En el amor no puede mostrarse el deseo cuando se siente, si no se quiere precipitar uno hacia su propia destrucción. Porque la mujer es deseo, y vive del deseo ajeno como del sol y del agua viven las plantas. Pero los hombres no somos soles ni manantiales: nuestro ardor tiene un fin, mientras que el suyo no lo conoce. Una mujer, aunque jamás arde por sí misma, agostará a quien a ella se acerque con intención de tomarla. Quebrará vuestra firmeza, tanto más penosamente cuanto más firmes seáis. Suya es la ley de la escasez y de la nostalgia.
Es preciso, entonces, contener el deseo en la facticidad o en la imposibilidad. Así, sólo se debe halagar a la esposa que ya se tiene o a la que no se tendrá nunca: la amiga. Las pretendidas han de ser engañadas y vejadas por sistema, hasta que se derrumben ellas y no nosotros.
miércoles, 31 de octubre de 2007
Curarse de espantos
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5 comentarios:
Khun Pwan Irichc:
Cada día te quiero mas.
Hay otra opción: morir en el intento. Es una muerte gloriosa y, te pregunto: que otra hay que tenga un nivel superior? Ninguna. Es una cuestión de elección.
Solo dos objeciones a tu bella prosa de hombre torturado: la ultima frase es innecesariamente maligna con las mujeres en general. La segunda objeción es otra cara de la primera: toda la argumentación, que es clásica en ti y en otros antes que tu, confunde la mujer con el otro. Esto es porque les interesa la mujer y no los otros. Es poco cristiano...
PD También te interesan los homosexuales y los comunistas.
Exacto hata la precisión matemática eso de que:
"Es preciso, entonces, contener el deseo en la facticidad o en la imposibilidad"... El deseo que se cumple despeña el objeto deseado...
Valoro la inteligente estrategia que proponés; estoica y, como tal, infaliblemente acertada .
Buenaventurado Irich; Saludos,
Aquileana :)
No coincido con atilio, las mujeres somos bastante perversas en muchos aspectos, creo que el pecado original muestra un tanto estereotipadamente pero bien , la calidad natural de la ontología femenina ... Soy mujer , bien plantada en mi condición y te digo: Si me quieres O si me quieres poseer ignórame y nunca te fíes de mi supuesta debilidad...
Aquileana ( Bis)
El deseo de una mujer consiste en ser deseada, y el del hombre en desear simpliciter. La mujer no tolera el anonimato en el sexo porque aspira -en detrimento de las otras féminas- a concentrar en ella todas la miradas a todas horas. El hombre, sin embargo, tiende a buscar el placer como una experiencia concreta y segregada de las demás, ya que teme competir con el resto de varones. Éstos, pues, se afirman sometiendo, mientras que aquéllas lo hacen diseminándose. De ahí que las prostitutas suelan ser mujeres y sus clientes hombres.
Amalia, tus palabras te honran.
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