domingo, 30 de diciembre de 2007

¿Somos libres? (y IV)




Formularé una grave objeción respecto a la consistencia de este texto, que me permitirá no tener que introducir ninguna noción metafísica propia. Al principio del escrito defines qué es un hecho en los siguientes términos:


algo que puede describirse con una oración que puede ser verdadera o falsa, y que sucede en un determinado momento.


Ahora bien, una oración consta al menos de sujeto y predicado. Si no hay sujeto real, el vínculo con los predicados será ficticio, no verdadero. Por ejemplo, cuando decimos que la nube se mueve, estamos expresando en breve que determinadas masas de vapor son desplazadas en infinidad de direcciones (según se tome un punto u otro del móvil). No presuponemos -salvo que nos dejáramos engañar por las palabras- que un solo cuerpo adopte un movimiento que se mantiene en el mismo sentido. Describimos, pues, una apariencia en un lenguaje figurado.

Sin embargo, la tesis de tu argumentación la expresas de esta manera:

La causa de un hecho siempre es algún otro hecho.


Y siempre significa "ad infinitum", sin que quepa hallar un comienzo donde haya un agente que genere un hecho de forma no determinista. Entonces, "todo hecho remite a otro hecho, que es su causa" es una afirmación que nos conduce a una de nuevo cuño, en base a la definición que se ha dado de hecho, y sería ésta: "toda oración carece de sujeto real, y remite a otra en las mismas condiciones de asignificatividad que la primera". Pues la propia forma verbal del participio -el hecho sería lo hecho- alude a un sujeto inexplícito que jamás llega a concretarse.

Ergo, si sólo hay hechos, no hay oraciones reales. Y si no hay oraciones reales, no hay hechos más allá de la apariencia fenomenológica, que tu análisis se proponía superar.

Vayamos algo más lejos. Imaginemos que somos capaces de detener el tiempo, de modo que los conceptos "causa" y "efecto" dejan de tener utilidad. Estamos ante un universo completo pero inmóvil. ¿Puedes explicarme qué lo distingue de un universo completo y móvil como el que conocemos? Sus partes respectivas son idénticas, existiendo plena coincidencia entre todos los elementos materiales de uno y otro. Ambos proceden de una sucesión de hechos anteriores, si bien uno de ellos ha dejado de dar lugar a nuevos hechos y ha alcanzado un punto muerto, un estado de reposo absoluto y uniforme.

Si replicaras que planteo una quimera, ya que la materia es necesariamente temporal y móvil, estarías admitiendo que hay algo en ella -distinto a la pura materialidad mensurable por la forma y el tamaño- que la obliga a actuar y a tender a estados futuros. Puedes decir que mi universo inmóvil es imposible, pero no que sea inmaterial, puesto que lo he descrito como un complejo extenso, cohesionado y observable. Te verás, entonces, con dos problemas alternativos:

1) Si tuvieses mi hipótesis del universo inmóvil por imposible, deberías diferenciar entre acción y pasión, con tal de atribuir a la materia cualidades otras que las de la extensión o la resistencia, pasivas ambas. Ello implicaría que, en tanto que se actúa, algo actúa y es sujeto espontáneo, esto es, móvil con independencia relativa de todo lo que lo rodea (lo extenso y resistente).

2) Si la tuvieras por posible, habrás de idear un sistema para separar realmente el universo inmóvil del universo móvil. Lo cual se presenta difícil, desde el instante en que hayas transigido con que el movimiento no es una cualidad real de los cuerpos, sino un artificio del lenguaje.

* * *

Este blog termina aquí, hasta nuevo aviso.

sábado, 29 de diciembre de 2007

A modo de epitafio


El que duda no es ateo
Y quien no duda tampoco.
"Creo todo lo que veo,
Veo todo lo que toco".
De las apariencias reo
Y de las certezas loco.

viernes, 28 de diciembre de 2007

Tercera cultura




Los ateos pueden comportarse moralmente, mas no está en su mano el justificarlo, en tanto que niegan que el universo pueda tener un sentido, malo o bueno. Explicar por qué en ocasiones somos morales no supone haber esclarecido por qué debemos serlo siempre. Así, pese a tratarse en la práctica de individuos dentro de los límites de la moralidad (hasta alcanzar cotas excelsas, si se quiere), los irreligiosos carecen de su propia moral, esto es, aquella aceptada por los principios racionales que postulan como ciertos. Y ello salvo que den crédito a cualquier suerte de ley innata cuya validez y grado de vinculación se extiendan más allá de las pautas estadísticas, cosa imposible para quienes han forjado su increencia en el nihilismo darwiniano.

No soy de la opinión de Moa, que ve en la ideología atea la causa de la extensión del maquiavelismo político. Pienso que sucede al revés, y es aquélla la que depende del éxito histórico de las revoluciones burguesas, que a fin de instaurarse en el poder emplearon el derecho natural "ad hoc" y en frentes contradictorios, pervirtiéndolo. El sentimiento de la ausencia de justicia engendra la convicción de que la frontera que separa al orden del desorden es sólo subjetiva. Ahora bien, el sujeto no puede ser límite de nada, pues él mismo debe limitarse a su noción -aquella a la que se sujeta. Por tanto, la muerte del individuo es también la muerte de Dios, que al quedar desprovisto de su imagen y semejanza se convierte en sombra proyectada en las cosas, espectro o espejismo.

martes, 25 de diciembre de 2007

Feliz Navidad




Incluso a quienes, por convicción racional, son incapaces de ser felices (existe un estoicismo ateo).

jueves, 20 de diciembre de 2007

Nadie escapa a su destino


No me gusta dar malas noticias a los pocos que todavía me leen, pero este blog cumplirá un año la semana que viene, y yo tengo cada vez menos ideas y más responsabilidades. Creo que me explico.

Tiempos modernos


Comento por encima:

El misterio ha quedado finalmente resuelto. El culpable es Voltaire o, mejor dicho, Bacon incluso. El Mal es la Ilustración, el proyecto de autonomía del hombre. Autos-nomos, el darse el hombre por sí mismo sus propias leyes, en vez de recibirlas de Dios, o de sus subrogados y ministros (la «Naturaleza» y la Iglesia jerárquica), ahí reside la Culpa inexpiable. El Enemigo (en el sentido preciso de las Escrituras) es la razón que prescinde de Dios, la razón que trabaja iuxta propria principia, la razón que razona, en definitiva.


Los propios principios de la razón no pueden ser aquellos dados por el hombre a sí mismo, como se afirma al comienzo del párrafo. Por tres motivos: 1) el hombre es a menudo irracional; 2) no existe hoy un movimiento universal llamado humanismo desde el que se pueda apelar a una razón común (aunque existió y fue cristiano); y 3) la razón carente de fundamento último puede defenderlo casi todo.


A eso se llega, inevitablemente -Ratzinger dixit- si el hombre, en sus relaciones con la naturaleza y con los demás hombres (ciencia y política), se comporta como si Dios no existiera, es decir, si toma en serio la propuesta de Grocio que salvó a Europa de la autodestrucción de las guerras civiles de religión: Etsi Deus non daretur. Precepto, por lo tanto, que es -históricamente hablando- la única auténtica e indiscutible raíz de Europa.


Ojalá Marina y amarinados leyeran a sus fetiches y se cohonestaran con ellos en lugar de conferirles extravagantes títulos honoríficos. Resulta destacable que el mismo autor que elogia a Grocio y lo nombra padre de la patria europea empiece su artículo escribiendo "ley natural" entre comillas ¡nada menos que un par de veces! Barrunto que los ateos positivistas han de estar muy perdidos cuando hallan a sus precursores entre los creyentes iusnaturalistas del siglo de Leibniz, a fuerza de travestirlos.


La propia Iglesia parecía -no sin razón- avergonzarse de su pasado «constantiniano» y de sus anatemas contra la ciencia, el liberalismo, la democracia.


La Iglesia contemporánea se nos aparece llena de miserias. Pero si le queda algún título de gloria cosechado recientemente es el de haber condenado antes que nadie a estos tres monstruos: el cientificismo, la democracia parlamentaria y cualquier clase de populismo coyuntural. No hay desgracia en los últimos cien años que no debamos a alguno de ellos o a su acción combinada.



Una mujer que escoge el drama del aborto es tan culpable como el soldado de las SS que arroja a un niño judío al horno crematorio.


No: la mujer es peor. El soldado tal vez obedece órdenes y se expone a un consejo de guerra si las desacata. Ahora bien, nazi y todo, es probable que se insubordinara y asumiera el riesgo en caso de que lo obligasen a matar a su propio hijo. Gajes de la "ley natural", a la que -visto lo visto- las mujeres deben de estar menos sujetas de lo que lo están los propios bárbaros, siempre que encuentren un drama como excusa.



La modernidad aspira a cimentar la existencia del hombre en el binomio razón + libertad


Esto no es más que falsa consciencia. No hay ningún siglo que se haya visto a sí mismo como irracional y esclavo. Casi todos se creen por encima de los precedentes, y tanto más convencidos están de su omnipotencia cuanto mayor es su ignorancia del pasado.

En cuanto a la libertad, ésta se ha predicado siempre de los iguales de casta o de clase, de los compañeros de secta o de aquellos que comparten nuestra moral (Filón escribió que "todo hombre bueno es libre"). No pertenece, pues, a la Ilustración; ni la Ilustración al conciliábulo de los ateos.




¿Somos libres? (III)




1) Si no hay autocausa, tan válido es decir "mi cuerpo o yo hacemos esto" como "el universo hace esto en el lugar que llamo yo". Por negarnos una subjetividad relativamente independiente del flujo físico nos vemos obligados a transferírsela al todo, cuyos límites y características básicas ni siquiera conocemos. Es el sistema panteísta de Spinoza.

2) La predeterminación de un acontecimiento no le resta espontaneidad. Tan -o tan poco- libres somos si alguien puede conocer "a priori" lo que haremos, como si el contenido de nuestra acción es una caja negra que sólo podemos abrir nosotros. De cualquier manera, como mínimo una persona conocerá lo que voy a hacer y las razones claras o confusas por las que lo hago: yo mismo. Es por ello que libertad y predeterminación se coimplican en vez de excluirse.

3) Si la mutabilidad de la materia "no viene más que de sí misma", ¿puede explicárseme dónde está el sí mismo de la materia? ¿A la derecha, a la izquierda o por todas partes? Si está en todas partes, como yo creo, no hay parte de la materia que no mute, lo cual es como decir que no hay parte de la materia que no tenga partes (pues lo simple es incapaz de cambiar).

Luego, la materia sería infinitamente divisible. Las sucesiones infinitas en acto no tienen comienzo temporal, en tanto que todo comienzo es un límite. Pero para que algo sea ha de empezar a ser o ser siempre. Ahora bien, si algo es siempre, no muta, ya que de lo contrario no hay razón para afirmar que se trata de la misma cosa durante todo el tiempo. Sólo queda reconocer que la materia es una sucesión infinita en acto con comienzo temporal y, por ende, no material, radicado en las mónadas o conatos inextensos de fuerza y percepción.

4) No es preciso descender hasta el umbral cuántico. Un análisis somero del movimiento humano nos lleva a dictaminar que la hipótesis materialista es falsa o sumamente implausible.

Así, el movimiento generado por un músculo del brazo ha sido transmitido por los nervios, que lo recibieron de la red neuronal. Se observa una complejidad creciente a medida que nos aproximamos al, por así llamarlo, primer motor del cuerpo. Por tanto, o el movimiento del brazo se ha originado en la red neuronal, o se debe a una causa exterior al cuerpo que pueda explicarlo mejor, esto es, más compleja. Pero esa causa no existe ni debe presuponerse (por la navaja de Ockham), ergo el libre albedrío es postulable racionalmente.

viernes, 14 de diciembre de 2007

La belleza




En general todas las mujeres la usan astutamente como arma, sirviendo al poder que no ostentan. Los hombres, en cambio, como reclamo, captando a los cuerpos que no poseen. Toda relación de atracción es una relación de dependencia. Quien no somete es sometido. Y ¿sabías? La belleza de este mundo no quiere adoradores, sino réditos.

jueves, 13 de diciembre de 2007

¿Somos libres? (II)




Al menos hasta donde sé las soluciones de un sistema físico no están acotadas en el tiempo y sin embargo una solución es necesaria para ciertas condiciones iniciales impuestas.


Si lo que quieres decir es que, dadas unas leyes físicas en determinadas condiciones espaciotemporales, aquéllas se cumplen necesariamente, estoy en desacuerdo. Dado que las leyes no son necesarias (pues para serlo requerirían ellas mismas de causas necesitantes), todavía menos lo será lo regulado por ellas.

Sostener que el cumplimiento de las leyes es necesario, si bien ni las leyes ni lo regulado por ellas lo son, es falaz también. Esta forma de razonar se ha venido conociendo con el nombre de sofisma perezoso, y no es más que el suponer que porque algo ha ocurrido tenía que ocurrir. ¿Cuál es el error? La falsa inferencia o "petitio principii" de que de la determinación se sigue la necesitación, como si la previsibilidad de algo restara espontaneidad al devenir.


¿Podrías también explicar porque (en un sistema físico) ser causado no equivale a ser necesario? no se me ocurre nada que teniendo causa no sea necesario como consecuencia.


Ya lo he dicho. Lo necesario es lo que tiene validez con independencia de las circunstancias. Si eliminas la separación entre lo necesario, lo contingente y lo posible, todo lo que existe y hasta todo lo que puede concebirse se convertirá en necesario. Habrás de reconocer, entonces, aunque no sabrás probarlo, que todo lo inexistente es imposible.

Necesario es aquello cuya inexistencia entraña contradicción lógica.

Contingente es aquello que existe o existirá según una razón, pero sin que su inexistencia vulnere las leyes del pensamiento.

Posible es, por último, lo que no repugna a la razón pero carece de razón para existir.

En estas coordenadas, lo que llamo espontáneo es lo contingente cuya razón de ser es él mismo (las almas o mónadas). Hasta que no se demuestre que lo espontáneo es imposible, no podrá afirmarse que de la existencia de cualquier mundo se sigue que no haya en él albedrío.

A mayor abundamiento explico los dos principios citados:

Principio de razón suficiente: Dado que algo es y nada se opone a su existencia, tiene que seguir existiendo en el tiempo. Así, basta con que algo sea para que persevere, ya que su ser es la razón de su infinito perseverar.

Principio de razón necesaria: Dado que algo es pensable, tiene que alcanzar la existencia. O bien, dado que algo es pensado, existe.

La razón suficiente, al retrotraerse a una infinidad de casos pasados, nunca nos dice por qué algo es antes que nada, sino por qué algo es de una manera antes que de otra.

La razón necesaria -con mayores matices de los que he mostrado aquí- es el argumento ontológico.

De la mezcla espuria de ambas surge el sofisma perezoso.


Supongo que el problema que planteas es de tipo filosófico (científicamente no entiendo la pega, vamos, que no le veo problema).


Redefiniendo los términos nunca hay problema. Los positivistas apelaban a la disolución de determinadas incógnitas que, según ellos, no debían ser resueltas, por absurdas. Es por este motivo que me gustaría que se me señalara dónde he sido absurdo o superfluo y, por tanto, anticientífico.

* * *

Enlace externo.

martes, 11 de diciembre de 2007

La razón cosmopolita


El sectarismo no sólo es una muestra de decadencia, sino que resulta connatural a las organizaciones humanas. Lo destacable no es tanto que haya en el empecinamiento una deslealtad voluntaria hacia el interés de la totalidad como el que ésta se deba a la degradación misma del concepto de lo verdadero, y que ello sea consecuencia precisamente de cada tipo de socialización.

El criterio de verdad es innato y se resume en el principio de no contradicción. Principio imposible de ilustrar, salvo con ejemplos del tipo:

Si A = B
y B = C,
entonces A = C.

Los cuales presuponemos que todo el mundo entiende tras una breve reflexión. No nos preguntamos de qué modo podemos entenderlos, y si lo hiciéramos no hallaríamos respuesta, pues realmente no los entendemos en su circularidad proposicional. Examínese:

1) Verdad es no contradicción.

2) "No contradicción" se define por una relación de antonimia con "contradicción", que a su vez se opone a "dicción".

3) Pero decir verdad es algo más que "decir".

4) La verdad es la identidad unívoca de los sujetos consigo mismos, así como cualquier hecho o predicado comprendido en esta relación.

5) En consecuencia, no hay verdad fuera de la identidad unívoca de aquel de quien lo verdadero se predica.

6)
Ahora bien, de nuevo, ser idéntico es no ser diferente. Y toda diferencia presume unidades de identidad a un nivel superior respecto a lo diferenciado, ya que todo lo que se autorrefiere es siempre idéntico.

7)
Esto es, si todo fuera diferente, no habría "todo", luego no todo sería diferente. Y si no todo es diferente, hay identidad hasta cierto punto.

La identidad y la verdad se imponen a nuestro conocimiento sin ninguna violencia, como precondición de cualquier aprendizaje. Sin embargo, toda sociedad, en tanto que parcial, se sostiene sobre el fundamento de la diferenciación forzosa (entre individuos, grupos, sociedades distintas, etc.). La multiplicidad de particularidades locales, pese a oscurecer nuestra visión de lo abstracto y necesario, no es capaz de paliar lo universal verdadero que le sirve como base.

domingo, 9 de diciembre de 2007

¿Somos libres? (I)


Sólo hay una necesidad auténticamente fatal e insoslayable: la necesidad lógica, cuyos efectos en la regulación del mundo son sin embargo de tipo privativo. Es decir, evita que una serie de hechos sucedan de forma simultánea, pero no es causa positiva de ningún acontecimiento. Por ella no resulta posible que yo esté vivo y muerto, o que sea y no sea un hombre, aunque ella no me diga por qué soy yo -y la suma de lo que conduce a mí- en lugar de la nada.

Veámoslo en tres puntos:

1) Toda existencia es por definición contingente, a no ser que se pretenda la validez del argumento ontológico y se desee, además, extrapolarlo a los entes finitos. La contingencia que se acaba de establecer con respecto al todo vale también de un modo distributivo para las partes que lo integran.

2)
La necesidad lógica, pues, operará desde estas coordenadas deterministas: dado que el presente universo existe, no puede seguirse de él nada distinto a su noción y, por tanto, nada que no derive de ella ocurrirá naturalmente. Así, si la noción del universo prevé que haya causas espontáneas (esto es, relativamente autodeterminadas en vistas a ciertos fines), las habrá; y si no, no las habrá.

3)
Ahora bien, de la simple constatación de que cualquier universo determinado existe no se infiere apriorísticamente la existencia o inexistencia eventual de causas espontáneas, en tanto que éstas respeten la lógica a un nivel interno o de posibilidad (no ser contradictorias consigo mismas) y externo o de composibilidad (no serlo frente al universo en el que se encuadran).

Se pide, entonces, al negador del libre albedrío dos clases de prueba para verificar su tesis:

a) Una prueba negativa según la cual quede evidenciado que las causas espontáneas no existen.

b) Una prueba positiva por la que se aprecie que dichas causas no pueden existir o, al menos, no en este universo.

Sin estas pruebas, la tesis defendida y la contraria permanecen como hipótesis equiprobables.


sábado, 8 de diciembre de 2007

Nobleza obliga


Personalmente, pese a que para abreviar me defino como agnóstico, me sucede una cosa curiosa: No puedo evitar, cuando leo o escucho cualquiera de las argumentaciones que en el pasado me llevaron a perder gradualmente la fe religiosa, que me parezcan petulantes e inmaduras. No tengo claro que Dios exista, pero no veo por qué no puede dudarse también de lo contrario, aunque sea poco fashion, como dicen ahora los niños. Hay dos temas de reflexión que me llevan a pensar con frecuencia que, después de todo, Dios podría existir. (Sáltese el primero -en verde- quien no sea amigo de disquisiciones metafísicas.)

El primero es sencillo de formular, y es el mero hecho de que estamos aquí. Existimos, cuando podríamos perfectamente no existir. Es más, podría no haber existido nada en absoluto. ¿Por qué hay algo en lugar de nada?

El positivista negará significado a la pregunta, partiendo de una definición de significado que en el mejor de los casos podría ser útil para la praxis científica, pero que es muy dudoso que sea válida para todos los registros del lenguaje. Planteémosla de otra manera. ¿Existe alguna contradicción en la proposición “Nada existe”? Si alguien replicara, como hizo Parménides de Elea hace 2.500 años, que la misma existencia de la proposición contradice su sentido, no hay problema: Eliminemos también la proposición. Nada existe, ni siquiera la proposición que lo afirma. ¿Hay contradicción en lo que queda, es decir, en la nada? Es evidente que no, por mucho que la gramática no ayude demasiado a expresarlo.

Ignoro deliberadamente especulaciones que he llegado a leer, inspiradas en la física cuántica, y que en el fondo se reducen a introducir subrepticiamente “algo” en la nada (el vacío cuántico, las leyes cuánticas, etc) a fin de sostener un falaz surgimiento probabilístico del ser a partir de esa "nada” trucada. Por muchas prestidigitaciones verbales que ensayemos, es por completo inexplicable que algo exista, pudiendo no hacerlo; es una vieja ilusión de los filósofos suponer que el Ser ha de existir necesariamente. No hay tal necesidad. Aunque el hecho de que existamos no prueba nada, es lo más asombroso que se ofrece a la contemplación de la mente humana. Más asombroso incluso que suponer que la razón de nuestra existencia respondiera al designio de un Ser infinito. No veo por qué a ese misterio no le podemos llamar Dios, aun admitiendo la audacia de semejante salto conceptual.

(...)

Archipiélago duda.

viernes, 7 de diciembre de 2007

Volvamos al laberinto




Dejo momentáneamente de lado el aburrido y abstruso, aunque necesario debate sobre la vida y la dignidad humanas, que he estado sosteniendo estos días a varias bandas más por imperativo ético que por devoción.

Vuelvo a sumergirme en Leibniz.

jueves, 6 de diciembre de 2007

Ser y quimera


Es sujeto aquel que reúne el máximo de facultades inmediatas sobre un organismo, que por esta razón se predica como suyo. Si tras una intervención quirúrgica tu brazo responde sólo a las órdenes de mi cerebro, deja de ser tuyo, aunque tú sigas existiendo y ejerciendo tu conato en un ámbito de realidad disminuido. Es lo que sucede en el supuesto tantas veces citado de absorción entre gemelos univitelinos, pese a que aquí no se pierda el brazo, sino la totalidad de los órganos, como ocurre al morir.



martes, 4 de diciembre de 2007

Factor tiempo


Con el tiempo puede ganarse la personalidad o consciencia clara, que conlleva la realización de la capacidad para ser efectivamente libre y responsable, a través de actos libres. Pero la dignidad -que es la capacidad para ser bueno o útil en términos sociales y morales- es inherente al ser humano.

Se es libre porque se es racional, y se es racional porque se es hombre, ya que por definición no hay hombres irracionales -y sí hombres inconscientes. Con todo, se es raciocinante porque se tiene consciencia.

Me gustaría precisar que en el párrafo que inicia este escrito hablo de dos capacidades distintas. La primera es inmediata y en otra parte la llamé posibilidad física (poder llegar a ser -mejor: perseverar en lo que se era- desde un estado de hecho dado). Es decir, el hombre es libre aunque, si se lo somete a coacción, no actúe libremente. Lo sigue siendo, digo, dado que su libertad no depende de factores externos u orgánicos, derivando ésta en cambio de su condición de ser racional. Ser racional es poder actuar racionalmente, se haga o no.

La segunda capacidad es mediata (nace de la interacción del ser libre con el mundo) y requiere siempre de un tiempo para su confirmación empírica, que es contingente en cualquier caso. El hombre no es digno de nada hasta que no hace algo digno (digno del reconocimiento de sus congéneres), aunque la especie humana por cómoda convención (y tal vez por convicción) presuponga lo contrario y convierta el "hasta" particular en un horizonte indefinido.

La realidad es, sin embargo, ésta: nadie merece nacer, ergo nadie merece vivir. Ahora bien, puesto que nacemos y decidimos que somos dignos de vivir (sin hacer nada que lo amerite), entonces también y en todo momento tenemos que serlo de nacer. Resulta antojadizo y poco honesto, pues, el fijar un límite para el mencionado factor tiempo, si bien los abortistas piensan y obran así.

domingo, 2 de diciembre de 2007

Desheredadas


Las mujeres han sido completamente insignificantes como sujetos creadores en la historia de la cultura. Ni la filosofía ni la teología ni la legislación ni la música iban a perder apenas nada si redujéramos sus producciones a las del sexo masculino. Hasta aquí el molesto hecho. Lo que suele seguirle en estos casos es su inane digestión ideológica.

Apelar a los sempiternos condicionantes sociales resulta ridículo, pues el genio sabe y suele pasar por encima de ellos, hallándose su figura tanto en los aristocráticos aposentos como en las chozas de las clases humildes. Pero no es preciso que retrocedamos a la noche de los tiempos: ved el número de Nóbeles concedidos a mujeres en relación al total; contemplad el número de artistas mujeres o el de científicas de primera línea en el pasado siglo. Habla por sí solo.

La observación, si es válida y representativa para lo pequeño, esto es, para el reducido número de personajes sobresalientes, habrá de funcionar también en lo grande, en el común de la humanidad. Obtendríamos así que la mitad de nuestra especie sobreabunda en mediocres congénitas cuyas habilidades para comprender lo que las rodea se encuentran disminuidas. No sé si existe una explicación evolutiva para una conclusión tal, lo cual no obsta para que su evidencia brille, por poco que se la medite.

Con esto, en fin, no quiero dar a entender que las mujeres carezcan de luces, aunque sí sostengo que andan faltas de amplitud y profundidad de espíritu. Tienen el vulgarísimo vicio de personalizarlo todo y alternan de la peor manera la credulidad con la cerrazón. Si bien rápidas de pensamiento (como rápido es el movimiento de una estructura ligera), se ahogan en un vaso de agua; son incapaces de separar lo axiomático de lo accesorio y, al someterse al esfuerzo intelectual sobre materias abstractas, recaen en devastadoras neurosis.

Siendo proclives al apasionamiento y naturalmente ignorantes de sus limitaciones tienen, pues, que ser sujetadas. Que la mujer, desde la igualdad jurídica, obedezca los mandatos razonables del hombre -por regla: de cualquier hombre- no debe contemplarse como una premisa de dominación coactiva o enajenante, sino como una consideración práctica en atención a la máxima eficiencia del grupo.

Indignas falacias


¿La consciencia confiere dignidad? En el caso de un homicida, cuanto más consciente más culpable. Es justo al revés, Jesús. Lo que repugna de la especie humana, su verdadera miseria, es que sepa aunar lucidez intelectual y crueldad. Por este motivo consideramos a los niños -menos conscientes que los adultos- como paradigma de la inocencia. "A fortiori" lo mismo habría de valer para los embriones, cuya dignidad reside en la potencialidad lógica de llegar a ser dignos (esto es, buenos), que a su vez se asienta en la posibilidad actual de ser hombres maduros.



Claro que la conciencia confiere dignidad: es porque el culpable es un ser con dignidad como ser humano por lo que tiene sentido decir de él que es culpable; un asno que hubiera hecho lo mismo no sería "culpable".

Ser digno de algo tiene una doble significación, a saber: 1) ser capaz de asumir una responsabilidad al respecto, y 2) ser merecedor de un determinado trato. El criminal lo es en ambos sentidos, pues precisamente porque puede ser imputado como responsable, es digno de recibir azotes. Como se aprecia aquí, la dignidad no implica siempre una ventaja. Sí, en cambio, en el supuesto del embrión, que es digno de ser protegido (en tanto que humano) aunque resulte indigno para cualquier tarea (en tanto que inconsciente). Lo mismo cabría decir del que delinque en estado de sonambulismo hasta que recupera el uso de razón.


yo quiero que me demuestres precisamente esa conclusión, la de que en el caso de los seres humanos el tiempo es un factor accidental, mientras que en el jarrón es sustancial.

Te lo demuestro haciendo referencia a la igualdad jurídica que en determinados aspectos básicos (derecho a la vida, etc.) mi hija, tú y yo compartimos, aunque tú seas mayor que yo y yo mayor que mi hija. Puedes replicarme que la ley también es una petición de principio, lo cual me resulta por ahora indiferente, mientras la aceptes.


Y, de paso, el embrión no tiene "posibilidad lógica" de convertirse en un adulto, sino capacidad "física" (o biológica). Por "posibilidad lógica", también la tiene un cristal de cuarzo (todo lo que es concebible de forma lógicamente consistente es una posibilidad lógica).

Justo eso es lo que he escrito. Pero he subrayado, además, que la dignidad, entendida como la capacidad de llegar a ser bueno, es una noción potencial de tipo lógico o débil, la cual, por no depender de la constitución física o de razones suficientes claras, no siempre se materializa (ni siquiera la mayoría de veces), y no por ello es sin embargo merecedora de tu desprecio.


La dignidad es un concepto que no designa una propiedad que esté realmente EN el objeto, sino sólo una manera como NOSOTROS consideramos que "debemos" tratar a ese objeto. Dicho de otra manera: es una convención.

Terrible que pienses así. Relativismo puro y duro. No es eso lo que predican los derechos humanos, que insisten en conceder al reo un trato humano (como si fuera humano) no por seguir convenciones absurdas, al menos tan válidas como las convenciones opuestas, sino en consideración a la posibilidad de recuperarlo para el cuerpo social.

* * *

El resto de la discusión, en el enlace.

Percepción




Mais les unités, quoyqu'elles soyent indivisibles et sans parties, ne laissent de representer les multitudes, a peu pres comme toutes les lignes de la circomference se reunissent dans le centre.

Leibniz.

viernes, 30 de noviembre de 2007

Debate sobre la vida




Dices que "hay una diferencia substantiva entre un embrión de ocho células y un feto". Me gustaría saber a qué substancia aludes en este contexto, si a la apariencia física, a la tipificación legal española, a la aptitud del nonato para sentir dolor o a la capacidad de determinados terceros de experimentar lástima ante el destino de los cuerpos antropomorfos.

(...)

Estoy de acuerdo en que hay codeterminación entre el medio y los seres vivos. No creo, sin embargo, que hayamos avanzado mucho constatándolo, pues todo lo material o extenso se codetermina.

Puede plantearse el siguiente dilema: O bien la vida ha existido siempre, oculta en la materia, o bien ha surgido en ésta en un momento de su historia. La primera opción es metafísica; la segunda es abiertamente irracional o mística, ya se atribuya la "creación" a Dios, ya a las causas segundas.

Crear es poner algo allí donde no existían vestigios suyos en absoluto. Todo lo que no es creación o aniquilación (nivel substancial) es composición o descomposición, desarrollo o atrofia (nivel modal). La creación, por tanto, no es analizable por signos racionales, o al menos no racioempíricos, dado que suprime la causa física.

Así, buscar físicamente un origen de la vida (no de la vida que podemos observar y clasificar, sino de cualquier vida: de la noción misma de vida constatable en la naturaleza de forma diferenciada) me parece tan vano como buscar el del movimiento.

Ahora bien, ante un medio dado y una célula sexual dada, el medio no es capaz por sí mismo de explicar las razones del desenvolvimiento de la mencionada célula, que se encuentran por consiguiente en ésta, aun cuando se requiera necesariamente de un sustento externo. A esta capacidad explicativa de la particularidad del acontecimiento la llamo suficiencia. De manera que una célula sexual podría sobrevivir en medios muy distintos, lo que no impediría que hablásemos de uno e idéntico animal en cada uno de estos escenarios.

Hacer notar por último que "personalidad" es un concepto complejo el cual, en efecto, integra un elemento de aprendizaje que rompe el monopolio genético de los deterministas. Pero tal no implica que el devenir añada grosor al ser (llegar a ser lo que no se era es otra forma inadmisible de "creación" o de "anexión de vida"); más bien que éste no se encuentra ontológicamente en los genes, aunque puede que sí localmente.

(...)

Sostengo que una célula sexual es la potencia de un organismo completo. Algo está en potencia (y no en una mera situación de posibilidad lógica) cuando entre el estado inicial y el final no media nada externo a ese proceso, esto es, nada que no se deduzca del proceso en sí y su relación directa con el medio. Por ejemplo, que yo escriba esta respuesta es algo que entra dentro de lo posible, sin derivarse de la disposición de mis genes y órganos o de cualquier otra premisa necesitante. Sin embargo, que yo me muera algún día es algo que se sigue de mi constitución y, por tanto, está en potencia (pese a no ser lógicamente inevitable).

Hablar de "interioridad" y "exterioridad" en la materia es una licencia metafísica que me permito para dar a entender que los cambios sujetos sólo al transcurso del tiempo no son cambios substanciales.

¿Hay algo externo a la relación proceso-medio, expresión de la substancialidad? Mi opinión es que no lo hay. La vida, como la energía, pero en otro plano más sutil, ni se crea ni se destruye, limitándose a pasar por sucesivas transformaciones, sean éstas perceptibles o no. La vida, pues, es la esencia de todo, y no sólo de lo que llamamos vivo. De entre los que tienen correlato real, no existe concepto más simple o más útil a la hora de explicar el cambio.

(...)

¿Por qué la célula? Porque se trata de una unidad funcional apta para la división y la reproducción. Pero, sea como fuere, insisto en que no se debe incurrir en los fetichismos que haces muy bien en denunciar, puesto que la vida del individuo no puede identificarse con ningún elemento extenso, por "esencial" que nos parezca. Si bien resulta obvio que -dado que tiene que estar en alguna parte, y en unas antes que en otras- se circunscribirá en él de un modo heterogéneo.

Por supuesto que la personalidad es orgánica y procesual. En concreto es un proceso de la vida, de la vida humana. Ésta es algo más que un caos de partículas accidentalmente cohesionadas durante un breve lapso de tiempo. Lo vivo no limita con lo muerto, sino con lo vivo-otro.

(...)

En suma, si en la materia todo liga con todo, son necesarios los fines para que podamos hablar de individualidad. Estos fines presuponen un "yo" inmaterial, metafísico, en el inicio de cualquier "yo" consciente.

El individuo (el observador ante el mundo) es [a su vez] el presupuesto de toda ciencia, como debe serlo la metafísica que lo fundamenta. Ningunear ésta o reducir aquél a ficción es hacer lo propio con el conocimiento, que quedaría así degradado, vuelto en ingenua proyección imaginativa sobre el río de Heráclito.

* * *

Nota bene: "J. Aguado" es un alter ego, por razones que no vienen muy al caso.

lunes, 26 de noviembre de 2007

El sueño de Kant produce quanta




La metafísica kantiana pretendía ser el fundamento de toda ciencia futura. Y si bien no acabó siéndolo de toda, podemos asegurar que al menos sí lo fue de una. El mundo que la física cuántica describe como en un estado borroso o de indeterminación es lo que Kant llamaba "das Ding an sich" (las cosas en sí mismas).

Este filósofo veía al universo entero como una mónada, esto es, como la realidad subyacente que de alguna manera causaba los fenómenos y no podía ser aprehendida por la experiencia. El observador, pues, en lugar de reflejar "sub specie aeterni" un universo que es incapaz de intuir, sería el reflejo de éste, una parte de su historia desde el mismo momento en que lo percibe, lo hace ser racional y, por tanto, lo obliga a acontecer.

El kantismo es un leibnizianismo invertido.

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Enlace externo.

domingo, 25 de noviembre de 2007

Ariadna




Todo -en la mente como en el cuerpo, arriba como abajo- está determinado. Pero, por más que asciendas en la cadena de la determinación hasta sus vestigios primeros, no encontrarás un punto de partida identificable donde lo físico o causal dé lugar a lo psíquico o final. En ello ha reparado ya el emergentismo, ofreciendo sin embargo una solución ficticia, que pasa por sustituir el concepto de ley por el de relación. Y ésta es la clase de discurso que, pretendiendo explicarlo todo, nada explica, sino que da por hecho que las cosas ocurren ("surgen") y no lo detalla de forma concluyente.

Entonces, ser libre una vez es serlo siempre, con independencia de que estemos determinados a serlo según este primer acto de libertad que es existir como seres unitarios (y, de hecho, no hay otra existencia que la del individuo o mónada). La ausencia de necesidad geométrica se contagia, por así decirlo, a todo el devenir futuro de aquel que -excluyendo a Dios- es sin razón porque él mismo es su propia razón. Y estar sujeto a uno mismo, ser sujeto de tus acciones, es tanto como ser libre.

En la tradición católica aprendemos que Dios creó al hombre y le proporcionó ab initio libre albedrío. Si es cierto que gozamos de superioridad filosófica respecto a los griegos, los judíos, los gnósticos, los musulmanes y los luteranos y calvinistas, hay que buscarla principalmente aquí.

Despierta, Platón




La posibilidad lógica actual y la realidad física están más cerca de lo que se cree. Para que la materia sea mutable tiene que ser mutante; de igual manera, para que el hombre pueda pensar algo tiene que ser pensante. ¿A qué me refiero con "ser mutante" o "ser pensante"? A reflejar en el atributo lo que más tarde se mostrará en los modos, por seguir la terminología espinozista.

"Poder cambiar" significa poder sufrir cualquier cambio, sin que quepan límites lógicos. En la misma tablilla de cera en la que imprimimos la huella de un dedo podemos imprimir el sello real. La infinita división de la materia -a la que podríamos tomar por la suma confusa de todas las representaciones gráficas- lo permite.

Por razones análogas, "poder pensar" es ya haberlo pensado todo desde la consideración del atributo, el ser pensante. La esencia del pensamiento no tiene fronteras lógicas, y quien es capaz de entender la más simple de las verdades (A=A) ya ha entendido las demás, contenidas en ésta, aunque no lo sepa.

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Enlace interno.

sábado, 24 de noviembre de 2007

Estela de Descartes




El emergentismo entiende el libre albedrío como una causalidad descendente. No me parece una explicación de recibo. Se permite al producto incidir en aquello que lo produce sin que por esta razón cambie su naturaleza o su funcionalidad.

Esta forma de ver las cosas parte de un error genealógico, al que ya me referí al hablar de su "creacionismo ético". Tomemos los movimientos de un feto en el vientre materno. No puede decirse que sean completamente involuntarios o reflejos, pero tampoco son del todo conscientes, equiparándose a los del animal irracional. El emergentismo estricto y cartesiano consideraría aquí que no hay libertad en absoluto, sino mera maquinalidad en los actos del ser incapaz de reconocerse mediante el "cogito, ergo sum" (o, más modernamente, el estadio de espejo).

Pero ¿qué es el albedrío libre? Estamos ante un concepto denso hasta el laberinto. En primer lugar, es un concebir sin necesidad interna; en segundo lugar, un dirigir el curso de acontecimientos en vistas a un fin; en tercer lugar, un obrar sin compulsión externa.

El primer y el último punto son negativos y señalan la libertad de todo ser viviente y autónomo (animales con cierto grado de desarrollo). Sólo el segundo punto es específicamente humano. No determina, pues, que el acto sea libre, pero sí que resulte racional.

Faltaría ver si es posible el punto primero: la concepción sin necesidad interna, cuya facticidad el determinista estima contradictoria y, por tanto, inviable. Lo he tratado ya al hablar de la teoría de la expresión, las ideas innatas y los límites de las explicaciones ateleológicas. El debate sigue abierto.

Apertura del ángulo


El darwinismo no puede refutar las causas finales. No puede hacerlo precisamente porque esta teoría basa sus postulados en que 1) la totalidad de la materia tiende a organizarse y, en consecuencia, 2) lo orgánico proviene de lo inorgánico.

No existe lo inorgánico absoluto, dado que la organicidad es una cuestión de grado. Por tanto, existe una propiedad de la materia (su tendencia a conservarse) que no está sometida a la selección, sino que la condiciona y la conduce.

Para entender las causas finales


Escribí esto hace cinco años:


El correlato físico-causal que precede y convierte en factible toda acción libre es su condición necesaria, no su condición suficiente. De no ser así, bastaría que se dieran las condiciones físicas del acto para que éste se realizara, siendo nuestra consciencia un efecto derivado de su consecución (*). ¡Y sin embargo la consciencia preexiste a la ejecución del acto, dirigiéndolo eficazmente en su curso! ¿Cómo sería posible si tuviera que ser su efecto, por definición posterior a la causa? Y si no es causa ni efecto, ¿qué diremos que es? ¿No es del todo conveniente presuponer aquí un principio regulador (el alma) que decide qué hacer sin estar absolutamente sujeto a las causas eficientes?


(*) Hoy habría dicho "una propiedad emergente".

Muerte académica





Se pide que, comenzando por exponer de una manera exacta y neta la doctrina de las mónadas, se examine si, por un lado, pueden ser sólidamente refutadas y destruidas con argumentos sin réplica; o si, por el otro, es posible, después de demostrar las mónadas, deducir de ellas una explicación inteligible de los principales fenómenos del Universo, y en particular del origen y el movimiento de los cuerpos.

Real Academia de Ciencias y Belles-Letres de Berlín, 1745.


Se recibieron muchos trabajos sobre esta materia, y el difunto señor presidente de Maupertuis nombró una comisión para examinarlos, y confió la dirección al difunto señor conde de Dohna, Gran Maestre de la Corte de Su Majestad la Reina, que, al ser un juez imparcial, examinó con todos los cuidados imaginables las pruebas dejadas tanto en pro como en contra de la existencia de las mónadas. Al fin se encontró que, las que debían establecer su existencia, eran tan débiles y tan quiméricas, que todos los principios de nuestro conocimiento serían trastocados por ellas. Se decidió en favor de la opinión contraria, y el premio fue adjudicado a la obra del señor de Justi, quien mejor había combatido las mónadas.

Euler. Correspondencia.


Sin duda, no son las mónadas las que han creado (sic) a los cuerpos. Más bien, cuando pregunto por qué un ser actual existe, no veo otra respuesta más que decir: porque el Creador le ha dado la existencia. Y sobre la manera cómo la creación ha sido hecha, creo que los filósofos deben reconocer francamente su ignorancia.

Euler. Correspondencia.

martes, 20 de noviembre de 2007

Cómo matar a Dios




1) Si el Dios de Aristóteles es el fundamento de todos los demás: refútese y el resto caerá con él.

2) Si no es tal fundamento, ni hay fundamento común: ninguna refutación de Dios es definitiva, ya que siempre cabrá reformular el concepto. Por ejemplo:

. Dado que se predica la imposibilidad de Dios por su condición de ser eterno, se presume existe contradicción lógica entre el atributo de "divino" (i.e., sobrehumano) y el atributo de "eterno".

. En consecuencia, un Dios que no sea eterno, sino temporal, será lógicamente posible, al haberse despejado la mencionada contradicción. Tales serían los dioses panteístas.

. Por tanto, constataríamos que el Dios del monoteísmo es rechazable "a priori", mientras que el del panteísmo lo es sólo por su no falsabilidad (como tantas otras cosas que cree el ateo, por otro lado). O bien requeriría de una refutación particular expresada en nuevos términos, la cual podría igualmente contestarse buscando una definición de Dios con los atributos inversos a aquellos que se están impugnando.

En esta contienda el ateo jamás puede ganar, ya que la lógica obliga a no admitir que algo y su contrario son verdaderos.

lunes, 19 de noviembre de 2007

Inocente




Juzgar a Dios significa dar pábulo a los fáciles ataques y poner en una situación muy complicada a cualquiera que intente detener el incendio. El Sr. Bueno lo sabe y se aprovecha de la ignorancia de su auditorio lanzándole un discurso aprendido de carrerilla. Cuando lleva ya varios minutos hablando de Dios y le solicitan que demuestre su inexistencia finge no saber a qué Dios se hace alusión. ¡Pues ni más ni menos que a aquel del que estaba departiendo! Pero la argucia surte el efecto deseado, desconcertar a quien inquiere, y la interpelación queda finalmente en nada.

El tono ganador de "la defensa" forma parte de la comedia para que la caída sea más dura. En un extremo, testigo de cargo, el genio lleno de honestidad, arrojo y entusiasmo; en el otro, el repeinado sofista y cortesano con la sonrisa mellada por la ineptitud.

Observa el aire de suficiencia del "fiscal". Sus cartas están marcadas, y no profiere pregunta alguna que no sea desdeñosamente retórica. Van con él la arrogancia y el porte presuntuoso de quien no contempla conjeturas, del que resume el mundo en una vacua fórmula verbal y condensa su misterio en la mera expectativa de conocimiento.

Risas y aplausos. El juicio ha concluido: el hombre se declara inocente.

* * *

Vía Razón atea.

Infinito en acto (II)
















No aprendemos nada que no supiéramos ya.


Podemos aprender infinitos conceptos.

Luego, sabemos infinitos conceptos.


Todo lo que sabemos tiene un reflejo físico.

Por consiguiente, tendrá infinitos reflejos.

Y, siendo nuestro cuerpo finito, serán reflejos infinitamente pequeños.


Si algo físico y sólo físico está dividido hasta el infinito, carece de inicio: cualquier parte que se tome dependerá de otra que, a su vez, también será dependiente de una tercera.

Si carece de inicio, carece de movimiento unitario.

Ahora bien, los seres vivos se mueven.

Por tanto, los seres vivos tienen alma.


Todavía más: toda porción de materia posee cierto grado de inercia, esto es, de movimiento unitario.

Ergo, toda la materia está infinitamente animada.

Lenguajes




Hace mucho tiempo (casi ocho años: mucho tiempo para mí) que estudié el giro lingüístico. Es una corriente filosófica con la que, a grandes trazos, estoy de acuerdo. Puede sintetizarse en la siguiente afirmación: No aprendemos nada que no supiéramos ya, lo que ha llevado a Chomsky a defender el innatismo y a Wittgenstein la gramática filosófica, esto es, la estructura previa a todo discurso inteligible. En estos platónicos mimbres se confirma la teoría de la reminiscencia.

Estoy dispuesto a admitir que mi argumento tiene debilidades visibles, las cuales desaparecen sin embargo al considerar la posibilidad "a priori" de las causas finales y la conveniencia de contemplarlas en el ser humano, cuya memoria no es sólo retentiva como en las máquinas, sino también -y sobre todo- interpretativa. Interpretamos porque no tenemos un lenguaje. Contamos con dos, al menos: el natural y el adquirido.

domingo, 18 de noviembre de 2007

Razón espontánea


Definiciones

1) La causa plena es la razón única de su efecto pleno.

1.1) Causa eficiente (o causa geométrica) es la que surte efectos desde un estado de hecho pasado.

1.2.)
Causa final (o causa libre) es la que se realiza en base a un estado ideal proyectado en el futuro.

2) Pensar es procesar información.

2.1.) Razonar es pensar según causas finales.

2.2.) Recordar es pensar según causas eficientes.

3)
Obrar es modificar un estado de hecho en el mundo.

3.1.) Actuar es obrar razonando.

3.2.)
Padecer es obrar recordando, i.e., sin razonar.


Proposición

La razón no es consecuencia directa de la memoria y la experiencia. Ambas son condiciones necesarias y no suficientes de aquélla.


Demostración


La prueba que doy es metafísica, aunque la haya presentado desde un ejemplo empírico. La dividiré en tres puntos para que se comprenda mejor:

1)
Concíbase una red de cerebros unida por lo alto (la memoria compartida) y lo bajo (el sistema nervioso común). Si dichos cerebros sintiesen y actuasen igual, nada obstaría -según el principio de la igualdad de los indiscernibles- para que los consideráramos el mismo sujeto, pues un sujeto no es otra cosa que el centro imputativo de sus acciones y pasiones.

2)
Ahora bien, no son el mismo sujeto, ya que no obrarán al unísono aunque tengan las mismas impresiones. Si la acción dependiese sólo de la pasión o de la corporeidad, factores que he condensado en los términos de la memoria y la experiencia, los referidos cerebros tendrían que actuar siempre de idéntica manera, dado que forman parte de un mismo cuerpo (la totalidad de la red) y reciben los mismos estímulos nerviosos.

3) En caso que se objete que actuarán de un modo diferente porque su corporeidad de cerebros es también diferente, se estará admitiendo que:

a)
Existe una noción de cuerpo más allá de las interconexiones físicas y funcionales que integran un organismo.

b) Tal noción depende de la actividad de los sujetos y no de los datos empíricos asimilados por ellos.

c) No es el cuerpo el que determina la actividad, sino la actividad -o la capacidad de actuar- la que determina al cuerpo.

d) Por tanto, el inicio de la actividad no es corporal (compuesto) y sí, en cambio, espiritual (simple).

* * *

PS: Puede que por tradición cartesiana asociemos el pensar con el existir autoconsciente, pero ello no es necesariamente así. No me cabe duda de que los animales piensan y, en muy pequeña medida, razonan. Pensamiento, consciencia y razón son cuestiones de grado en los seres vivos. También es legítimo afirmar que piensa todo lo que organiza, pues pensar no es otra cosa que esto, si abstraemos el pensamiento del pensador. No obstante, me niego a llamar racional a una máquina que se limita a seguir órdenes. Tampoco llamaría así a una piedra que, al precipitarse en caída libre, mostrase obediencia a las leyes de la física.

sábado, 17 de noviembre de 2007

Somos libres




Si dos personas tienen idénticas percepciones, si expresan y representan el mundo de la misma manera, ¿cómo se las distingue? Han percibido lo mismo porque su capacidad interpretativa es idéntica, siéndolo también los estímulos. Tendrán, pues, iguales reacciones -exactamente iguales- siempre y en todo lugar.

Ahora bien, eso no es posible: no existe la clonación perfecta, el desdoblamiento. Pero sí lo es el que tú y yo compartamos memoria de una misma base de datos, como podrían hacerlo dos ordenadores.

Concreto el ejemplo. Supón que, además de estar conectados a un cerebro central, formamos parte de un sistema nervioso común. Puesto que nuestro cuerpo es uno, ¿somos algo más que nuestra memoria y nuestra razón, único criterio individualizador que nos queda? Pero dije que la memoria en este caso también formaba parte de una colectividad de sujetos. Sólo resta, entonces, la razón, entendida como espontaneidad o principio activo. Ésta no depende ni de lo vivido (la memoria) ni de lo que se vive (la experiencia). Se encuentra orientada al futuro, a los fines, según sea su propia noción.

Nada hay en la composición física del cerebro, abstracción hecha de los recuerdos y los efectos de la facultad sensible, que lo incline necesariamente a pensar de una manera antes que de otra. De aquélla se seguirá el que podamos o no hacer algo, no el que tengamos que hacerlo. La prueba del albedrío es la prueba del alma.

Creacionistas éticos


No me sorprende que quienes consideran una prioridad política el casar homosexuales releguen al último lugar la protección de la vida en su fase embrionaria. Son los mismos, por cierto, que niegan al Estado la posibilidad de matar a un asesino, pero se la sirven en bandeja a una madre con respecto a su hijo nonato. Cuestión de principios, supongo. Bien es sabido que los fetos no votan ni participan en la lucha de clases.

Estos eximios estadistas y laureados científicos piden al nasciturus que sea "inteligente" o "consciente" para concederle el salvoconducto. Por la misma razón, no lo considerarán vertebrado hasta que tenga espina dorsal, ni mamífero hasta que mame o le crezcan las tetillas. El hombre sería así el único animal que va cambiando de especie y de clasificación taxonómica en el transcurso de su vida. La identidad no estaría en los genes (darwinismo), sino en el grado de desarrollo de los órganos (lamarquismo). La humanidad se ganaría con el tiempo, como quien gana peso; o bien surgiría inopinadamente con el primer chispazo neuronal. Propongo bautizar a esta vanguardia biofilosófica del siguiente modo: creacionistas éticos.

viernes, 16 de noviembre de 2007

La simplicidad del alma




Podemos concebir un conjunto de sujetos compartiendo una misma memoria por una suerte de interconexión de sus cerebros a un cerebro central. Sin embargo, no nos es posible la intuición de varios individuos sintiendo (i.e., interpretando una sensación) de idéntica forma.

Teoría de la expresión




Si lo que expresa lo complejo tiene que ser igualmente complejo, ¿no se está confundiendo el expresar con el reproducir? El lenguaje expresa la realidad sin reproducirla, razón por la cual nos permite abreviar.

La combinación de los colores no expresa nada, sino que lo reproduce. En cambio, las palabras sí expresan, tanto más cuanto más simples son. De modo que el término más vago (por ejemplo, "cosa") es el que mayor campo denotativo ostenta.

En la esfera lingüística lo complejo no es una mera adición combinatoria de elementos simples. Las palabras no son más o menos complejas según el número de letras que las integren. Lo serán, si acaso, en atención al número de significados que connoten. Nada más difícil de definir y, por ende, más complejo que aquello que remite a todo, como "el ser" o "la verdad".

Una explicatio, pues, presupone una complicatio o síntesis cifrada. El alma requiere la memoria para reproducir datos brutos e integrarlos en su noción unitaria y consciente. Pero en absoluto le hace falta tal cosa para expresar la experiencia de estos datos, mientras mantenga algún grado de sensibilidad. Nadie siente de la misma manera y, por tanto, sentir no puede equipararse a reproducir, siendo en cambio una forma primaria del expresar.

Esto basta para probar que en el alma cabe todo el universo sin necesidad de ser ella misma un universo.

* * *

Enlace interno.

Acabar con todo


El Renacimiento supuso un gran progreso, una madurez de las fuerzas alcanzadas, sin conllevar por ello una fractura con el pasado en el que venía incubándose. Jamás rompe uno con el pasado, sino con el presente, pues el pasado es una ficción mediante la que los historiadores convierten lo intangible en relato. Por contra, toda época encarna, en procesión bulliciosa y ecléctica, el tránsito entre lo viejo y lo nuevo: Savonarola y Villon, Domingo Báñez y Campanella, Janequin y Orlando de Lasso serían, así, aristas de una misma realidad poliédrica.

El rupturismo nace de la visión revolucionaria y fanática del mundo, que contempla al adversario ideológico como al cíclope a batir para que la vida siga adelante. Es un rasgo distintivo del temperamento decadente el concebirse sin raíces, como un fenómeno natural o mecánico que conduce a la disolución de lo hasta ahora dado. Lo pretérito no es sólo lo muerto; también es lo que debe morir sin dejar rastro, legado ni enseñanza. Nada más gélido, antihistórico y, en suma, mortífero que un idealista imbuído del sentimiento de inminente caducidad.

jueves, 15 de noviembre de 2007

La mónada y el Uno egoísta


El "yo" -en tanto que puede actuar y actúa- no es ni un concepto, ni un estado de hecho, ni una adición de estados de hecho.

Stirner quiso emancipar el "yo" de la servidumbre de las ideas mediante un proyecto al mismo tiempo idealista (por su exaltación del sujeto particular) y antiidealista (por su relativización de lo categorial).

La propiedad del "yo" lo es todo, pues es incapaz de pensar nada superior a su propio pensamiento. Si se conoce, conoce el universo; carece de verdaderos fines externos que puedan incrementar su noción. Todo lo que el "yo" piensa es, entonces, inferior a sí mismo e indigno de homenaje. Si el "yo" se autopensara, desaparecería, por lo que sólo puede devorar todo lo que lo rodea como si fuera algo exclusivamente suyo (egoísmo).

En suma, el pensamiento es la voluntad de ser, sin que quepa apreciar una sumisión natural de una esfera respecto a la otra.

El sofisma solipsista al que Schmitt debe de referirse es la conversión de lo impensado en inexistente, o de lo deseado en lo deseable o moral.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

En el laberinto


Sólo la geometría puede proporcionarnos el hilo conductor para recorrer el laberinto de la composición del continuo, de los máximos y de los mínimos, y de lo indesignable, y del infinito, y nadie llegará a una metafísica verdaderamente sólida sin haber recorrido dicho laberinto.

Así como una misma ciudad, vista por diferentes partes, parece otra y resulta como multiplicada en perspectiva, así también sucede que, por la multitud infinita de sustancias simples, hay como otros tantos universos diferentes, los cuales no son, sin embargo, sino perspectivas de uno solo, según los diferentes puntos de vista de cada mónada. Ésta es la manera de conseguir la mayor verdad posible con el mayor orden posible.

Leibniz.





El dibujo es del puño de Leibniz y se encuentra en el manuscrito de la Characteristica.

En breve me ocuparé de este espinosísimo asunto.

martes, 13 de noviembre de 2007

Meditación


El hombre tiende al mal como la esfera a rodar por la pendiente. Para destruir esta tendencia o dejarla temporalmente sin efectos sería preciso que o bien la esfera se achatara, o bien que la pendiente se ahuecase. Es decir, haría falta un cambio físico en el sujeto o en las circunstancias. Si no se produce este cambio relevante, y con todo la tendencia se invierte, entonces hay que reconocer la acción de una fuerza particular extraña al sujeto y a la circunstancia del mismo.

Ahora bien, somos capaces en idéntico grado de obrar recta o incorrectamente. De manera que, mientras nuestras inclinaciones nos dirijan a obrar mal y nadie nos lo impida, obraremos mal; y viceversa. Rectificar el curso de la acción nos resultaría imposible, a pesar de nuestro albedrío, puesto que éste se limita a asentir a lo que el entendimiento ya ha deliberado. Por tanto, obrándose mal por falta de deliberación, para obrar bien en tal tesitura se requiere o bien un incremento en la capacidad de razonar, o bien un cambio en la naturaleza de la voluntad.

Sin embargo, la potencia de algo no cambia nunca sin que quepa hablar de la destrucción y recreación de ese algo, que ya no es lo que era, esto es, lo que podía ser. Consecuentemente, para que alguien cambie la inercia a la que su propia noción lo dirige, deberá experimentar una modificación en el acto (lo volitivo) y no en la potencia (lo intelectivo). Un cambio en acto, pues, cuya efectividad exige un agente distinto al sujeto.

Antorchas


Afirmar tu fe no es quemar a un hombre, sino quemarse en ella. "El que persevere hasta el fin, ése se salvará". ¿Cómo?, ¿persiguiendo?. No, sufriendo. Tal es la verdadera afirmación de la fe, y Calvino no la conoce.

Castellio.




Visto aquí.

Intervencionismo teológico


Cuando dejéis de ver a Dios como el fontanero del mundo, en lugar de como su perfecto Creador, superaréis la superstición y superaréis el ateísmo.

domingo, 11 de noviembre de 2007

Leibniz, biólogo


Extracto y comento brevemente unos párrafos del penetrante estudio del profesor Bernardino Orio, "Leibniz y los Helmontianos":

Comparemos primero las otras criaturas con nosotros mismos, dice Leibniz. Si todos aceptamos que hay en nosotros un ser simple dotado de vida, acción y perfección, la naturaleza sería poco uniforme y coherente si sólo esta partícula de materia que es nuestro cuerpo estuviera dotada de algo que la hiciera, incluso físicamente, totalmente heterogénea, esencial e infinitamente distinta de las demás:

lo que nos lleva a pensar que hay por todas partes tales seres activos en la naturaleza, y que no hay diferencia más que en el modo de la percepción.

Llámense formas, entelequias, almas o espíritus, no puede haber en origen más que una diferencia gradual entre ellas, ni, de momento, más diferencia que gradual -en variedad de percepción- entre lo orgánico y lo inorgánico: tan llena de vida está la piedra, como una rosa o el cuerpo humano. En "el fondo" estas tres cosas están hechas de igual manera, tienen la misma estructura; la naturaleza es uniforme en su sustrato más profundo.

(...)

Aunque todo está lleno de vida -comienza diciendo-, no todo ES vida, y habremos de distinguir fenoménicamente entre lo orgánico y lo no orgánico. Siguiendo su famoso ejemplo, ¿qué le falta al estanque lleno de peces para ser un pez o un ser orgánico animado, si el cemento del estanque está lleno de substancias -todas orgánicas, pues no hay ninguna que no lo sea-, y entre los peces hay una infinidad de otros cuerpos orgánicos, seguramente desconocidos por nosotros, hasta el infinito?. Lo que le falta -nos dirá después- es la "mónada o entelequia dominante", que unifica funcionalmente la actividad de los cuerpos orgánicos correspondientes a las mónadas auxiliares, para constituir un animal orgánico o máquina de la naturaleza, esto es, un "unum per se" indisoluble; mientras que el cemento del estanque carece de esta unidad funcional, es un mero agregado "compuesto" de substancias, un "unum per accidens" y soluble por los agentes externos.


A modo de resumen:

1) La vitalidad no es una propiedad emergente de cierta clase de organismos, sino una propiedad permanente de los organismos en general, sin que quepa establecer entre ellos más distinciones que las de grado.

2) La conexión física de todas sus partes no basta para identificar a un organismo, ya que todo está conectado y todo es viviente. Es necesario presuponer un fin primero ínsito a cualquier átomo de materia (la organización o infravivencia) y un fin final propio de cada organismo (la conservación o supervivencia).