La vida mental -mero haz de percepciones, voliciones y recuerdos- no determina la moralidad de nadie, aunque sea condición necesaria para ella. Sólo desde la libertad en él contemplada puede afirmarse que un acto es o no moral (cfr. Pedro Abelardo). Todo grado de coacción que el individuo padezca atenúa hasta imposibilitarlo el juicio moral del que de otro modo sería plenamente merecedor frente a un tercero.
Ahora bien, la libertad es una especie particular de actividad mental, consistente en asentir el mismo sujeto a una acción mientras se representa su contraria y la rechaza. Pretender que se es libre sólo al efectuar esa operación deja inexplicado por qué se la efectúa, precisamente ésa y no otra. Ante esto hay dos escapatorias posibles:
1) Si se contesta que tal proceder está determinado por una causa no espontánea, esto es, esclava, se niega la libertad consecuente y, por ende, la moral toda.
2) Y si se conviene que hay espontaneidad real en algún extremo de la sucesión de efectos que conduce al acto libre, se aceptará implícitamente que tal carácter puede hallarse en cualquier punto que se elija remontando la cadena de mis pensamientos, puesto que la acción es mía y sólo en mí encuentra su causa eficiente.
Por tanto, si es legítimo hablar de moral, su esfera comprende a todo individuo libre en cada momento de su desenvolverse como organismo.
jueves, 23 de octubre de 2008
La esfera moral
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