Juan de París (Jean Quidort) niega que algo pueda ser necesario por otro, como el rayo por el sol, mediante este razonamiento:
Si algo que no tiene el ser en sí y existe por otro (ens ab alio) existe necesariamente, obtiene su ser necesario por razón de una relación necesaria, como sucede con la conclusión de un silogismo respecto a sus premisas. Ahora bien, el principio de todo existir necesario es Dios, el ser necesario en sí mismo (ens a se). Sin embargo, no hay en Dios una necesidad de crear, ya que para que Dios estuviera necesitado debería darse un fin fuera de Dios establecido por un agente anterior a Dios, lo que va contra su propia noción y es, por tanto, imposible. Luego tampoco se da la relación necesaria exigida para que un "ens ab alio" exista necesariamente.
Asimismo, no soy capaz de concebir un efecto necesario que sea distinto de su causa. ¿En razón de qué cabría separarlos? Si fuera necesario que mi sombra siempre me acompañara, aun en ausencia de luz, mi sombra estaría tan íntimamente unida a mí como mi propio cuerpo o mi altura. Sería una propiedad inherente más que un efecto.
Por ello, no se dan verdaderos motivos para diferenciar a Dios del mundo si éste es un efecto necesario de aquél. No puede decirse que Dios no es material mientras que el mundo lo es, pues uno no se dará sin el otro, formando parte del mismo todo. Cualquier distinción que estipulemos entre ellos será puramente nominal.
Por ende, Dios no sería fundamento del mundo si el mundo es tan necesario como Dios. No hay grados en la necesidad: o se es necesario o no se es. Si, aceptando la tesis neoplatónica, Dios, coeterno con su emanación, no es el fundamento del mundo y es parte del gran mundo, es fácil, o más bien inevitable, llegar al dios de Spinoza.
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Propter Sion non tacebis