sábado, 27 de agosto de 2022


Que existe una materia común a todos los seres sensibles se infiere de la impotencia de la nada para originar o destruir el ser. Así, los seres que se generan y corrompen en la naturaleza no surgen de la nada ni van a la nada. Luego hay algo común entre el ser corrompido y el ser originado a partir de él.

Dicha materia común, al ser sede de todos los opuestos que se dan en los seres sensibles, carece de cualidad y de magnitud. Su existir es su obrar, esto es, su permanecer igual a sí misma y posibilitar el cambio en todo lo material.

La materia primera así definida, estando desprovista de cualidades materiales y siendo el presupuesto de todas ellas, no puede ser causada por un ente material determinado, ya que lo posterior no es causa de lo anterior. Tampoco por un ente indeterminado, toda vez que no hay materia indeterminada fuera de ella y no cabe que se cause a sí misma. Luego o bien es incausada, o bien causada por un ser inmaterial.

Si la materia primera es incausada será por ello necesaria e infinita, pues no tendrá nada que preceda a su existencia ni nada que se le oponga. Además, si es siempre y en todas partes, debe ser homogénea, es decir, igual a sí misma en cualquiera de sus extremos. Ahora bien, al no tener cualidades y ser igual a sí misma, no será causa de las cualidades opuestas que le sobreyacen, que deberán atribuirse a las formas o números. No siendo la causa de dichas cualidades ni de las formas, síguese que no es infinita, ya que a su suma indeterminación se opone la determinación de las formas. Ahora bien, si la materia primera no es infinita, entonces no es siempre y en todas partes (no es en las formas), por lo que no es necesaria. Tampoco es causada por la nada, de la que ya hemos afirmado su impotencia. Por tanto, es causada por un ser inmaterial.

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Propter Sion non tacebis