La naturaleza misma de la verdad excede nuestra experiencia presente. Si la verdad no fuese nada más que lo que hoy sabemos, más bien deberíamos llamarla certeza. Sin embargo, ¿qué puede considerarse cierto si no se presupone una verdad permanente?
Luego, o bien sólo contamos con una tenue, cuestionable y cambiante certeza sobre lo que nos rodea, en cuyo caso nuestro conocimiento es una suerte de creencia metódica, o bien tenemos acceso a realidades a priori no susceptibles de ser discutidas o modificadas.
Si es posible alcanzar un conocimiento objetivo, universal y permanente, existe la verdad absoluta. Tal verdad debe ser sobrenatural, estando más allá del espacio, el tiempo y la observación.
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Propter Sion non tacebis