viernes, 31 de octubre de 2008

Massa damnata




El pueblo no es nunca lo bastante subestimado. No existe ninguna aberración que no haya contado con su refrendo expreso, ninguna injusticia que no haya perdurado sin su consentimiento, ninguna superchería que gracias a él no haya alcanzado el valor de verdad. Puesto que comprende a la totalidad de los hombres, ha sido apoyo moral y colaborador necesario de todos los crímenes, así como víctima voluntaria de todos los abusos. Ha perseguido a inocentes, ha encumbrado a tiranos, ha testificado en su propia contra, ha falseado su historia y, al fin, se ha elegido a sí mismo como juez único de sus asuntos para quedar perpetuamente liberado de responsabilidad.

jueves, 30 de octubre de 2008

Desprecio devuelto


Y , tan legalista, deberías deshacerte de la idea de progreso, que no denota nada y sin embargo introduce la perniciosa certeza de que el Derecho de hoy será superado por el de mañana. En base a ello el Estado presente es visto siempre como una autoridad provisional.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Efervescencias


Well mayest thou exclaim, 'Is there no God, then; but at best an absentee God, sitting idle, ever since the first Sabbath, at the ouside of His universe and seeing it go?' 'Has the word Duty no meaning? is what we call Duty no divine messenger and guide, but a false earthly phantasm made up of desire and fear?' 'Is the heroic inspiration we name Virtue but some passion; some bubble of the blood, bubbling in the direction others profit by?' I know not; only this I know, if what thou names Hapiness be our true aim, then are we all astray*.

Carlyle


* Bien pudieras exclamar, '¿Entonces no hay Dios, sino a lo sumo un Dios ausente, reclinado y ocioso por siempre desde el primer Sabbath, en las afueras de Su universo y contemplándolo marchar solo?' '¿No significa nada la palabra Deber? ¿No es lo que llamamos Deber un guía y mensajero divino, sino un falaz fantasma terreno amasado por el deseo y el miedo?' '¿Es el arrebato heroico al que nombramos Virtud más que una pasión, una burbuja en la sangre, burbujeando en la dirección que a otros aprovecha?' No lo sé; sólo sé esto: si lo que tú llamas Felicidad es nuestra verdadera meta, estamos todos extraviados.

Caccini, Grandi















Se-De-Boschi-I-Verdi-Onori.mp3


Heu-mihi---Quid-ploras.mp3

martes, 28 de octubre de 2008

Cábalas




Lo exterior de lo exterior, el mundo: todo lo que tiene razón de ser.

Lo interior de lo exterior, el cuerpo: todo lo que es siempre según una misma razón.

Lo exterior de lo interior, la mente: todo lo que razona.

Lo interior de lo interior, el espíritu: todo lo que razona siempre según un mismo principio.

El principio del espíritu es Dios. Lo razonable de la mente es el espíritu. Lo razonador del cuerpo es la mente. Lo razonado del mundo es el cuerpo.

domingo, 26 de octubre de 2008

Maquiavelo y el resurgimiento de la teología natural


Vedi già, prudentissimo Schioppio, che il christianesmo, che occupava et abbelliva il Mondo, si è ridotto a dui angoli di Italia e di Spagna. L'oriente sta in man di Mancometto favoloso, empio, ignorante, crudo, con grande scorno e danno di tutto il genere humano, e così gran parte de l'Africa; e poi tutto il settentrione in man de Luthero e di Calvino, c'han fatto un Dio traditoresco che ci prohibisce li peccati, e poi ci sforza a farli per pigliarsi gusto di metterci all'inferno con voglia non di padre, ma di crudel tiranno. Vedi a quanta ignominiosa impietà consente il Mondo per la caligine che manda inanti l'Antichristo, che esce da l'abisso. Poi la povera Italia e Spagna ha dentro un diabolico Macchiavello, che infetta la più nobili parti de la Republica e dona a credere che la Religione sia astutia di preti e di frati per dominar il popolo a consenso di Prencipi, che l'hanno per ruffiana di lor fraudi.

(...)

Ti inganni, Schioppio mio, se pensi predicare alli Germani tuoi il "credo in sanctam ecclesiam": ma bisogna cominciar da "credo in Deum" per filosofia naturale e non per auttorità, perché nullo quasi crede alla Biblia, né all'Alcorano, né al Vangelo, né a Luthero, né a Calvino, né al Papa, se non in quanto li torna commodo. Vero è che la plebe minuta crede a questi, ma li dotti e Prencipi tutti sono quasi politici Macchiavellisti, che hanno la Religione per arte di stato, che se credessero in Dio non tratteriano per forza e per sofismi regnare e dominare.

(...)

Volendo dunque uno riconoscer la Religione, non può farlo per via divina, che li peccati e mali essempii sono assai. Bisogna dunque che tutte le scienze camini, e che in nulla setta si ostini, parlo per via naturale, che per gratia divina ogni idiota può riconoscerla meglio che li filosofi sagacissimi.

(...)

Per Macchiavellista intendo ognun che vive per astutia fondata nell'Amor proprio e nella miscredenza della Religione: della quale solo qui si vede il "quia".

Campanella


sábado, 25 de octubre de 2008

Llave sin cerradura, cerradura sin llave


Para hablar del alma no hay evidencias, pero sí hay indicios. Ninguna filosofía que se contradiga puede constituir la mejor explicación de la realidad, y el materialismo lo hace (por ejemplo, al asumir que de la suma de muchas no-percepciones obtenemos una percepción).

jueves, 23 de octubre de 2008

La esfera moral




La vida mental -mero haz de percepciones, voliciones y recuerdos- no determina la moralidad de nadie, aunque sea condición necesaria para ella. Sólo desde la libertad en él contemplada puede afirmarse que un acto es o no moral (cfr. Pedro Abelardo). Todo grado de coacción que el individuo padezca atenúa hasta imposibilitarlo el juicio moral del que de otro modo sería plenamente merecedor frente a un tercero.

Ahora bien, la libertad es una especie particular de actividad mental, consistente en asentir el mismo sujeto a una acción mientras se representa su contraria y la rechaza. Pretender que se es libre sólo al efectuar esa operación deja inexplicado por qué se la efectúa, precisamente ésa y no otra. Ante esto hay dos escapatorias posibles:

1) Si se contesta que tal proceder está determinado por una causa no espontánea, esto es, esclava, se niega la libertad consecuente y, por ende, la moral toda.

2) Y si se conviene que hay espontaneidad real en algún extremo de la sucesión de efectos que conduce al acto libre, se aceptará implícitamente que tal carácter puede hallarse en cualquier punto que se elija remontando la cadena de mis pensamientos, puesto que la acción es mía y sólo en mí encuentra su causa eficiente.

Por tanto, si es legítimo hablar de moral, su esfera comprende a todo individuo libre en cada momento de su desenvolverse como organismo.

martes, 21 de octubre de 2008

Anabaptistas y apóstatas















Creo que "afiliarse" a una confesión religiosa [en referencia al bautismo de niños] es el caso más claro de ejercicio de la libertad religiosa que existe y sólo puede ser ejercitado por el propio sujeto.

Y yo digo que no. La libertad religiosa no se ejerce mediante un símbolo al que eres ajeno y que recibes pasivamente, salvo que creas en su poder. Por ofrecer un ejemplo, al marcharme de Tailandia, el país de mi mujer, su abuelo me rascó y sopló varias veces en la cabeza para desearme buena suerte. Poco antes casi me obligaron a ponerme unas medallitas de protección. Pues bien, al no significar estos gestos nada esotérico para mí, no pasaron de ser muestras de cortesía a las que no di mayor importancia. Para creer que su acción tenía algún fuste o virtualidad invasiva sobre mí debería haber compartido con mi familia política algún elemento relevante en mi sistema de creencias; es decir, tendría que haber formado parte ya de un mismo edificio de certezas en cuanto al animismo se refiere, estando en cierto modo persuadido de que aquél era un método adecuado para convocar a los espíritus. No fue así, y ningún conocimiento de esta especie -si se sigue la analogía- puede presuponerse en el infante que recibe el bautismo.


No me cabe duda de que ejercer en nombre del menor un derecho fundamental que no es susceptible de ejercicio ajeno, no es actuar en beneficio del menor.

Depende. La autodefensa deriva del derecho fundamental a la propia integridad. Por una cuestión de lógica locucional, nadie puede "autodefendernos", lo cual no significa que no esté en su mano -y en ocasiones sea incluso su deber, viniendo en nuestro auxilio- el perseguir el mismo fin que buscamos cuando nos defendemos, esto es, conservar el cuerpo. Ahora bien, el objetivo de conceder la libertad religiosa es el desarrollo íntegro de la personalidad. Por tanto, toda formación encaminada a reforzarla sin por ello suplantarla contribuirá a cumplir con el "télos" que se ha propuesto el legislador.

Vía.

lunes, 20 de octubre de 2008

El alma dormida




Libertad es la capacidad de perseguir un fin y, simultáneamente, ser consciente de su contrario. No hay animal fuera del hombre que esté en disposición de alcanzar la nitidez de los opuestos para que podamos hablar en él de una verdadera elección y no de meras inclinaciones. Por ello, no es posible encontrar seres morales fuera de nuestra especie y por debajo de la misma. La moral es, en consecuencia, una perfección y una singularidad humana, así como la ética que la objetiva.

Se ve con esto que la vergüenza es doblemente inútil. Inútil si deriva de un acto libre, puesto que así lo quisimos. E inútil si es el resultado de un acto reflejo o instintivo, dado que nuestra intencionalidad no tomó parte en él a modo de causa eficiente. Los animales, aunque se equivoquen, jamás se avergüenzan. Aunque se humillen ante otro, nunca se sienten por debajo de sí mismos.

Sabemos, pues, que del más racional de los actos (elegir entre opuestos según criterios de lo bueno y lo malo) se sigue la más irracional de las conductas, el pavor y el asco de sí. En las consciencias más esclarecidas, capaces de someter la Tierra entera bajo su yugo, anida la degeneración de la que el resto de vivientes se ve a salvo: la fatiga de vivir, la decepción por el combate inútil.

Dos efectos de este pecado son seguros y han de temerse. El primero es la negación de la libertad y de la responsabilidad (Gen. 3:12); el segundo es la negación de la consciencia, la bestialización diabólica (Gen. 3:13). Engañarse y engañar. Se empieza negando la acción para terminar sancionando la pasión positivamente. Del fatalismo al hedonismo sólo hay un paso; del hedonismo a la crueldad, dos pulgadas.

sábado, 18 de octubre de 2008

El hombre doble




¿Qué quimera es, pues, el hombre?, ¿qué novedad, qué monstruo, qué caos, qué sujeto de contradicciones, qué prodigio? Juez de todas las cosas, imbécil gusano de tierra, depositario de lo verdadero, cloaca de incertidumbre y de error, gloria y desecho del universo.

(...)

Pero cuando lo he pensado más de cerca, y cuando, después de haber encontrado las causas de todas nuestras desgracias, he querido descubrir sus razones, he hallado que hay una muy efectiva, que consiste en la desgracia natural de nuestra condición débil y mortal, y tan miserable que nada nos puede consolar cuando lo pensamos más de cerca.

De cualquier condición que uno se imagine, la mejor que hay en el mundo es la realeza; y, sin embargo, cuando uno se imagina en ella con todas las satisfacciones que puedan acompañarla, si está sin diversión, y se le deja considerar y reflexionar en lo que él es -esta languideciente felicidad no le sostendrá más-, caerá necesariamente en las visiones que le amenazan, en las revueltas que pueden acaecer, y, en fin, en la muerte y en las enfermedades que son inevitables; de suerte que, si él vive sin eso que llaman divertimiento, helo ahí desdichado, y más desdichado que el menor de sus súbditos que juega y se divierte.

(...)

De ahí viene que el juego y conversación de las mujeres, la guerra, los grandes empleos, sean tan pretendidos. Esto no es que la felicidad, efectivamente, esté allí, ni que uno se imagine que la verdadera dicha sea tener el dinero que se puede ganar en el juego, o cazando la liebre. Uno no lo querría si le fuera ofrecido.

(...)

He aquí todo lo que los hombres han podido inventar para ser felices, y los que en esto hacen de filósofos y creen que el mundo es muy poco razonable al pasarse todo el día corriendo tras una liebre que no querrían haber comprado.

(...)

Tienen un instinto secreto que los conduce a buscar el divertimiento y la ocupación aparente, el cual procede del resentimiento de sus continuas miserias. Y tienen otro insinto secreto que es un resto de la grandeza de nuestra primera naturaleza, que les hace conocer que la felicidad no está, efectivamente, más que en el reposo y no en el tumulto. Y de estos dos instintos contrarios se forma en ellos un proyecto confuso que esconde a su vista en el fondo de su alma, que les hace tender hacia el reposo a través de la agitación y a figurarse siempre que la felicidad que no tienen les llegará si, superando algunas dificultades que divisan, pueden abrirse por ahí el acceso al reposo.

Así transcurre toda la vida. Se busca el reposo combatiendo algunos obstáculos, y, si se les ha superado, el reposo deviene insoportable por el tedio que engendra. Es necesario salir y mendigar el tumulto.

Pascal

¿Mitología?




Eva fue amoral por obedecer a una bestia (entre la bestia y el hombre está la mujer). A partir de ese momento, Adán resultó inmoral por engañarse y Eva malvada por engañar. El castigo de Adán consistió en someter a Eva y al eterno femenino -la naturaleza- para recuperar la moral; el de Eva en ser sometida para congraciarse con la ética.

Bone Iesu



















Bone Iesu, Verbum Patris, splendor paternae gloriæ, in quem desiderant Angeli prospicere: doce me facere voluntatem tuam, vt à spiritu tuo bono deductus, ad beatam illam perueniam ciuitatem: vbi est dies æternus, & vnus omnium spiritus; vbi est certa securitas, & secura æternitas, & æterna tranquillitas, & tranquilla felicitas, & felix suauitas, & suauis iucunditas: vbi tu Deus cum Patre & Spiritu sancto viuis & regnas per infinita seculorum secula. Amen.

Bone-Jesu,-verbum-Patris.mp3

jueves, 16 de octubre de 2008

Hoja de reclamaciones


Los espiritualistas admiran la imponente regularidad de los movimientos celestes, el orden y armonía que en ellos presiden. ¡Crédulos! En el universo no hay ni orden ni armonía; por el contrario "la irregularidad, los accidentes, el desorden excluyen la hipótesis de una acción personal, regida por las leyes de una inteligencia, siquiera sea humana".

A Copérnico le costó treinta años de trabajo la publicación de su libro De las Revoluciones celestes; Galileo tardó veinte para fecundar el principio del péndulo; después de diecisiete de obstinadas lucubraciones, consiguió Kepler la fórmula de sus leyes, y Newton octogenario decía que aún no había llegado a comprender el mecanismo de los cielos. ¡Y se nos quiere hacer creer que esas leyes sublimes, que unos genios tan potentes apenas llegaron a encontrar y a formular, no revelan en la causa que la ha impuesto a la materia ni siquiera una inteligencia igual a la humana! ¡Y osa Renan escribir esta frase: "En cuanto a mí, pienso que no hay en el universo una inteligencia superior a la del hombre"! ¡Y hay atrevimiento para defenderse tras accidentes que no lo son, y proclamar que no existe armonía inteligente en la construcción del mundo! ¿Qué sería necesario para satisfaceros, censores de Dios?

Helo aquí: sería preciso desde luego que no hubiera espacio (¡!), o que ese espacio fuese menos vasto, porque decididamente hay demasiado sitio en lo infinito. "Si le convenía a una fuerza creadora individual, dice Büchner, crear mundo y habitaciones para los hombres y los animales, fáltanos saber de qué sirve ese espacio inmenso, desierto, vacío, inútil (?) en el cual nadan soles y globos. ¿Por qué no se han hecho habitables para los hombres los demás planetas de nuestro sistema solar?". Pedís una cosa verdaderamente sencilla. Antojóse la fantasía de estos señores declarar inútil el espacio y querer que todos los globos estuviesen en contacto. El caricaturista Granville tuvo ya la misma idea: representa efectivamente en uno de sus bellos croquis a los habitantes de Júpiter trasladándose por medio de un puente colgante a pasearse por Saturno, fumando su regalía; el anillo de Saturno queda reducido a un gran balcón, donde los saturnianos van por la noche a tomar el fresco. Si este es el universo deseado, cuyo primer resultado sería hacer inmóvil el sistema del mundo, sus inventores obrarían mejor dirigiéndose formalmente a la Escuela de puentes y calzadas que a la filosofía, la cual nada tiene que hacer en semejante empresa.

"Si existiese Dios, añaden, ¿de qué servirían las irregularidades, las inmensas desproporciones de magnitud y distancia que se encuentran entre los planetas de nuestro sistema solar? ¿A qué esa carencia completa de todo orden, de toda simetría, de toda belleza?".

Preciso es convenir en que se necesita gran dosis de pretensión para admirar las decoraciones de los coliseos del teatro humano pintadas a grandes brochazos, y negar la belleza, la simetría a las obras de la naturaleza. Creemos que sea esta la primera vez que se le dirige semejante acusación. Sobre que sólo nos dan negaciones: negación de Dios, negación del alma, negación de la razón y de sus más altas potencias: siempre negaciones. Esto constituye su propiedad; su cacareada conciencia científica no es más que un engaño.

Camille Flammarion

miércoles, 15 de octubre de 2008

Dios e ignorancia


Cuando el ateo tome consciencia de que su apuesta es tan metafísica como la contraria adquirirá la mayoría de edad filosófica. Entretanto puede seguir acusando a Dios de ser un "dios de las brechas", sin confesar que el ateísmo está instalado en las mismas grietas del conocimiento y no es, en su contingencia histórica, menos provisional que la noción que se tiene de Aquél.

Si hacemos abstracción de los argumentos exhibidos por ambas partes para, olvidando su contenido particular, fijarnos en su finalidad, encontraremos, además de las consabidas diferencias ónticas (el ateo no lo es sólo de Dios, sino de toda substancia), una asimetría de tipo epistemológico. La conclusión del ateo nace deliberadamente con el propósito de no explicar nada, careciendo de valor teórico positivo. Cómo y por qué la denuncia de uno o varios defectos de razón o de hecho -si los hubiese en las tesis que se combaten- puede desembocar en una actitud existencial de rechazo permanente a "lo religioso" es algo que me supera. Ha de ser una mezcla de materialismo y descaro la que lleva a afirmar que todo lo que no es observable en un cuerpo es falso e inane.

Pero la razón, salvo cuando viene auspiciada por la ideología, no tiene padre ni madre. No cabe referirse a razones ateas o a verdades religiosas en sentido absoluto. Encontramos, sin embargo, metafísicas que aspiran a la objetividad frente a las que hallan en la siempre renovada incertidumbre un consuelo aleccionador, aunque nadie sepa exactamente en qué consiste la lección recibida. Entonces, no se cambian unas causas por otras, sino que se disuelve la causalidad en un cúmulo de experiencias inconexas (Hume). No se elucida, en fin, qué permite el orden de las cosas, mas se niega que haya tal orden general (Darwin).

Así, el ateísmo sin más va a extinguirse en la antítesis teológica que representa, mientras que el teísmo busca, a guisa del dicho de Arquímedes, un punto externo al mundo para comprender el propio mundo. Habrá tantas visiones exteriores del universo como concepciones quepa contar de éste. Y si bien necesariamente sólo una es verdadera por completo, entender mal -aun a expensas de ser corregido- en cualquier caso será mejor, más esforzado y más humano que no entender en absoluto.

lunes, 13 de octubre de 2008

El error de Aristóteles




Desde que Aristóteles definiera al hombre como animal racional se han producido varios equívocos filosóficos y algunas asunciones excesivas sobre nuestra condición. Así, para Descartes el hombre es el animal que piensa, lo cual se corresponde bien con la definición anterior, habida cuenta de que no hay raciocinio sin pensamiento. Entre la tradición aristotélica y la cartesiana tuvo lugar, sin embargo, un profundo cuestionamiento del paradigma de la racionalidad humana en San Agustín y, a partir de él, en algunos filósofos renacentistas, quienes se enfrentaron al problema de dotar al hombre de una especial dignidad que lo encumbrara axiológicamente por encima del resto de las criaturas vivientes -y no como resultado de una mera cuestión de hecho, de dominio efectivo sobre las mismas. El veredicto fue claro: si los humanos son algo más que bestias es por ser libres, para bien y para mal.

En la antropología del obispo de Hipona la ligazón entre la libertad y la racionalidad se encuentra dañada por la caída del hombre tras el primer pecado. No somos capaces de sentir espiritualmente sino con muchas dificultades; nos contradecimos de continuo dada nuestra idiosincrasia de individuos imperfectos, y estamos más ensoberbecidos por el amor propio que entregados rectamente al amor por la verdad. Cuando seguimos nuestro albedrío, se sostiene, es a menudo para nuestra perdición, siendo éste un mal del que nadie está a salvo, con independencia de su formación o cuna. El hombre ya no puede estar en la naturaleza al modo de uno más de sus cohabitantes, por lo que permanece condenado a residir en ella como un extraño, a someterla o sometérsele.

Considerado este aspecto paradójico y autodestructivo que jamás nos abandona, hay que contestar cualquier intento de derivar la racionalidad y la moral de nuestra especie de su sustrato animal. Resulta mucho más ajustado a los hechos mantener que el carácter innato de seres racionales que nos es atribuible va deteriorándose -destruyéndose, pues, y no construyéndose- en la medida en que el ciego instinto cede su lugar a la inteligencia corrompida. La dinámica natural del hombre y su verdadera evolución lógica consiste en reprimir y dirigir crecientemente las pasiones para convertirlas en acciones. Ahora bien, vemos que en vez de ello son las acciones las reprimidas para permitir, en un acto de necia soberanía, que las pasiones penetren en el recinto de la consciencia y se adueñen de nuestra índole hasta desvirtuarla y arruinarla.

Ubi libertas, ibi dubium


Toda disciplina que verse sobre la voluntad humana tenderá a confundir la esfera descriptiva con la prescriptiva. Lo mismo sucede con la moral o con la ética, a las que sólo tras muchos reparos llamaríamos ciencias. En economía no es distinto, y se añade incluso el componente etéreo de la confianza, propio de toda praxis política.

Aunque la cuantificación aritmética y el recurso a la terminología de la física ("leyes", "variables", etc.) hagan aparentar un mayor rigor, estamos ante una racionalización del comercio de los hombres. Paralelamente, el Derecho se ocupa en racionalizar lo que cae fuera de aquél o lo fundamenta. No hay, sin embargo, una "economía natural" del mismo modo que se predica un Derecho natural. En tanto que se desecha el valor objetivo de las cosas, resulta imposible jerarquizar principios o alcanzar un equilibrio perdurable, no ilusorio.

Una norma de prudencia que afecte a la producción o al consumo de bienes es, en este sentido, tan económica como cualquier otra. Ahora bien, a diferencia de la moral o la ética antes referidas, la eficacia de la economía sí depende de su grado de cumplimiento: sin predicciones correctas no es nada.

domingo, 12 de octubre de 2008

Miseria de Proteo




La infelicidad proviene de una extraña desviación del instinto, de un aburrimiento genérico de vivir al que los clásicos llamaron "tedium vitae". Si su causa fuera un desequilibrio físico, como ha presupuesto el materialismo desde Hipócrates, la salud radicaría en sus contrarios, que son la euforia y el talante alegre. Sin embargo, estas actitudes tampoco se consideran racionales ni convienen a la conservación del cuerpo. El justo medio, la serenidad, es alcanzado, pues, en la medida en que la voluntad permanece sometida a un entendimiento sin brumas ni interferencias.

Para comprender el carácter particular del afecto de desapego basta con darse cuenta de lo ajeno que resulta al flujo vital en el que se manifiesta. No es el fracaso particular el que nos empuja a la tristeza, sino la deducción -a todas luces errónea- de que de éste van a seguirse muchos más inevitablemente. La vaga certeza de que la libertad resulta inútil, esto es, el fatalismo es lo que nos hace infelices. Somos quiméricos atribuyéndonos una potencia infinita y absurda y pretendiendo saltar por encima de nuestra propia sombra, pero con justicia se nos acusará de un desvarío aún mayor cuando optamos por desistir de nuestras buenas cualidades y confundirnos con ella. Tomamos lo sobrevenido por substancial en el preciso instante en que olvidamos nuestro destino y nos desentendemos de nuestra servidumbre a lo eterno; éste y no otro es el origen de la condena.

¿Por qué el hombre, animal de una naturaleza sociable más que patente, se siente desamparado y en constante peligro? ¿De dónde surge esta falsa consciencia? ¿Qué función evolutiva tiene, qué causa genética? Si la psicología y la biología desconocen esto, no saben nada relevante de nuestra especie.

jueves, 9 de octubre de 2008

San Agustín y la felicidad del animal racional



Ag.- Pero ¿crees tú que hay hombre alguno que no quiera y no anhele ante todo vivir una vida feliz?

Ev.- ¿Quién duda que todo hombre lo quiere?

Ag.- ¿Por qué, pues, no lo consiguen todos? Hemos dicho, y hemos convenido en ello, que los hombres se hacen dignos de una vida feliz por su voluntad, y que también por su voluntad se hacen acreedores a una vida miserable, y tan eficazmente, que en uno y otro caso reciben su merecido. Mas se presenta ahora no sé qué contradicción, que, si no la examinamos y deshacemos minuciosamente, podría dar al traste con nuestras conclusiones anteriores, tan escrupulosa y firmemente establecidas. ¿Cómo se explica que los que viven una vida miserable lo hagan por su propia voluntad, siendo así que nadie quiere vivir miserablemente? ¿O cómo se explica que por su propia voluntad consiga el hombre vivir una vida feliz, siendo así que hay muchos miserables, a pesar de que todos desean ser felices?

Acaso sucederá así porque una cosa es querer vivir bien o mal, y otra muy distinta es merecer algo en virtud de la buena o mala voluntad. En efecto, los que son dichosos -y para serlo es preciso que sean también buenos- no lo son precisamente porque han querido vivir una vida dichosa, pues esto lo quieren también los malos, sino porque han querido vivir bien o rectamente, cosa que no quieren los malos. Por lo cual no es de extrañar que los hombres desventurados no alcancen lo que quieren, esto es, una vida bienaventurada, ya que a su vez no quieren lo que le es inseparable y sin lo cual nadie se hace digno de ella y nadie la consigue, a saber, el vivir según razón.

Esto ha establecido con estabilidad inconmovible aquella ley eterna, a cuya consideración es ya tiempo que volvamos, a saber, que de parte de la voluntad esté el mérito, y que el premio y el castigo consistan en la bienaventuranza y en la desventura. Así que, cuando decimos que los hombres son desgraciados por su propia voluntad, no queremos significar que quieran ser desgraciados, sino que son de una voluntad tal, que a ella se sigue necesariamente la desgracia, aun sin quererla ellos. Por tanto, al afirmar que todos los hombres desean ser dichosos, y que, a pesar de esto, no todos lo son, no establecemos contradicción alguna con lo arriba dicho; porque, siendo verdad estos dos extremos, lo es también que no todos quieren vivir rectamente, y que a sola esta voluntad de vivir según la razón, y no a otra, es a la que se debe la vida bienaventurada, si es que tú no tienes algo que decir en contra de todo esto.

Ev.- No tengo absolutamente nada que oponer.

San Agustín

Érase dos veces


El poder de Dios es como el del barón Lamberto, que aumenta y rejuvenece con la repetición de su nombre. A la vista de lo cual no resulta extraño que hoy incluso los ateos escriban sobre teología a todas horas, compelidos por sus propias dudas, por los huecos de su gramática.

martes, 7 de octubre de 2008

Génesis de un blog sobre el Génesis


Hace casi dos años de esta pequeña charla conspirativa. Los casos graves tienen a veces comienzos oscuros, escribió Cardano de sí mismo con la modestia que lo distinguía.


Más resistencias


Al artículo de Manuel de Prada le sobran palabras y le falta un diagnóstico más preciso del caso. Si lo que se viene a decir es que, pese a la continuidad física de todas las especies, existe una discontinuidad psíquica en los individuos, que son entes discretos, puedo suscribirlo. Pero no se atribuya esta característica sólo al hombre, ni menos aún explotando su vertiente creativa, tan discutible. No hay que olvidar que buena parte de la mala prensa del Diseño Inteligente radica en una comprensión errónea de la creatividad, que se quiere oponer a lo natural, detalle que ya denuncié aquí.

He hablado largo y tendido en varias ocasiones de las características humanas que considero no son reductibles a la animalidad. Pues, si es propio de todo individuo no humano de una especie el actuar según el principio de autoconservación, no se explica que en el hombre no suceda así, y que el instinto de vida haya sido abolido en parte para verse sustituido por una inútil pulsión de muerte que persiste en todas las generaciones. Ante semejante rigidez de un rasgo que tengo por innato y definitorio, no puede hablarse ni de evolución ni de selección en nosotros.

domingo, 5 de octubre de 2008

Robredo no sabe qué es un cuerpo


A mí me da el "pálpito" de que aquí el meollo del asunto es la diferencia entre las ideas de "cuerpo" y "lugar". Pero como no puedo dar ahora argumentos muy profundos, salvo quizás recurrir a la nociones elementales de las ciencias físicas, pues me voy a basar ante todo en la filosofía del sentido común.

Para un racionalismo mínimo, y para un sentido común que no sea "mágico" (el "sentido común" de las mujeres baruya, por ejemplo, puede darles a pensar que son los espíritus de los muertos, y no varones humanos, los que hacen sonar las flautas durante las ceremonias de iniciación )es evidente que el principio de identidad rige en todo el cosmos visible. Nuestro "sentido común" nos dice que un "cuerpo" no puede ocupar dos lugares diferentes, porque entonces serían dos cuerpos distintos. Por otra parte las ciencias físicas tampoco pueden aceptar esta disyunción entre lugar y cuerpo, porque entonces todas las ecuaciones físicas se irían al traste. La cuestión de la "multilocalidad" reaparecería, en todo caso, en el ámbito de la física cuántica. Pero en éste caso no sabemos ni tan siquiera si estamos tratando con "cuerpos" o con otro tipo de "entidades".

El supuesto de Spinoza "nadie sabe lo que puede un cuerpo" no creo que se pueda utilizar para apoyar la "multilocalidad" de los cuerpos. Porque lo que "puede" un cuerpo no se recorta en un horizonte infinito. Y en todo caso, sabemos lo que "no puede" un cuerpo; por ejemplo, no puede ocupar dos lugares a la vez, porque entonces sería otro cuerpo. Y si fingimos que no sabemos "lo que no puede un cuerpo", es porque abandonamos el "sentido común", común a los hombres de ciencia y a los hombres racionalistas, y pasamos al "sentido común" de los teólogos o de los magos. Desde este "sentido común" deberíamos considerar racional, no solo la posibilidad de que Jesús ocupara varios lugares al mismo tiempo, sino la posibilidad racional de la bilocación de los borrachos, según narra la película española "Amanece que no es poco".

Eduardo Robredo
(Baruch)


Discrepo cuando se establece, con el sentido común por testigo, que es imposible que un cuerpo ocupe "dos lugares diferentes". ¿Se ha meditado bien esta afirmación? Un cuerpo, por definición extenso, está en infinitos lugares al mismo tiempo, por definición inextensos (intersección entre líneas). Se me contestará que ese cuerpo es continuo: también lo es el universo, que no tolera vacío entre los intersticios -microscópicos o abismales, según nuestra percepción- que pueden separar a un objeto de otro. La unidad no se funda en la supuesta discontinuidad material, sino en la relación unitaria de las partes. El propio uni-verso es tal por estar contenido perfectamente en la mente de Dios, su Creador; aunque siendo aquél contingente y éste necesario, mal puede compararse su relación con la establecida por el alma y el cuerpo, ayuntados con carácter forzoso.

Entonces, si todas las manifestaciones de la eucaristía están unitaria e intrínsecamente relacionadas con el ser de Cristo, a saber, su alma, rigurosamente se sostiene que son su cuerpo. ¿Un cuerpo animado sin automovimiento? En efecto, el automovimiento es una potencia del alma que puede actualizarse o no. Por lo demás, el que los individuos A y B sean capaces en distinto grado de representarse el cuerpo de A, y no por ello éste deje de ser "de A", se debe a la mayor perfección de las representaciones del propio cuerpo en A. Si, por el contrario, las de B fuesen más perfectas, el cuerpo de A dejaría de pertenecerle a su originario dueño y engrosaría "ipso facto" el de B.

Concluyo: El lugar no forma parte de los factores de individuación de los cuerpos, ni siquiera con carácter accesorio. En palabras de Leibniz, no es más que "el modo de discernir aquellas cosas que no pueden ser discernidas por sí mismas, como dos puntos que no tengan de suyo nada por lo que se les pueda distinguir, pero se les distingue por su posición".

* * *

La discusión es ya bastante vieja, mas conviene recordarla.

sábado, 4 de octubre de 2008

Sacralizar lo efímero


Es una tesis reiterada y central en este espacio el que el ateísmo carece de moral propia. Que, por tanto, no ostenta ningún derecho de crítica sobre las morales positivas, al sustraerse al recíproco escrutinio y a todo cotejo racional que permita establecer entre ellas términos comparativos y juicios de valor. Nadie puede oponer la moral atea a cualquier otra por la sencilla razón de que aquélla no existe como sistema de principios rectores y práctica aplicada de los mismos, ni ha dejado consiguientemente trazas visibles en la historia de la humanidad.

No hay, pues, denominador común en nada que se haga llamar ateo, salvo el hecho mismo de prescindir de los númenes en la delimitación de lo legal y lo ilegal. La buena voluntad de Kant abre las puertas a la voluntad de poder de Nietzsche, al no pronunciarse sobre lo bueno con carácter trascendente, esto es, definitivo. Ambas son morales ateas, pero mientras una intenta "fundamentar las costumbres" la otra aboga por destruirlas.

Robredo
y los mal llamados humanistas de nuestro tiempo se muestran preocupados por el avance de la moral religiosa, cuyas pretensiones de objetividad estiman incompatibles con las bases seculares y democráticas de los regímenes políticos occidentales. Ahora bien, si el derecho divino es, como cualquier otro, una creación humana, no veo de qué manera podrá ser "independiente de las personas" en mayor medida. Si de lograr el consenso se trata, es condición indispensable que antes se decidan definiciones estables a propósito de lo que va a consensuarse. Definiciones independientes, pues.

El relativismo nace no de la aceptación de lo cotidiano como bueno (lo que hasta cierto punto toma asiento en el derecho natural), sino de la convicción de que la libertad humana -como fenómeno transversal apreciable en todos los pueblos- está por encima de cualesquiera compromisos culturales que ésta alcance en un lugar y en un momento dados.

viernes, 3 de octubre de 2008

Diferencia entre moral y ética




Engañarse.



Engañar.

Materialismo: derechos, deberes y mentiras


Gracias, Fernando, por tratar el tema.

Espero, sin embargo, que no haya entendido bien el texto de Bueno, en particular la breve sección final que deja de ser preámbulo y donde se entra en harina. Porque, si lo he comprendido correctamente, se trata de la reproducción del argumento de Robredo para justificar el infanticidio (prenatal o no) en función de las profecías malthusianas. No puedo interpretar de otra manera esto:

"Si una proliferación excesiva de embriones pusiera en peligro no ya la vida de las madres, sino la vida del grupo social, este tendría que defenderse de sus futuros competidores en nombre de su propia vida".

Donde leemos "embriones" podría haberse escrito "humanos no productivos", incluyéndose a viejos y lisiados (el anciano Bueno no sería una excepción a la criba, puesto que lo que él produce, meras concatenaciones de conceptos, no contribuye visiblemente a la supervivencia de la especie o del grupo). Se habla, además, de un "peligro" que no se llega a definir. ¿Es un peligro hipotético, supuesto, o es un peligro inminente e insoslayable? ¿Se trata, en fin, de un riesgo de que nuestro nivel de bienestar disminuya más o menos, o bien nos enfrentamos a una cuestión de vida o muerte?

Se me ocurren otras preguntas. ¿Por qué Bueno hace responsable a la madre que ha prescindido de la planificación familiar y otorga en cambio a la sociedad un derecho a defenderse contra la "proliferación excesiva de embriones", esto es, un derecho a eliminarlos? ¿Significa eso que, dado el caso, la madre podría negarse a abortar y el grupo social exigírselo? ¿No sería más correcto, en buena lógica, y siempre según las premisas de Bueno, dejar nacer al embrión y matar a la madre en virtud de esa autodefensa y esa responsabilidad que se reclaman?

Es también digno de mención el que un materialista parta de una variable tan viscosa como "el deseo" para establecer sus postulados, y además lo haga de forma inconsistente con sus principios filosóficos. Pues, mientras que en un lugar se nos dice que los "rasgos fenotípicos indeseables" del hijo son motivo suficiente para su destrucción (entiendo que ese argumento también se hace extensivo a cuando el niño tiene seis, ocho o doce años), en el otro se contempla el embarazo no deseado como un supuesto inválido para abortar. ¿Da el "deseo" un derecho a matar o no lo da?

Desde otro punto de vista: ¿Es menos responsable una madre violada (que por tanto cede a la fuerza de un criminal) que una madre ignorante (que sigue su propia naturaleza defectuosa)? ¿Hay derechos -insisto: desde el enfoque materialista- más allá del conato del individuo? ¿Acaso no tienen ambas madres el deber moral de defenderse y actuar según su mayor conveniencia (que será también la mayor conveniencia social), y no sólo "según puedan", siendo así responsables absolutas de lo que les suceda en el futuro? ¿Por qué el fracaso de la primera en este empeño es radical y substancialmente más disculpable que el de la segunda? ¿Afirmaremos, pues, que el hombre libre sólo obra mal porque quiere o le obligan y no más bien porque es hombre, en tanto que errar es humano?

En suma, de la necesidad de obrar en determinado sentido se sigue un derecho o un deber, pero no -so pena de incurrir en contradicción- un derecho y un deber. Mi opinión es que de los hechos puros sólo pueden surgir deberes ("el hombre es finito, luego ha de someterse para lograr fines superiores") y de algunas expectativas previstas por nosotros, derechos ("el hombre puede ser útil, luego ha de ser protegido").

Un detalle más, y termino. Aun concluyendo que la madre carezca de responsabilidad para con el hijo que no desea, debe distinguirse si ésta se refiere al deber de alumbrarlo solamente o, con él, al de criarlo hasta la mayoría de edad. ¿Poseen las madres un derecho ilimitado a decidir sobre la natalidad, como si tal decisión no afectase a la supervivencia del grupo? Empleando una analogía, ¿poseen los hombres un derecho ilimitado a abstenerse de usar armas y de servir en el ejército? ¿No se les puede reclamar a ambos un minimum de servidumbre cuando se estime necesario, esto es, cuando quepa repeler una agresión externa -el enemigo invasor- o interna -el envejecimiento poblacional- que mine las bases éticas de la comunidad, orientadas a su conservación continua?

jueves, 2 de octubre de 2008

Las ideas más altas presuponen la libertad




Harto conocido es que la discusión en torno a la esencia de los valores no está cerrada hoy en día, que las opiniones discrepan aún ampliamente acerca de si son o no algo existente independientemente del tenerlos por tales y de la "valoración". El tomar posición relativamente a esta cuestión no es cosa de la ontología, sino de teoría del valor; no puede, pues, discutirse aquí. Pero el parentesco de los valores con las esencias requiere tratarlos en el mismo plano que éstas, sobre todo dado que la cuestión disputada a la que están sometidos se extiende en sus amplios alcances también a las esencias mismas.

El puesto aparte de aquéllos frente a estas últimas está en lo siguiente. Las esencias abstraídas tienen, lo mismo que lo matemático, la peculiaridad de que todos los casos reales que por su índole caen bajo ellas, se rigen también efectivamente por ellas y por ellas están dominados. Ellas se conducen, pues, relativamente a lo real como leyes a las que esto se halla íntegramente sometido. En los valores es distinto. Los casos reales pueden responderles o no responderles; y en el primer caso son precisamente "valiosos", en el segundo "contravaliosos". Los valores no determinan directamente lo real, sino que sólo forman la instancia del ser valioso o contravalioso lo real. Pero su propia existencia no altera en nada el ser lo real contravalioso. De antemano se hallan, pues, ahí independientemente de que la realidad les responda o no. Por lo tanto es su independencia patentemente más alta que la de las esencias.

Donde esto es más conocido es en los valores morales. No entra, por ejemplo, en la esencia de la promesa el que se la mantenga efectivamente; pero sí entra en su esencia el que sea contravalioso no mantenerla. El ser el "mantenerla" valioso no lo altera en nada el fáctico no mantenerla. Tampoco la contraria voluntad del hombre o su convicción oportunista puede alterarlo en nada. Esta independencia del valor respecto del juicio humano se halla en rigurosa analogía con la independencia de los objetos del conocimiento respecto de éste, es decir, con la supraobjetividad de los mismos. Señala, pues, hacia el mismo carácter de ser en sí. Y como aquí no puede tratarse de la realidad -pues el valor existe también independientemente de la conformación de lo real-, patentemente es la manera de ser del valor la del ser ideal. Así sucede que el valor de la manera real de obrar resulte muy diverso según que responda o no al "valor mismo" (por ejemplo, según que se mantenga la promesa o no), pero el ser valioso en cuanto tal -y esto quiere decir el valor mismo en su idealidad- queda intacto.

Hartmann

Verdad y melancolía




La Humanidad ha conocido varias ilustraciones (Grecia clásica, Baja Edad Media, Renacimiento...), pero sólo una de ellas fue en buena parte abiertamente irreligiosa, y a ésa sola la llamamos Ilustración. En buena parte, digo. Euler, Lessing y Jacobi también fueron ilustrados; el teísta Leibniz tuvo una corte de (malos) discípulos póstumos; Voltaire en su desengañada vejez escribía soflamas contra los "fanáticos y ateos", al tiempo que las doctrinas iusnaturalistas -asimiladas a día de hoy al pensamiento confesional- maduraban en Inglaterra y Francia en infinidad de autores, ya apenas recordados, pese a su gran influencia.

Un proyecto tan colosal en ambición y alcance como el de Gibbon no está libre de sesgo apologético. Lo mismo cabría afirmar del de Chateaubriand, aunque éste no lo oculte en el formato; o de Novalis en su conocido ensayo sobre el medievo europeo. No por escribirse más páginas varía la metodología de partido. Así, cuanto mayor es el número de los siglos que nos separan de los hechos narrados, y cuanto más se dilata el periodo en estudio, más necesario se hace un hilo externo conductor, que es propiamente retórico y no histórico (piadoso en en los Padres de la Iglesia, anticlerical en la Reforma, metafísico en Hegel). Ahora bien, los hechos en sí mismos son, al modo de cualquier sentencia judicial, antecedentes sobre los que se elabora una tesis por lo general decidida de antemano. Y esto vale tanto para la Ilustración objeto de los historiadores como para aquello que la Ilustración historió.

miércoles, 1 de octubre de 2008

El mejor de los mundos, a pesar de todo


Si fijamos nuestra atención en el campo de los seres inorgánicos y comparamos entre sí los distintos elementos de que constan, vemos que en su pluralidad se hace patente una doble unidad:

1. la unidad propia de la semejanza;

2. la unidad entre las fuerzas y las aptitudes, de suerte que las unas proporcionan lo que las otras requieren para su actividad, y así se complementan mutuamente en una cierta medida.

Pues bien, en ambas modalidades se da plenamente el hecho de la teleología fenoménica.

(...)

Los procesos químicos –los más importantes de todos- son igualmente los que mejor permiten comprobar las notas características de una teleología fenoménica.

a) No sólo dan la impresión, como ya hemos dicho, de que las diversas materias hubieran sido perfectamente calculadas en función las unas de las otras,

b) sino que, por ser las transformaciones de más radical alcance, llevan en todos los casos a cambios de máxima envergadura.

c) Por obra de estos procesos puede darse en el mundo el ingente cúmulo de las múltiples especies de los cuerpos, contando, exclusivamente, con una cantidad muy escasa de materias primas.

d) Ello se consigue, sobre todo, por las diversas combinaciones de los elementos, en razón de que éstas entran, a su vez, en otras combinaciones más complejas. Pues todo cambio en las proporciones de una combinación da como resultado una especie completamente distinta de materia. E, igualmente, el principio de la completa transformación de la materia en todas sus propiedades se confirma también en los órdenes superiores, o menos elementales, de la combinación química.

e) Ahora bien, tanto las proporciones en que los elementos pueden combinarse, como las de las síntesis de las combinaciones, son escasas; y no cabe llegar al infinito en el aumento de la complejidad, sino que pronto se topa con un límite.

He aquí un hecho igualmente teleológico en el más alto grado.

El hecho de que las materias se combinen en proporciones diversas tiene, sin duda, una significación teleológica, pero también la tiene el de que no se combinen en una gran diversidad de proporciones. También es teleológico el progreso desde las síntesis más elementales hasta las más complejas; pero igualmente lo es el que esta serie no constituya una cadena de una longitud excesiva. De lo contrario, es decir, si el aumento de la complicación llegase hasta el infinito, se perdería toda posibilidad de algo común, de modo que ya no habría ningún tipo de afinidad, ni tampoco, por tanto, ningún orden, ni vida orgánica alguna, ni ninguna investigación científica de la Naturaleza. Dicho con otros términos: en vez del orden, el caos. (El gran retraso con que se ha descubierto la limitación de las posibles síntesis de las materias es, en verdad, un humillante síntoma de los pocos alcances de nuestro espíritu). Whewell tiene toda la razón al observar que este descubrimiento no podría por menos de haberse llevado a cabo de una manera verdaderamente apriorística, ya que, de lo contrario, no cabría encontrar dos cuerpos pertenecientes a una y la misma especie.

f) También es un fenómeno teleológico el influjo que ejercen las condiciones físicas sobre las fuerzas químicas. Con el cambio de las primeras las afinidades químicas varían, lo cual permite que se separe lo unido y que se vuelva a unir lo separado, cosas enteramente imprescindibles para la continua circulación de la materia, que sin ellas se detendría inmediatamente.

g) Por último, las nítidas regularidades que nos muestran las leyes de las proporciones múltiples y de los equivalentes químicos son manifestaciones destacadas de la teleología fenoménica para todo el que las observe con suficiente atención. Con ellas ha llegado a establecerse la base más importante de la teoría atómica. Aunque hay quienes piensan que esta teoría no ha conseguido aún ser comprobada de una manera indudable, las mismas regularidades de que hablamos son, no obstante, hechos indiscutibles y forman serie con otros hechos parecidos de la naturaleza inorgánica, que no se explican suficientemente con la teoría atómica, como, por ejemplo, las leyes de los equivalentes térmicos y de los cambios de las proporciones del volumen al mezclarse los gases, los sólidos y los líquidos. En todos los casos, la diversidad, el orden superior y la armonía parecen responder a una exigencia estética.

Franz Brentano




Yo he conocido un naturalista modesto, observador ingenioso del más alto valor personal, que estudió directamente la vida de los insectos y descubrió verdaderas maravillas. Se llamaba Enrique Fabre y vivía en Sérignan (Vaucluse). Sólo al cabo de cincuenta o sesenta años de trabajos ininterrumpidos consiguió ver su reputación salvar las fronteras de su país natal. Todo el mundo ha leído, sobre todo después de la muerte de su autor, los diez volúmenes de los "Recuerdos entomológicos", y creo que ningún lector habrá dejado de ver la manifestación constante del espíritu en la Naturaleza, en cada insecto, hasta en cada molécula viviente. Recordemos, como ejemplo, el "Sphex", insecto himenóptero que construye en la tierra de las madrigueras varias habitaciones y pone un huevo en cada una de ellas, después de haber depositado una víctima, paralizada pero no muerta, para que sirva de alimento fresco a la larva cuando estalle. La víctima debe permanecer viva, pero inerte, tanto tiempo como dura el festín larvario, porque las pequeñas larvas no querrían regalarse carne podrida. Todo está previsto para su querida existencia por la madre que no las conocerá y que no sabe nada. Toda la vida de los insectos está llena de estos instintos de previsión.

Camille Flammarion




El Diseño Inteligente, esa moda americana.