lunes, 30 de abril de 2007

Fortaleza que debilita


La razón al servicio de la animalidad. El pecado original, simple tendencia o pendiente, no basta para explicar la perseverancia en el error. El hombre abandonaría sus quimeras para adorar a la única verdad y al único Dios si a tal cometido obstaran sólo sus pasiones y su embrutecimiento innato. Iba a bastar para ello una buena educación, como opinaba Sócrates.

Pero el peor desliz es el que nos propulsa hacia lo alto. Necesitamos estar convencidos de hacer el bien hasta en la más abyecta de nuestras obras. Toda traición tiene un bello prólogo, y la ciudadela de la maldad está asfaltada con compromisos que llevan la marca de la nobleza.

Así, nos confunden los hechos y nos confunde la doctrina. El diablo puede engañar en ambos sentidos, mas a los incultos sólo los prende a través de una ilación falaz, inducida en el orden de los acontecimientos: son los supersticiosos. Al resto les da una moral.

In furore iustissi...

domingo, 29 de abril de 2007

Veredicto, a propósito de las revoluciones


¿Qué límite tendrá, entonces, el mal? Pues si el que sufre una injusticia se venga, transfiere el mal ininterrumpidamente de uno a otro, y la injusticia se traslada y sucede a otra injusticia. Porque cuando concedes a la víctima el derecho de vengarse, por este mismo derecho, a su vez, el castigo se retrotrae de aquél a este mismo, ya que el derecho es el mismo para los dos. ¡Oh, Zeus!, ¿qué es lo que has hecho? ¡Una justicia resultante de injusticias! ¿Y hasta dónde avanzará el mal? ¿Y dónde se detendrá? ¿No sabes que remueves esta fuente perenne de maldad y redactas una ley que instituye el mal en toda la tierra?

(...) Me atrevería yo a decir que si hay grados dentro de la injusticia, el que se venga es más injusto que quien lo ha precedido. Pues el que por ignorancia incurre en la injusticia obtiene el reproche como castigo, pero quien se venga le quita el reproche, pues toma para sí lo injusto de su semejante. En efecto, del mismo modo que quien se junta con uno que está lleno de carbonilla tiene por fuerza que ensuciar su propio cuerpo, así también el que pretende juntarse y andar a vueltas con un hombre injusto tiene por fuerza que disfrutar con él de mal y llenarse, como aquél, de carbonilla. Acepto que un atleta compita con otro atleta igual de ejercitado y de ambicioso, pues veo que tienen una constitución semejante, un entrenamiento parecido y un anhelo de victoria igualmente honorable. Pero cuando un hombre bueno se enfrenta a uno malo, sin que uno y otro provengan de la misma palestra, sin que se hayan ejercitado con el mismo entrenador ni hayan aprendido el mismo arte, sin que se hayan curtido con las mismas tretas ni amen la misma corona y la misma proclama, pena me da el combate, desigual es el combate. El malo tiene por fuerza que vencer cuando compite en semejante estadio: malos son sus espectadores e injustos sus árbitros. En tales circunstancias, el hombre bueno carece de arte y formación, de recursos frente a la deslealtad, la maldad y el engaño, así como de los restantes trucos por los que la perversidad prevalece y se hace fuerte. De modo que resultaría muy ridículo, cuando tratara de devolver la injusticia al injusto, todo aquel que no esté dotado para ello por naturaleza, arte y hábito.

Máximo de Tiro.


*


No resistáis al mal.

Mt. 5:39-42.

sábado, 28 de abril de 2007

Pacto


Estoy dispuesto a renunciar temporalmente a cualquier discusión teórica bajo la condición de llegar a un acuerdo práctico con los contendientes. Sea el ateo mi hermano si respeta los siguientes principios:

1) Amor a la verdad por encima de todo. Se excluye la mentira como algo vergonzoso y contraproducente. Si se miente, es de ley arrepentirse.

2) Humildad y obediencia ante los mayores en edad, en autoridad o en conocimiento.

Se subordina a 1: nunca serviremos a la mentira.

3) Sentido del humor, esto es, capacidad para ver a los hombres como gusanos y no entristecerse por ello.

Se subordina a 2: nunca nos burlaremos de nuestros superiores.

4) Dulzura o benevolencia sin acepción de personas.

Se subordina a 3: nunca seremos demasiado dulces con los hombres, pues son gusanos.

5) Arrojo sin consideración del adversario ni temor por las consecuencias.

Se subordina a 4: nunca seremos despiadados.

Zefiro torna.mp3

Hume y Darwin


Una de los principales motivos por los que se desecha la teleología viene dado por el debilitamiento escéptico de nuestra forma de ver el mundo. Confundir lo pasado con lo azaroso y lo futuro con lo ideal, tal es el peligro de la relativización de la causalidad que conlleva todo ateísmo. La falacia la remacha el empirista, para quien sólo lo visible es digno de análisis. De esta manera, en tanto que sólo sobreviven los medios, jamás vemos los fines ni los tomamos en cuenta.

La última prueba


Todas estas conclusiones, repetidas "ad nauseam" para simular consenso, son el resultado ramplón de aplicar la navaja de Ockham a lo relatado: antes mentira que milagro. Podríais empezar por ahí y luego seguir con la filología, a modo de adorno. De hecho, vuestra investigación se centra exclusivamente en buscar apoyos para esta hipótesis económica. Pero no se actúa sin prejuicios al contemplarla y, bajo el dogma de que nada extraordinario puede suceder sin dejar pruebas empíricas, atentáis contra la certeza moral. ¿Qué hay más absurdo? Ningún grupo de alucinados lo está tanto como para morir por algo que sabe que no es veraz. No por una doctrina, al fin y al cabo opinable, sino por un fáctico incontrovertible. ¿Los mismos que adulteraron las palabras y hechos de Jesús aceptaron convertirse en mártires de los bulos por ellos creados? Esa fidelidad a ultranza entra ya en el capítulo de lo imbécil. Pero ¿no son un negocio hipócrita todas las religiones, de engañar y no engañarse? ¿Dónde está ahora vuestro recelo por la jerarquía? ¿Tal vez se sacrificarían por Dios aquellos que lo emplean como falso testimonio?

Hasta aquí respecto a los que le seguían, meros hombres. Respecto a la persona misma de Cristo, y por más que os empeñéis, no hay figura literaria, ni siquiera histórica, que tenga su fuerza paradójica, su elevación, su compleja profundidad, su apabullante coherencia, su universalidad y su tremenda capacidad de arrastre. Nada que se le aproxime, por poco que se piense. Sucede que nos hemos acostumbrado a todos sus prodigios, de los cuales los milagros son los menores, y ya resuenan lejanos, pueriles e inverosímiles en nuestros oídos, o toman rasgos amanerados en el caleidoscopio de la cultura. El exceso de divulgación transforma en dudosa a la verdad más sólidamente establecida. No podía ser distinto en este caso.

Ahora bien, ¿dónde está el cadáver de Jesús? Los discípulos no lo encontraron. Id a buscarlo.

martes, 24 de abril de 2007

Catulo


Muchachos, Muchachas
¡Para siempre!
¡Eis aiona!
Tuyo soy
¡Eis aiona!
tuyo soy
oh, vida mía,
¡Eis aiona!
tuyo soy,
eis aiona.

Muchachos
Tú, querida,
mi querida amiga,
eres mi cariño.

Muchachas
¡Cariño!

Muchachos
¡Cariño mío,
cariño mío!

Muchachas
¡Cariño, cariño
dime, dime
que me amas!

Muchachos
Oh, tus ojos
joyas brillantes,
fulguran, me reflejan
como espejos.

Muchachas
Espejos, espejos,
¿tus espejos?

Muchachos
Oh, tus tiernos
tiernos, tiernecitos,
tiernos, tiernecitos,
tus labios.

Muchachas
Cuidado, cuidado,
ten cuidado!

Muchachos
Invitan a jugar.

Muchachas
Cuidado, cuidado
ten cuidado!

Muchachos
Oh tu lengüecita,
tu lengüecita,
vibra rápida e inquieta
como una víbora.


Muchachas

Cuidado,
ten cuidado,
cuidado con mi víbora
cuidado con mi víbora,
o te muerde

Muchachos
¡Muérdeme!

Muchachas
¡Bésame!

Muchachos
¡Muérdeme!

Muchachas
¡Bésame!

Muchachos
¡Muérdeme!

Muchachas
¡Bésame!
¡Bésame!
¡Bésame!

Muchachos, Muchachas
¡Ah!

Muchachos
Tú eres Venus
Tú eres Venus,
¡eres Venus!

Muchachas
¡Feliz de mí!
¡Feliz de mí!

Muchachos
En ti
en ti
en ti habitan
todas las alegrías,
todos los placeres,
todos los gozos.

En ti,
en ti,
en tus abrazos,
en tus grandes abrazos,
está todo,
está todo,
mi vida.

Muchachas
¡Feliz de mí!

Muchachos, Muchachas
¡Para siempre!
¡Para siempre!
¡Para siempre!

Viejos(mordaces)
"¡Para siempre,
para siempre,
para siempre!"

¡Ridiculeces!
¡Ridiculeces!
Tontería inmensa.

Nada puede durar
un tiempo perpetuo.
Cuando el Sol brilla bien,
es reflejado por Océano.
Decrece Febe,
después que estuvo llena,
La fiereza de Venus se hace,
a menudo, un soplo leve.

"Tiempo,
no es tiempo
de amores
y alcoba"

Apagada la lámpara
no hay confianza,
todas las cosas son pérfidas.

¡Oh, brutos,
estúpidos,
necios!

Un Viejo
¡El de la linterna,
sujeta la escalera!

Viejos
¡Oíd,
oíd y ved!:

"Canciones de Catulo"
"Canciones de Catulo"
"Canciones de Catulo"

Muchachos, Muchachas
¡Oigamos!

lunes, 23 de abril de 2007

Adúltero de corazón


Empezando, en efecto, por las pasiones más generales en nosotros, es decir, por la ira y por la concupiscencia -ellas son las dos más tiránicas pasiones y las más naturales de todas-, el Señor las endereza con grande autoridad, cual convenía a un legislador, y las ordena con toda precisión. Porque no dijo que sólo el adúltero es castigado. Lo que hizo con el homicida, lo hace aquí también, castigando la simple mirada, por que te des cuenta en qué sobrepasa con su enseñanza a la de los escribas. De ahí que diga: "El que mirare a mujer para codiciarla, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón". Es decir, el que no tiene otra ocupación que buscar curiosamente los cuerpos espléndidos, ir a cada de caras bien parecidas, aparencar su alma en contemplarlas y clavar su mirada en los rostros hermosos. Porque no vino el Señor sólo a librar los cuerpos de malas acciones, sino antes que a los cuerpos, a las almas. En el corazón recibimos la gracia del Espíritu Santo. El corazón, por ende, es lo primero que el Señor purifica. ¿Y cómo es posible -me dirás- librarnos de la concupiscencia? Como queramos, absolutamente posible es mortificarla y mantenerla a raya. Por lo demás, no suprime aquí el Señor absolutamente toda concupiscencia, sino la concupiscencia que se engendra de la mirada. Porque el que pone su afán en mirar las caras bien parecidas, ése es el que señaladamente enciende el horno de la pasión, el que hace cautiva su propia alma y pasa bien pronto a la acción. De ahí que no dijo: El que la codicia para cometer adulterio, sino: "El que mira a mujer para codiciarla". Y notad que, hablando de la ira, puso el Señor una limitación, diciendo: "El que se aíra sin razón ni motivo"; pero aquí no distinguió, sino que de una vez para siempre aniquiló la concupiscencia. Y, sin embargo, una y otra pasión, ira y concupiscencia, las llevamos ingénitas y ambas se nos han dado por fines de utilidad. La ira,para castigar a los malvados y corregir a los que obran desordenadamente; la concupiscencia, para la procreación de los hijos y la conservación por sucesión del género humano.

¿Por qué causa, pues, no puso también aquí el Señor distinción alguna? Si atentamente lo miras, verás puesta aquí también una distinción muy importante. Porque no dijo absolutamente: El que codiciare... Aun habitando en las montañas, se puede sentir la codicia o concupiscencia; sino: "El que mirare a mujer para codiciarla". Es decir, el que busca excitar su deseo, el que sin necesidad ninguna mete a esta fiera en su alma, hasta entonces tranquila. Esto ya no es obra de la naturaleza, sino efecto de la desidia y tibieza. Esto hasta la antigua ley lo reprueba de antiguo cuando dice: "No te detengas a mirar la belleza ajena".

Y no digas: -¿Y qué si me detengo a mirar y no soy prendido?- No, también esa mirada la castiga el Señor, no sea que, fiándote de esa seguridad, vengas a caer en el pecado. ¿Y qué si miro -me dirás- y tengo, sí, deseo, pero nada malo hago? - Pues aun así, estás entre los adúlteros. Lo dijo el Legislador, y no hay que averiguar más. Mirando así una, dos y hasta tres veces, pudiera ser que te contengas; pero, si lo haces continuamente, y así enciendes el horno, absolutamente seguro que serás cogido, pues no estás tú por encima de la naturaleza humana. Nosotros, si vemos a un niño que juega con una espada, aun cuando no le veamos ya herido, le castigamos y le prohibimos que la vuelva a tocar más. Así también Dios, aun antes de la obra, nos prohibe la mirada que pudiera conducirnos a la obra. Porque el que una vez ha encendido el fuego, aun en ausencia de la mujer que lascivamente ha mirado, se forja mil imágenes de cosas vergonzosas, y de la imagen pasa muchas veces a la obra. De ahí que Cristo elimina aun el abrazo que se da con solo el corazón. ¿Qué pueden, pues, decir los que tienen vírgenes consigo? Según esta ley, serían reos de adulterios infinitos, pues todos los días las miran con concupiscencia. Con razón el bienaventurado Job se impuso desde el principio la ley de poner muralla a sus ojos para no mirar a una doncella. Realmente, el combate se hace más violento después de mirar y no gozar de la mujer amada, y no es tanto el placer que podamos disfrutar de la mirada cuanto el desastre que hemos de sufrir por haber encendido más y más la concupiscencia. Hemos aumentado las fuerzas de nuestro adversario; hemos dado más ancho campo al diablo, y, pues nos lo hemos metido en lo más íntimo y le hemos abierto de par en par las puertas de nuestra alma, ya no tenemos fuerzas para vencerlo. De ahí lo que nos viene a decir el Señor: "No adulteres con tus ojos y no adulterarás con tu pensamiento".

Porque se puede también mirar a una mujer de otra manera, como miran los hombres castos. De ahí que no prohibió el Señor absolutamente el mirar, sino el mirar con concupiscencia. Si eso hubiera querido, hubiera dicho de manera absoluta: "El que mirare a una mujer". Pero realmente no lo dijo así, sino: "El que mirare a mujer para codiciarla", el que mirare para recrear su vista. Realmente, no nos dió Dios los ojos para que por ellos se nos meta el adulterio en el alma, sino para contemplar su scriaturas y admirar por ellas al Creador. Ahora bien, como cabe airarse sin motivo, también se puede mirar sin motivo, y es cuando se mira para excitar la concupiscencia. Si quieres mirar para tu deleite, mira a tu propia mujer y ámala continuamente. No hay ley que te lo prohiba. Mas, si andas a la búsqueda de ajenas bellezas, ofendes primero a tu propia mujer, pues has llevado tus ojos a otra parte, y ofendes también a la que has mirado, pues la has tocado ilegítimamente. Si no la tocaste con la mano, sí con los ojos, y por eso tu mirada es reputada por adulterio. Mirada por cierto que, aun antes del castigo eterno, no es pequeño el tormento que ya ahora nos acarrea. Todo nuestro interior se llena de alboroto y turbación; se levanta en el alma tremenda tormenta, la punza un terrible dolor, y el que esto sufre, poco se lleva con los prisioneros y encarcelados. Y muchas veces la que disparó el dardo, desapareció volando; pero la herida allí queda abierta. Aunque, por mejor decir, no fue la mujer la que te disparó el dardo, sino tú quien con tu mirada intemperante te diste a ti mismo el golpe mortal. Esto digo, porque quiero absolver de toda culpa a las mujeres castas. Porque la que se adorna a sí misma para atraer las miradas de todos, aun cuando no hiera al que con ella tropieza, no por eso dejará de sufrir el último suplicio. Ella por su parte preparó el veneno, llevaba a punto la cicuta, si bien no alargó el vaso a nadie; mejor dicho, también alargó el vaso, pero no halló a nadie que se lo bebiera. ¿Por qué, pues, dirá alguno, no habla el Señor también con las mujeres? Porque Él pone leyes comunes en todas partes, aun cuando aparentemente sólo se dirija a los hombres. Hablando con la cabeza, la exhortación ha de recaer sobre el cuerpo entero. Hombre y mujer sabe Él que son un solo viviente, y en ninguna parte distingue el Señor de sexos.

Juan Crisóstomo.


domingo, 22 de abril de 2007

Sobre la libertad religiosa-I


Añade a eso que la Escritura es un juez muerto, que no tiene la facultad ni de oír las razones de las partes en litigio, ni de pronunciar ella misma la sentencia. Se suma, además, que si en algún Estado hubiera sido prescrita tal forma de juicios, en los que no hubiera jueces vivos sino que cualquier controversia surgida sobre las escrituras de aquel Estado debiera ser definida y resuelta sólo mediante textos, aparte de que tal forma de juzgar sería estupidísima, nunca habría un fin del litigio. Si no hubiera jueces vivos, en efecto, no se podría aplicar fuerza alguna a aquel que no reconociera el documento.

Melchor Cano. De Locis Theologicis.

sábado, 21 de abril de 2007

Borrascas encumbradas


Cosas que sabes de la Iglesia:

1) Sólo quiere tu dinero.

2) Miente.

3) Ha hecho mucho daño y lo puede seguir haciendo.

Nada que no sepas de tu exnovia.

martes, 17 de abril de 2007

Liberación de la teología


Hete aquí la proverbial simpatía del progresista por el pobre de hacienda, aunque sea un asesino, por aquello de que son "la clase revolucionaria". Pero Jesús dijo "pobres de espíritu", no "de hacienda". Es decir, desprendidos. El "camello" y la "aguja" es una hipérbole que señala precisamente lo explicado: el rico suele ser también avariento. Verlo como un estigma a la riqueza es absurdo, ya que todos los reyes de Israel fueron ricos, mas no reputadamente usureros. ¿Hay mayor necedad que creer que Cristo los suponía condenados por la prosperidad de sus arcas? Cuando Jesús dice que ayudemos a los pobres, obviamente no se dirige a los pobres, sino a los que poseen más de lo que gastan. No son los pobres su público predilecto: son los pecadores, esto es, la humanidad.

Jesús, entonces, también predicó a los ricos, sin hacer acepción de personas. Otra cosa es que quisieran escucharle, o que fueran muchos menos. A uno de ellos le pidió que se deshiciera de sus bienes para seguirle, y no quiso. No se burló de él por rico, sino por avaro. Pues alguien puede ser pobre y despreciable hasta el tuétano, incapaz de compartir el pan, y otro rico y sentar cada día a un menesteroso a su mesa. Ahora imaginad que ese rico lo da todo a la Iglesia para ser perfecto. El progresista -es así de doble- dirá que fue por el miedo al infierno, teniendo la donación por moralmente ilegítima. Sólo cree lo que ve, necesita yugos pesados. Teme, en general, la justicia no escrita, la justicia oculta, y la condena como vana presunción y estela del diablo.

¿Cuál es el núcleo de estas meditaciones? Para el cristiano el problema del mal es una ocasión para el bien, para la excelencia de las almas, que se resolverá y se confirmará con las recompensas ultraterrenas. "A los pobres los tendréis siempre", la carencia es compañera inseparable de la virtud. Jesús vino a salvar lo perdido, no simple y llanamente a mejorar la "calidad de vida" de los desamparados. Así, los pobres son una ocasión para ser caritativos, para poner en práctica el cristianismo.

Pero, ¿qué responde aquí el progresista? "¡Los estáis instrumentalizando!" "La Iglesia -acusa- tiene a los pobres como rehenes morales, los necesita para fingir mejor su superioridad y consumar en público el paripé de la compasión". A lo que contesto: todo aquel que no base su moral en su salvación futura es un idiota o un malvado.Cuando yo ayudo a alguien de manera altruista es porque yo me siento culpable por no ayudar. Y cuando lo hago no quiero que nadie más se atribuya el hecho, pues con ello he sido yo el que ha querido expiar algo. Privarme de mis buenas acciones, delegándolas en lo objetivo o ético, es privarme de mi subjetividad moral.

A los que esto niegan, jamás deis las gracias. Recordadles, cada vez que os favorezcan, que no son ellos vuestros benefactores, sino la bondad universal que actúa a su través y de la que están imbuidos como gráciles marionetas. No sólo eso. Si os prestan socorro, pedídselo otra vez y redoblado, hasta que se excusen por haber hecho todo lo que estaba en su mano. Entonces podréis culparles por situar el "yo" encima del "vosotros". Y si realmente no tienen nada más que dar, incluso en su disculpa tendrán que apelar a su buena acción previa, en lugar de a una teoría sobre las acciones buenas.

No hay instrumentalización en la moral cristiana. Instrumentalizar a alguien es emplearlo para tu provecho, aunque lo perjudiques. El mal, insisto, puede y debe ser un medio para el bien. No hay fines finales, salvo Dios. No hay ningún fin -salvo Dios- que sea tan valioso que no sirva a su vez como medio de otro mejor. Si das dinero por ostentar falsa generosidad, el fin remoto corrompe al próximo, pues no te importa si, más tarde, ese pobre es expoliado por tus sirvientes mientras nadie mira. Siempre hay un bien superior a todas nuestras buenas obras y es nuestra salvación, nuestra reconciliación con la justicia.

Las obras no son buenas en sí, sino que resultan mejores o peores dependiendo de quién las haga. Ved la parábola del hijo pródigo. Regresó a casa tras una vida de dispendio, pero recibió más amor de su padre que su buen hermano, recto desde el principio. ¿Por qué? Porque para el pródigo fue más duro cambiar y retomar el sendero; y el desenlace, aunque tardío, resultó más bello. De nuevo el mal como medio para el bien. De nuevo la subjetividad del agente por encima de la objetividad moral de la obra. De nuevo la pobreza espiritual contrapuesta a la crematística.

Dios no aprecia al soberbio que cumple la justicia sólo porque se cree justo y está en su naturaleza comportarse de ese modo. En cambio, aprecia al pecador que ofrece caridad como tributo por su vileza. Ambos tipos son malos; quizá el segundo sea incluso peor en cuanto al número más reducido e inseguro de obras provechosas, pero es el pródigo el que más encomio merece.

Cuando el ateo critica la escatología cristiana lo hace impugnando la crueldad del infierno, es decir, considerando el castigo como el sumo mal, como si éste no procediese de un mal mayor o causa eficiente, que es la culpa. Pero cuando se trata de valorar los premios del Cielo parece que sean inferiores a la virtud que los propicia, sus insignificantes afeites. ¿Por qué se confunde y contradice así? No entiende que, mientras que el castigo no es causa final del pecado, pues nadie quiere recibirlo (y de ahí la irracionalidad de los que pecan y se hacen merecedores de él), sí lo es el premio de la virtud, que como se ha dicho es siempre expiación subjetiva, una acción destinada a cancelar el mal que se acumula en nosotros. Retribución no es soborno.

A todos los desprendidos me gustará veros en el Cielo, si os lo ganáis vosotros y yo. Querré ver cómo lo despreciáis y acusáis a Dios de mercadear con vuestra moral, ofreciéndoos para el infierno, en buena lógica. Observad que cuando hacéis una obra provechosa y os dan las "gracias" apelan a la gracia de Dios para suplir lo que ellos no pueden daros de vuelta. Negar la justicia de Dios, sus premios y castigos, es como si cada vez que os agradecieran algo rechazarais contrariados ese gesto amable. Como dando a entender: "A mí me basta mi buena obra, ella y yo nos bastamos. Tú, mendigo, eres aquí sólo una excusa, un accidente, y nada tuyo necesito, pues ya soy justo obrando con justicia". ¿Quién instrumentaliza a quién?

Es ésta es la crítica fundamental de Jesús a los fariseos (hoy ateos o maquiavélicos) que habían excluido el principio divino en sus obras, regulándolas hasta la saciedad. Engordaron sus leyes para excusar su flaqueza de individuos. ¿Qué dice hoy el fariseo-ateo? "¡No es mi responsabilidad asumir la miseria! ¡Que lo haga el Estado! ¡Que lo regule y pagaré!". Los fariseos estimaban que ellos eran justos por seguir una ley justa. Jesús les recuerda que es mayor su miseria moral que la miseria física del mundo, que la ley no hace justo al hombre, sino el hombre a la ley. Que deben obrar como miserables, no como justos. Que deben perder su vida para ganarla.

Jesús no quiere sólo cambiar el mundo. El mundo lo puede cambiar -quizá para bien- cualquier terremoto o una copiosa lluvia. Jesús, ante todo, quiere cambiar al hombre. Y el hombre que se cree justo no puede ser cambiado; sólo el que está y se sabe perdido, el que carga sobre él un gran peso y necesita aliviarse de él. Pero ¿a cuántos justos conocéis? Cristo demostró a los fariseos que no eran justos, sino mediocres. El hombre justo, dice la Biblia, peca siete veces al día. Y Jesús dice: nada de lo que hagas te hace merecedor de justicia, porque con ello no buscas tu salvación, sino satisfacer la ley y mostrarte respetable ante el mundo.

Jesús fue un maestro de la inmortalidad del alma, lote que no aparece claramente en todo el Antiguo Testamento, sólo en forma de promesa encriptada. Jesús insiste: tú no tienes la justicia, la justicia no es más que tender a la vida eterna y ser como Dios, que beneficia a buenos y a malos, que es pronto a perdonar a quienes le ofenden. Para lograr la justicia, dice Jesús, debéis haceros odiosos a la vanidad del mundo, cuestionar vuestro derecho a existir, tasar el aire que respiráis como un don gratuito, no como un derecho. Y cuando veáis que no podéis lograr nada por vosotros mismos, entonces, concluye, permaneciendo en las manos de Dios, lo podréis todo, pues la fe mueve montañas. Y cuando creamos que no somos merecedores de salvarnos y que debemos ser fulminados por la ley, Dios nos recordará que vino a morir por nosotros para hacernos libres de esa sentencia ineludible.

Surgamus In Eamus,...

Verdaderos discípulos


"No somos unos locos. Nos dedicamos al mundo de la marginación y esa gente es la que luego viene a misa porque han sentido que este lugar...", empezó a contar De Castro. Un joven le interrumpió. "Enrique, oye, que si me das dos euros para tabaco, que no he cobrado aún el paro". El sacerdote se saca el dinero del bolsillo, y continúa: "... porque han sentido que este lugar es como su casa".


Sude en tus manos tu limosna - Didaché.

lunes, 16 de abril de 2007

Ninguno que poniendo su mano en el arado mira atrás


La muerte es trascendente, no puede medirse con los valores de la vida. Es horrorosa porque carece de fines. No se muere para algo, se muere porque sí. La consciencia aguda de la muerte y, tras ella, nada más que la muerte hace de la vida una monstruosidad, digan lo que digan los inmanentistas.

El avance trágico hacia el porvenir (pues todo placer desembocará en dolor) convierte nuestro morar en la Tierra en un embudo temporal, en una deposición cósmica. Si la grandeza es resarcirse de la miseria presente, entonces es grande lo inmóvil y más grande aún es lo muerto. Con lo cual acaba de violarse el primer y único axioma.

domingo, 15 de abril de 2007

sábado, 14 de abril de 2007

Herejías pragmáticas


Sarkozy, interesante personaje. Pero no repara en que la visión trágica y la utópica son originariamente una sola en el cristianismo. La política moderna es una escisión ideológica "a la siamesa" del tronco común.

El pecado original, en pocas palabras


Lo que te hace mejor que un delincuente y peor que tu perro.

El perro, el delincuente y tú tenéis un mismo o similar sustrato de animalidad. El superestrato de inteligencia, sin embargo, no logra necesariamente que tú seas mejor que el perro (más estúpido que tú) ni peor que el delincuente (tal vez más audaz que tú). Así, los hombres cometen en vida muchos más actos de que arrepentirse que un animal, cuyas reglas máximas son la supervivencia y la costumbre.

Una de dos, pues: o la inteligencia provoca el mal pensar y el mal obrar en el hombre, o es otra cosa. Si es la inteligencia, ser bueno es propio de idiotas, lo cual repugna al sentido común. Si es otra cosa, no puede ser la animalidad, dado lo dicho. Luego ¿qué nos queda?

Quien objete que la inteligencia es neutra, como el cuchillo, y que lo que verdaderamente nos hace buenos o malos es la sociabilidad (entendida como una perfecta empatía), responda: ¿La inteligencia depende de la sociabilidad o es al revés? Si lo primero, entonces la sociabilidad es preintelectual, ergo es animal. Si lo segundo, entonces la inteligencia es siempre sociable, ergo no puede dañar. Pero las dos conclusiones son falsas. Ello libra también a la inteligencia de la carga de hacernos mejores, proporcionándosela a la gracia.

Ahora bien, la gracia de Dios se somete al plan de Dios sobre nosotros, esto es, a nuestra capacidad para aceptarla. Y ésta obedece, al fin, a la inteligencia autorreflexiva de cada individuo, expresada en el grado de atención que preste sobre sí mismo. Sólo a través de Dios somos seres morales. Es como si Dios nos dijera: "Mantente despierto y yo te guiaré". Se confirma que el ateísmo es el opio del pueblo.

05 Carissimi_ Luci...

viernes, 13 de abril de 2007

Leibniz, el magufo


La ideología de Leibniz es tenida hoy por profundamente anticientífica, a pesar de que fue una de las grandes mentes de la ciencia exacta.

Leibniz creía que el universo está hecho a la medida de la inteligencia humana, y no ésta a la medida del universo, que es el parecer de materialistas y evolucionistas al unísono. Inteligencia humana que, a su vez, es reflejo de la divina, de la razón total.

Sería interesante contrastar este punto de vista con el de otros filósofos contemporáneos en el continente, como Spinoza o Descartes. En cierto modo, Leibniz sigue el gran proyecto de Galileo: leer el libro de la naturaleza con la sola voz de la razón demostrativa, en lugar de hacerla hablar por nosotros en su propio nombre ("es ciega", "es cruel"...), ardid característico de ventrílocuos.

Para Leibniz la naturaleza es simplemente razón hecha ornato (mundo). Los darwinistas, en cambio, desde su falso inmanentismo insuflan espíritus y son lo más parecido a teólogos, en el peor sentido de la palabra.

03 Konzert Für Flö...

Ciencia y fe


La fe ha de ser cuando menos razonable, pero no necesariamente científica. Por eso es libre -al depender del propio juicio- y cuenta con componentes similares a los de la amistad, que se basa en una confianza prudente y en un vulnerable sentimiento de ternura.

No obstante, para el descreído todo se reducirá a un consenso a uno u otro nivel: algo impuesto desde fuera, sea por la costumbre o por los sabios, pero nunca definitivo. El agnóstico, preso de la duda, en enfermizo cautiverio, se ve incapaz de mostrar arrojo moral, como si tuviera las sienes atravesadas por un punzón de hielo. Pero quiere ser incontestable al menos durante un tiempo. Así que, ya con galas ateas, compensará aquella carencia emotiva valiéndose de cierta afición, más satánica que escéptica, a mortificar la "vetustez cristiana".

jueves, 12 de abril de 2007

Podrida estirpe de Eva (Decíamos hace dos años)


Probablemente muchas mujeres -y hasta hombres- estarán de acuerdo con esta frase, que no es de mi inventiva, pues la escuché hace tiempo en una película romántica, y hoy veo que resume a la perfección la dinámica de sexos. En ella se viene a decir:

"El hombre aprende a amar a la mujer que desea; la mujer aprende a desear al hombre que ama".


Uno piensa, tras una primera ojeada, que la mujer sale ganando en el reparto que se hace y que el hombre se lleva el peor pedazo. Pero advertid que, incluso en su carácter ingenuamente partidista, la sentencia se limita a confirmar mi hipótesis.

En efecto, el hombre empieza deseando, desde la sensibilidad concreta, a aquella que más o menos pronto puede convertirse en su paradigma. Así, el predominio del deseo inmediato es propio del varón, incapaz, por ejemplo, de masturbarse impersonalmente, como hace la mujer, que no necesita a seres concretos para excitar su líbido, sino sólo roles que la comprendan en el papel de protagonista deseada. Y de ahí que aquél tenga que acudir a la pornografía (representación concreta) con muchísima más frecuencia, mientras que ésta es capaz de forma natural de sexualizarlo absolutamente todo.

La mujer, a su vez, empieza amando, sí, pero no al hombre: ama al paradigma. A medida que avanza en su "amor", descubre al ser concreto que hay en él; ahora bien, no para amarlo, sino para desearlo. Cautivada por el poder universal del príncipe azul, que podrían desempeñar infinitos machos más en el mismo instante (de donde se sigue su natural promiscuidad, que sólo se da en el hombre en el período de no-enamoramiento), la mujer busca que este "modelo encarnado" le llene la vagina: sólo así le será fiel. El género femenino, entonces, se hace dependiente de su pareja por el sexo o las expectativas de sexo que le ofrezca, y por nada más. En el resto de casos es exclusivamente fiel al paradigma. O lo que es lo mismo: es fiel a todo el que pueda interpretarlo.

Il s'en fut


Observad la última contorsión de Caín, metamorfoseado en Cristo anoréxico y vegetariano por agradar a Dios:



Y ahora echad un ojo a estos tres borrachines con complejo de héroes:



¿Los veis? Pues ya no están.

miércoles, 11 de abril de 2007

Confieso y advierto


No hay cosa que me excite más que ver llorar sinceramente a una mujer. Ese desmoronarse de la nada, la nada desmoronándose, es sublime.

La mujer que llora destruye su apariencia; el llanto del hombre lo destruye a sí mismo.

martes, 10 de abril de 2007

Desparrama


El mal avanza. Por cada criminal que se hace monje, tres monjes se hacen criminales. El sabio cree felices a las bestias; el justo se cansa de la virtud; el marido más fiel sueña con el adulterio.

Una moral inmanente. Un necio pagándose a sí mismo con una moneda que lleva su efigie. El deseo es mortaja del deseo, finito e infinito.

Sin embargo, Jesús hizo fácil lo difícil y difícil lo fácil. Sencillo era ser bueno, como imposible resultaba salvarse. Ahora es al revés: todo está al alcance de la mano si se desprecia todo. Menos Dios.

Y Él es grande -el más grande imaginable- no por decir "adoradme", sino "imitadme".

lunes, 9 de abril de 2007

Pariente pobre


No hay opción:
Ateísmo es religión
De desconsolados.
¿Sondar lo Divino
o menear los dados?
¿Ciega pasión o
Solaz sin testigos?
Mas sepan los vivos
Que ambas fes están
Por burlar a Muerte.
Así, del galán
El mismo furor
Ha el masturbador
Y distinta suerte.



miércoles, 4 de abril de 2007

Erudito de garrafón


San Epifanio, por ejemplo, no reconoció tal evangelio [de Juan] (lo cual, a lo que se ve, no constituyó un obstáculo para que llegara a ser santo).

A. Fernández Tresguerres en el Catoblepas


San Epifanio de Salamina, autor del Panarion ("Contra todas las herejías"), escribió en dicho libro un capítulo significativamente titulado "La secta que no acepta el evangelio de Juan o su Apocalipsis". A estos herejes los llama "paganos, horribles, embusteras serpientes de judío linaje", así como "Alogoi" (irracionales). Traduzco para que se compruebe hasta qué punto les tenía cariño y compartía su perspectiva:

Estos Alogoi -pues así los llamo yo- rechazan los libros de Juan. Y ya que no aceptan la Palabra [=logos] predicada por Juan, refirámonos a ellos como Alogoi.


Con la exhibición de tal metedura de pata, y sólo con eso, bastaría para mostrar lo indocumentado y estúpidamente arrogante del articulucho de Fernández Tresguerres (búsquelo quien quiera examinarlo entero). Pero no descarto encontrar más perlas en el decurso de la lectura.

martes, 3 de abril de 2007

Sobre la realidad de lo inmaterial


Puede existir una extensión sin forma (el espacio infinito), pero no una forma sin extensión. Se sigue que forma y extensión no son equivalentes.

Si la forma es una propiedad de la materia, es decir, algo que explica la materia, entonces la forma no puede ser explicada con cualidades materiales tales como la extensión. Pero esto es absurdo, luego la forma no es una propiedad de la materia.

Si la forma es parte de la materia, entonces hay una parte de la materia que carece de forma. Pero esto es absurdo, luego etc.

Ahora bien, si la forma no es ni una propiedad de la materia ni parte de ésta, entonces es inmaterial. Pero la materia tiene forma, con lo que la forma es real a la par.

Nada más. Gloria a Dios.

16 Requiem Ex F_ O...

domingo, 1 de abril de 2007

Evolución darwiniana: zozobra la antigualla teísta


Entre los cuerpos y los espíritus creo que, cuando menos, existe la analogía de que, al igual que no existe vacío en las distintas variedades del mundo corporal, en las criaturas inteligibles no puede existir menor variedad. Empezando por nosotros, y yendo hacia las cosas más ínfimas, llevamos a cabo un descenso a través de grados muy pequeños y mediante una sucesión continuada de cosas, las cuales difieren muy poco una de otra en cada intervalo. Hay peces que tienen alas, y que no extrañan el aire, y hay pájaros que habitan en el agua, tienen la sangre fría como los peces, y además el sabor de su carne recuerda tanto al del pescado que a los escrupulosos les está permitido comerlos en los días de vigilia. Hay animales que se aproximan tanto a la especie de los pájaros y a la de las bestias que constituyen un eslabón entre éstas. Los anfibios, por su parte, se emparentan tanto con las bestias terrestres como con las acuáticas. Las focas viven en la tierra y en el mar, y los marsupiales, cuyo nombre significa cerdo marino, tienen la sangre caliente y las entrañas de un cerdo. Sin mencionar todo lo que nos refieren los hombres del mar, existen bestias que parecen poseer tanto conocimiento y razón como algunos animales que denominamos hombres; y entre los animales y vegetales existe una proximidad tan enorme que, si consideráis el más imperfecto de los unos y el más perfecto de los otros, apenas observaréis ninguna diferencia de consideración entre ambos. De manera que hasta que lleguemos a las especies más ínfimas y menos organizadas de la naturaleza, iremos observando por doquier que las especies se entrelazan y solamente difieren en grados cuasi-insensibles. Y si tenemos en cuenta la sabiduría y el infinito poder del Hacedor de todas las cosas, tenemos motivos para pensar que la paulatina elevación de todas las cosas, a partir de nosotros, hacia su divina perfección es algo conforme a la suntuosa armonía del universo. Por lo cual podemos estar persuadidos con razón de que por encima de nosotros existen infinidad de especies de criaturas más perfectas que nosotros, pues en cuanto a grados de perfección estamos mucho más alejados del ser infinito de Dios que de aquello que tenga menos perfección. No obstante, no tenemos ninguna idea clara y distinta de todas esas diferentes especies.

Leibniz, siglo XVII.