preexistente? No hay tal forma; es la vida la que crea una forma apropiada a esas condiciones exteriores por la construcción de una máquina que les aprovecha y que no se parece en nada a ellas. La adaptación no es entonces moldeamiento de una materia indiferente, pasiva repetición en relieve de lo que las condiciones den en hueco, sino réplica activa.
El finalismo se ha servido de la maravillosa estructura de los órganos de los sentidos para comparar el trabajo de la naturaleza al de un obrero inteligente. Como el ojo es el ejemplo más evidente de adaptación de un órgano a la materia que utiliza, la luz, es también el más apto para comprobar la suficiencia o insuficiencia de las explicaciones mecanicistas y finalistas. Según ambas hipótesis, la sensibilidad pigmentaria de los infusorios, puramente accidental al principio, pudo directamente, por un mecanismo desconocido o por las ventajas que ofrecía, sufrir una ligera complicación y por sucesivas interacciones entre órgano y función, formar progresivamente el ojo del vertebrado. Difícil es decidir la cuestión, porque órgano y función se condicionan de tal suerte que no se sabe si lo primero es el órgano como cree el mecanicismo o la función como cree el finalismo. Pero si en vez de comparar los dos términos heterogéneos de órgano y función comparamos dos homogéneos -un ojo con otro ojo- acaso nos acercásemos a una solución más plausible. Si observamos el ojo de un vertebrado y el de un molusco, encontraremos una similitud de estructura. Ambos tienen las mismas partes esenciales -retina, cristalino, córnea- compuestas de elementos análogos. Ambos funcionan también idénticamente. Sin embargo, moluscos y vertebrados se separaron del tronco común mucho antes de poseer un ojo tan completo y tan similar. ¿De dónde proviene la analogía?
Darwin hablaba de variaciones ligeras que se van sumando por efecto de la selección natural. Ahora bien, para que el ojo, que ha experimentado la variación, sea más perfecto y el individuo sea conservado con preferencia a los que no poseen ese nuevo ojo, es preciso que éste funcione y para ello que todas sus partes se desarrollen a la vez en el mismo sentido, manteniendo su coordinación. Un perfeccionamiento de la retina exige un desarrollo paralelo en los centros visuales y en las partes del propio ojo. Pero no es posible que si esas variaciones son fortuitas se produzcan a la vez y en el grado requerido en todas las partes del órgano de manera que éste cumpla su función como antes. Por eso Darwin supone una variación insensible que no perturba el funcionamiento del órgano, el cual puede esperar las variaciones complementarias para dar el paso adelante. Pero si por el pronto no se menoscaba ni favorece el órgano, ¿cómo se agarra a ella la selección natural? Y por otra parte ¿cómo idénticamente se han producido las variaciones insensibles, por tanto, infinitas, en el mismo orden sobre dos líneas de evolución tan diferentes si eran accidentales y cómo se acumularon y conservaron en el mismo orden? Esta hipótesis como otras que no admiten más que lo fortuito al principio, tiene que recurrir después a lo coordinado y armónico en sumo grado.
Es más fácil comprender la semejanza de los ojos del vertebrado y del molusco si el desarrollo se hace por un número pequeño de brincos súbitos. Como además la diferencia producida es grande y asegura una ventaja importante al ser vivo, también se comprende mejor que la selección natural opere sobre ella. Pero el problema es el mismo; ¿Cómo todas las partes del ojo se modifican a la vez, tan coordinadamente y en el mismo sentido que la visión no se perturba? Habrá que suponer un favor del azar, pero entonces también habrá que recurrir después a una suma coordinación, pues no puede ser casualidad que en el curso de la evolución surjan nuevas variaciones súbitas, nuevas complicaciones de estructura, maravillosamente encajadas unas en otras, siempre en el mismo sentido en la prolongación de las precedentes y, además, cuando se consideran dos líneas divergentes en el mismo orden sobre ambas.
Darwin invocaba la ley de correlación, según la cual un cambio en un punto del organismo repercute en todos los demás. Pero una cosa es cambio correlativo y otra cambio solidario, sistema de cambios complementarios y coordinados que perfeccionan el funcionamiento de un órgano. Los ejemplos de correlación que presenta no tienen nada que ver con este perfeccionamiento. En resumen, para explicar cómo las variaciones accidentales, insensibles o bruscas, convergen coordinadamente al mismo efecto y en la misma dirección, habría que acudir a la intervención de un "buen genio".
Bergson
Pues sí, estas tonterías se dicen cuando se cree que la filosofía puede sustituir a la ciencia para saber algo. Bergson también hizo bastante el ridículo opinando sobre la Teoría de la Relatividad.
ResponderEliminarTonto y ridículo son epítetos que cuadran mal a Bergson, por lo que creo que deberías justificarlos.
ResponderEliminarComo puedes observar, pretende sacar conclusiones acerca de la realidad simplemente hilando preconcepciones suyas de sobre cómo pueden o deben ser las cosas.
ResponderEliminarHace mucho tiempo que se sabe que eso no funciona, que lleva a un sesgo tras otro, a un non-sequitur tras otro, y sin embargo, él erre que erre, sin entender el papel que representa y el que no representa el azar en la evolución, y sin entender la teoría de la relatividad y pretendiendo saber más que los que saben.
Y, por supuesto, sin hacer un solo descubrimiento que supere las teorías que critica. Y sin hacer una interpretación coherente y que sirva para como línea de investigación.
Su aportación a la ciencia: cero. Que sea erudito en otras cosas, que escriba bien y que tenga otras cualidades, quién sabe, pero en estos temas ha pasado a la historia por hacer el ridículo.
Tú mismo, con lo que sabes de la teoría de la evolución podrás encontrar las falacias en el discurso que nos has puesto como entrada. Falacias, por otra parte, que se habían señalado a otros como él una y otra vez mucho antes.
Me interesa tres de las ideas que expone Bergson, a saber: en primer lugar, suponer un "sentido común" que permita analogía; en segundo lugar, la idea de finalidad; y por último lo del buen genio (que sería capaz de entender el primero y la voluntad necesaria que mostraría en la finalidad). La dificultad de estas tres ideas que funcionan conjuntamente es que parten de lo dado, y suponen un tramado que sobrepasa el entendimiento y la voluntad del común de los mortales. ¿Dónde creo que puede fundamentarse esta falsa conjunción? El texto de Bergson pretende resolver un problema que es el de cómo pequeños cambios cuantitativos, provocan un cambio cualitativo (de función). La respuesta es vuelta de nuevo a un buen genio que ya tenga en sí mismo todas las posibilidades cualitativas (sin explicar nada por supuesto9. Las metafísica fracasadas de esta forma de pensar son las de Leibniz y Hegel.
ResponderEliminarJosé Luis:
ResponderEliminarNo veo esas falacias. Creo que las que se hace Bergson son preguntas legítimas y dificultades reales a una teoría que, como casi todas, deja lagunas. No habría que echarse las manos a la cabeza si no se hubiera dotado a ésta de propiedades omniexplicativas y antiteístas de un carácter casi providencial.
Juanma:
Se ha intentado dar respuesta a este problema, que no tiene nada de tonto o ridículo, mediante la noción de exaptación, esto es, la bifurcación de finalidades en un mismo órgano o proto-órgano. Pero esto no explica ni la solidaridad simultánea en un cambio orgánico ni la cuestión de la analogía entre líneas evolutivas divergentes. La lectura del "buen genio" o diseñador de la naturaleza tampoco explica nada, pero expone los límites del materialismo y nos obliga a seguir buscando.
Es que las preguntas que se hace Bergson están contestadas, y su deducción final acerca del "buen genio" es un non-sequitur. Para explicar por qué delfines y tiburones tienen un cuerpo en forma de uso y unas aletas en lugar de patas sólo hace falta tener en cuenta que las leyes de la hidrodinámica son iguales para ambos.
ResponderEliminarJosé Luis:
ResponderEliminarEsta objeción está contestada en el segundo párrafo del texto. Las circunstancias exteriores inclinan a soluciones convergentes en vistas a la adaptación, pero no obligan a adoptar medios análogos en los organismos (no todos los animales marinos son fusiformes). Así, cuanto más compleja sea la solución encontrada -y la del ojo no parece obvia- y más distantes evolutivamente los dos términos de la analogía, más plausible parece afirmar lo siguiente: que la vida elige en función de disposiciones internas previas a la evolución y que, por tanto, ésta no explica el verdadero principio de los cambios orgánicos estructurales.
La del "buen genio" no es una hipótesis superflua o gratuita. Explica una armonía que va más allá de los individuos y de las especies; que es inteligente a la par que general e impersonal. La presión evolutiva no es un molde tan diáfano que, como el vaso al que se adapta el líquido en él vertido, sólo pueda producir formas vivas en extremo semejantes. Admite por el contrario infinidad de rodeos y multitud de soluciones válidas.
ResponderEliminarInclinan pero no obligan... Es lo que dicen los astrólogos de las posiciones de los astros. Palabras que no significan nada.
ResponderEliminarMe fuerzas a ser más duro de lo que quería con el inocentón de Bergson.
El buen genio no es hipótesis explicativa de nada hasta que no se pueda deducir de ella unas cosas y no otras y que se puedan verificar empíricamente, y todo eso mejor que con hipótesis alternativas.
Nada de eso ha ocurrido.
Hay hipótesis que pueden ser verdaderas y resultar indemostrables, como la de la infinita divisibilidad de la materia. Es mejor contar con un apoyo metafísico y congruente que con una falsa solución empírica a modo de parche.
ResponderEliminarNo hay ninguna razón para pensar que la infinita divisibilidad de la materia sea una hipótesis cierta no necesaria. Es solo un prejuicio de la manera de pensar de alguien, como toda metafísica.
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