viernes, 5 de octubre de 2007

El techo del arte


Leibniz nos legó esta reflexión: la diferencia principal entre las máquinas naturales y las artificiales estriba en que las primeras serían infinitas, manteniéndose, pues, las segundas en los cauces de la finitud. La explicación parece clara: Si nada existe sin razón en la naturaleza y, por otro lado, todo es divisible al infinito, entonces todo organismo (que es una máquina natural con la supervivencia como fin) posee una infinita complejidad ausente en nuestras máquinas, diseñadas según un número limitado de operaciones. Infinito en acto contra infinito en potencia.

3 comentarios:

Dark_Packer dijo...

Si lees mi post "Cazando los números transfinitos: antecesor perverso" (con la consiguiente discusión con Maestro Cuartero), verás que considero el infinito matemático actual como un concepto ficticio (es decir contradictorio).

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Lo sé. Cuando tome algo de aire me enfrentaré a tu post.

Dark_Packer dijo...

La verdad que llevas un ritmo infernal... se te van a recalentar las mónadas.