lunes, 13 de octubre de 2008

Ubi libertas, ibi dubium


Toda disciplina que verse sobre la voluntad humana tenderá a confundir la esfera descriptiva con la prescriptiva. Lo mismo sucede con la moral o con la ética, a las que sólo tras muchos reparos llamaríamos ciencias. En economía no es distinto, y se añade incluso el componente etéreo de la confianza, propio de toda praxis política.

Aunque la cuantificación aritmética y el recurso a la terminología de la física ("leyes", "variables", etc.) hagan aparentar un mayor rigor, estamos ante una racionalización del comercio de los hombres. Paralelamente, el Derecho se ocupa en racionalizar lo que cae fuera de aquél o lo fundamenta. No hay, sin embargo, una "economía natural" del mismo modo que se predica un Derecho natural. En tanto que se desecha el valor objetivo de las cosas, resulta imposible jerarquizar principios o alcanzar un equilibrio perdurable, no ilusorio.

Una norma de prudencia que afecte a la producción o al consumo de bienes es, en este sentido, tan económica como cualquier otra. Ahora bien, a diferencia de la moral o la ética antes referidas, la eficacia de la economía sí depende de su grado de cumplimiento: sin predicciones correctas no es nada.

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