domingo, 20 de mayo de 2007

Ser para la muerte


La locura es perseguir un fin infinito que no guarda relación con ningún otro, ni real ni lógica. Ahora bien, la vida puede vivirse de dos maneras: como infinita, dando por hecho que somos o seremos inmortales, o como finita, asumiendo lo contrario. En el primer caso existe una relación con Dios o con el destino, que nunca nos abandonan. En el segundo la vida es sólo un chispazo entre dos abismos. Apagarse es su liberación, su retorno a la cordura.

La vida atea surge sin propósito y se extingue por necesidad. Está segregada y al margen de cualquier sistema que la supere y le dé sentido. Guarda, en consecuencia, una total desconexión con lo que no sea ella misma. Acotada por lo caduco de su aliento, sólo puede ensancharse a fuerza de desindividualizarse, esto es, de negarse por disolución.

Ateos: ¿Cómo puede ser el mal un problema, si de la muerte os viene tan gran beneficio?

Teutoniam dudum belli atra pericl.mp3

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Propter Sion non tacebis