Lo que no entendemos no lo poseemos, nos posee.
La existencia espiritual puede concebirse como una serie de círculos concéntricos que poseen o son poseídos, siendo Dios el círculo máximo, poseedor de todo y no poseído por nada.
Adán y Eva, mientras permanecían en estado de gracia, estaban dentro del círculo de Dios, poseídos por Él. Cuando se enfrentaron a la posibilidad de negar a Dios, no lo entendieron. Por ello se adentraron más en la serie de círculos y cayeron dentro de uno mucho más pequeño, siendo así poseídos por el diablo.
Desear la posesión del círculo más bajo no nos sitúa fuera de Dios, sino contra Dios. Y, dado que nos impide ascender y comprender, supone la frustración voluntaria de nuestra humanidad y el descenso en lo bestial o diabólico.
Piénsese en una posesión menos violenta que la de los demonios, una suerte de hipnosis. Si veo lo mejor y lo apruebo pero sigo lo peor, puede inferirse que hay dos almas en mí: la que entiende y posee y la que no entiende y es poseída. Esta escisión se resuelve a favor de la segunda alma cuando la posesión es más fuerte que el poseer. Ahora bien, ¿puede la ignorancia, que es una mera carencia de conocimiento, obrar tan poderosamente sobre nosotros como para inclinarnos hacia lo que reconocemos como malo? No lo creo. Por este motivo sostengo que somos atraídos o poseídos por un círculo inferior.
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Propter Sion non tacebis