jueves, 11 de octubre de 2007

Confrontemos


Ateísmo y cristianismo son sistemas monistas teóricos, aunque en cierta medida dualistas en la práctica. Para el ateo toda ebullición psíquica -pese a no poderse explicar por el análisis separado de sus componentes físicos y contar con un estatus científico aparte (psicología)- tiene un origen geométrico, cuantificable a priori. No importa que jamás esté en su mano probar este extremo: lo asumirá según la petición de principio que establece que todo es materia.

El cristiano, a su vez, centra en la mente todo aquello que le ocurre al hombre, lo que hace y lo que no hace. Nada que no se desprenda del libre albedrío tiene relevancia moral, por más que exista. La realidad inanimada o inconsciente caería, pues, dentro de la amoralidad más absoluta. Si los nietos de Darwin se emocionan con el altruísmo de un chimpancé y le entonan loas, allá ellos.

Con lo cual podemos resumir la situación del siguiente modo. Los cristianos fijan una división ontológica de lo moral, y lo hacen en torno a la psique:

1) Acción.

2) Pasión.

Por contra, los ateos estipulan una separación estética en torno al cuerpo (al de cada uno):

1) Pasión agradable.

2) Pasión desagradable.

Y una segunda separación de carácter ético, también en pares de opuestos:

1) Conservación de mi cuerpo.

2) Conservación del cuerpo social.

¿Cómo reconciliar el ateísmo con las pulsiones sociales o con la objetividad de una noción común de bien? De ninguna manera.

37 comentarios:

Evocid dijo...

Ateísmo y cristianismo son sistemas (...)

Falso

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Hay sistemas de pensamiento cristiano (Leibniz, etc.) y sistemas de pensamiento ateo (Marx, etc.). Tenía que abreviar, y a buen entendedor...

Evocid dijo...

Creo que es fundamental. Necesitas que el ateismo sea un sistema para que tu crítica posterior sea consistente. No es el caso. Por poner dos ejemplos que mencionas, ni el darwinismo (había ateos antes de Darwin) ni el materialismo (incluso hay religiones ateas) son presupuestos del ateismo. Parafraseando a Borgues, tu antiateismo pertenece al género fantástico.

El cristianismo sí que es un sistema, aunque existan dentro de él diferentes subsistemas, pero esto es algo que no me incumbe.

Atilio dijo...

Dos objeciones destructoras:
1) Los criterios ateos que señalas son objetivos. No hay problema.
2) El criterio ontológico cristiano es fantasista y no tiene asidero en la realidad. Proviene de una elucubración sin bases reales.
Tu conclusión es correcta solo que debería ser al revés: la odontología cristiana no es objetiva y los criterios de juicio ateo son objetivos por su asidero en la realidad comprobable.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Efectivamente, Herodoto. Todo lo que no sea un sistema ni siquiera precisa crítica racional: es fideísmo.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

No lo creo, Atilio. La monadología puede probarse. De hecho en este blog ya van varios intentos que no habéis refutado.

Respecto al subjetivismo ateo, aunque pueda demostrarse fácilmente (en su parcialidad sensualista) no sirve de casi nada a la hora de regular la moral, y da más problemas de los que soluciona.

Evocid dijo...

Así es, irichc, por eso no me molesto en criticar la religiosidad.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Pero acabas de decir que el cristianismo sí es un sistema.

Evocid dijo...

¿Donde está la contradición? Al cristianismo sí puedo criticarlo. A veces incluso lo hago.

En realidad quien se contradice eres tu. ¿En qué quedamos? ¿es o no es sistema el ateismo? O lo uno, o lo otro.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Hay sistemas ateos más o menos razonados y hay ateísmos netamente dogmáticos.

Perdón por confundirme. Sólo echaba de menos tu crítica.

Evocid dijo...

Si algun día me decidiera a hacer en serio una crítica al cristianismo creo que escribiría un libro. Hay montones de motivos para criticarlo (tambien algunos para defenderlo). Por otro lado, tampoco tengo particular interes en atacarlo, aunque basados en una falsedad, a veces pienso que prefiero los valores cristianos a los que me temo que están tomando el relevo.

Evocid dijo...

Por cierto, cuado digo que prefiero los valores cristianos no me refiero precisamente a los que tu sueles defender por estos cibermundos :D

Sursum corda! dijo...

irichc:

Vas realmente muy rápido y es un placer leer algo tan activo, pero ya sabes que Aquiles no sobrepasa a la tortuga.

Espero ir poniéndome al día en las respuestas a tu blog, pero ¡hay tantos blogs que me gustan!

Sursum corda! dijo...

El bien, la sociedad, la justicia, la moral, son consecuencias de una organización social, de las posibles interacciones entre personas y grupos y sus consecuencias.

¿De dónde la necesidad de salirse del mundo para explicar que nadie quiere que le roben, empezando por el ladrón con su botín tan arriesgado de obtener?

Y todo así.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Tu concepto de "organización social" es restrictivo y presupone el de bien, espero. Es decir, no toda forma de cooperación social sería organizada en el sentido de poder amparar una justicia reconocida por la mayoría, y ello por medios racionales, sin coacción ni engaño. Si me equivoco y he de interpretarte literalmente, significaría que eres defensor de un relativismo a ultranza.

Sursum corda! dijo...

No entiendo en qué sentido mi concepto de organización social puede ser restrictivo ya que es meramente una descripción. Es simplemente reconocer que un colectivo de personas está formado por individuos que actúan de modo especializado intercambiando sus productos y sus acciones al modo de un mercado.

El único sentido en el que presupone el concepto de bien es el individual, aquel que juzga cada uno según sus propias intuiciones, conceptos y valoraciones.

Evidentemente, no toda forma de organización social excluye la fuerza y el engaño y lo más abundante en la historia, e incluso en el mundo actual, es la fuerza y el engaño. Pero una ciencia verdadera de la sociedad debe explicar por qué eso sucede, por qué es así y no una mera excepción de poca duración.

Refugiarnos en conceptos absolutos que luego nunca vemos plasmados en la realidad es huir de la verdad para no verla.

Eso del relativismo deberías definirlo mejor porque yo no afirmo ser relativista. Sin embargo lo que mueve a las personas y a los colectivos no son ideas absolutas sino motivaciones muy concretas y muy relativas a la circunstancia.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

¿Un secuestro puede considerarse una sociedad de intereses entre el secuestrador y el secuestrado? Debe haber algún límite.

Sursum corda! dijo...

Obviamente no es ninguna sociedad pues el secuestrado lo es, por definición, contra su voluntad y en su perjuicio.

Claro que hay un límite: que cualquier persona aprecia lo deseable y lo indeseable.

Pero si en vez de ir a los casos extremos te vas a los intermedios verás el problema más claro. Por ejemplo:

¿Un trabajo remunerado puede considerarse una sociedad de intereses entre el empleador y el empleado?

¿Un Estado puede considerarse una sociedad de intereses entre el gobernante y el gobernado?

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Dijiste:

El bien, la sociedad, la justicia, la moral, son consecuencias de una organización social, de las posibles interacciones entre personas y grupos y sus consecuencias.

Pero ahora matizas:

Claro que hay un límite: que cualquier persona aprecia lo deseable y lo indeseable.

Entonces, pregunto: ¿la moral nace de la sociedad en su conjunto o de la sociabilidad individual?

Puede que para un darwinista la pregunta no esté bien formulada, ya que dirá que la sociabilidad es un instinto adquirido tras generaciones de convivir en sociedades. A mí llamar "instinto" a lo voluntario y consciente siempre me ha parecido algo impropio, en especial cuando ese instinto no responde en todo caso, sólo de vez en cuando.

Sursum corda! dijo...

Mi postura, en general, es reduccionista pues considero que lo compuesto se explica por sus componentes.

Por lo tanto la sociedad es producto de los individuos en interacción y el bien social se deriva de la asociación de los individuos en vista de su bien individual.

Puedes hablar de algo individual como la percepción del secuestrado, la del secuestrador, la de quienes apoyamos que el secuestrador vaya a la cárcel o la de la madre del secuestrador que lo atribuye todo a los malos amigos que se echó su hijo en el bar. De lo que no puedes hablar es de un "BIEN SOCIAL" como si no debiera ser reducido a una explicación por los bienes individuales, personales y subjetivos.

De ahí que la moral y las leyes sean algo tan lejano a una mera deducción lógica partiendo de premisas evidente para todos.

Un darwinista te responde que al explicar el comportamiento humano debes tener en cuenta que lo que tiene de instinto biológico depende de una larga historia de adaptación de los comportamientos al ambiente. Pero el institno está ahí, como un dato más para la decisión, no como un impulso irrefrenable. Sé que tengo calor, que deseo beber agua, pero me encuentro en el desierto, la cantimplora está sólo a medias y decido ahorrar líquido pues la decisión humana es racional por más que sus impulsos sean en parte instintivos y en parte producto del desarrollo individual, influido por la cultura.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

De lo que no puedes hablar es de un "BIEN SOCIAL" como si no debiera ser reducido a una explicación por los bienes individuales, personales y subjetivos.

Sí puedo. En Nuremberg los aliados juzgaron a los alemanes en su conjunto, aunque tomando a la parte por el todo: a los gobernantes por los gobernados. La sociedad no es un universo cerrado de normas en sentido moral, como sí lo fue hasta hace muy poco en sentido jurídico. Por contra, cualquier agente externo puede cuestionar sus regulaciones e influir en ellas en base a una concepción de bien que englobe o modifique la de esa sociedad (como ocurre con los tratados internacionales) o la extirpe incluso de raíz (ver, por ejemplo, las capitulaciones y la aplicación del derecho de conquista).

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Si me permites contestarte con material viejo:

El fin del Estado es el bien común; su fundamento es la sociedad. El fin de la sociedad es el Estado; su fundamento es el individuo. El fin del individuo es la sociedad; su fundamento es la muerte.

¿Por qué?

Porque un Estado que no se dirija al bien común de los hombres en nada se distingue de una reunión de bandidos.

Porque una sociedad que no tienda al Estado será proclive a la división y a la guerra de sus elementos, debilitándose y disolviéndose con el tiempo.

Porque un individuo que no se integre en la sociedad sucumbirá a muchos peligros, ya que es mortal.

Se dirá que hay animales sociables al margen del hombre y faltos de la idea de república. Sin embargo, el hombre no es sociable por instinto, sino por falta de instinto, esto es, por experiencia. Si estuviera dotado de un mejor instinto, no necesitaría la crianza de los padres en los primeros años. Sin la crianza de los padres, carecería de lenguaje. Sin lenguaje, no poseería un "yo". Sin "yo", no se sabría mortal.

Ahora bien, el hombre se sabe mortal, débil, finito, perecedero, luego es sociable. La idea de inmortalidad es precondición lógica de la de mortalidad: uno teme morirse cuando sabe que no debe morir. Pero no se dan deberes sobre lo que nos pertenece. Ergo la vida no nos pertenece, sino que nos es dada a todos. En consecuencia, la vida es el bien común.

Vemos, recapitulando, que el bien común, cuyo fundamento no es humano, es fundamento y fin del Estado. Éste se constituye por él y para él. Toma en depósito lo que no es suyo y lo toma en tanto que el deber de su conservación es origen de la sociabilidad. Un deber, pues, anterior y superior al hombre y a cualquier forma de organización política. Quien se sustrae a él, renuncia a su condición humana y al Estado, garante de la misma.

Tú debes. ¿A quién debes? Al que nada debe.

Fernando G. Toledo dijo...

"La monadología puede probarse. De hecho en este blog ya van varios intentos que no habéis refutado."

Tu mónada está ciega o yo soy petulante, pero no me has probado nada, sobre todo a partir de las contradicciones dispersas por varios comentarios, en especial en cuanto a libre arbitrio se trata.

Sursum corda! dijo...

Has escrito esto: "Porque un Estado que no se dirija al bien común de los hombres en nada se distingue de una reunión de bandidos.

Porque una sociedad que no tienda al Estado será proclive a la división y a la guerra de sus elementos, debilitándose y disolviéndose con el tiempo.

Porque un individuo que no se integre en la sociedad sucumbirá a muchos peligros, ya que es mortal."


Acabas de reducir los bienes sociales a bienes individuales y la sociedad a la organización de los individuos de forma que salgan beneficiados: cada ser humano porque no integrado, etc.

Una sociedad no organizada porque será proclive etc.

Un estado idéntico a un grupos de banddidos será visto como rechazable y por tanto, etc.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Sólo a cierta clase de bienes individuales: aquellos que tienden a hacer al hombre más sociable y cooperativo. Hay, pues, muchas formas de beneficio que se excluyen. Verbigracia, todas aquellas sancionadas con penas por la ley o por la costumbre.

Sursum corda! dijo...

¿Todas las leyes y las costumbres tienen por consecuencia un bien?

Daniel Vicente Carrillo dijo...

No: todas aquellas que tienden a hacer al hombre más sociable y cooperativo.

Sursum corda! dijo...

La sociedades se estructuran para el mayor bien de los individuos, no para la gloria del concepto de Bien.

Y la capacidad de algunas personas para el bien es paralela a la de otras para el mal o, creo yo, la sobrepasa CON MUCHO.

Está en nuestra naturaleza. Pero negar la capacidad para el bien y para conseguir un estado de cosas que nos beneficie como colectividad es tan absurdo como negar el delito y la brutalidad.

Si el bien viene sólo de Dios, el mal, del diablo. Somos inocentes.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Hay sociedades que aceptan la penitencia privada como modo de perfeccionamiento. La actitud penitente limitada a la íntima contrición ni repara ningún mal objetivo ni es ejemplar para el conjunto de ciudadanos. ¿Se trata de una conducta insociable como la del asesino? ¿Es algo tan asocial como una ventosidad?

Sursum corda! dijo...

Lo que desee, pero no tiene nada que ver con la idea central: que la organización social surge de los intentos individuales de crearse un ambiente favorable mediante la colaboración con los familiares y vecinos.

La justicia tiene que ver con realidades humanas sin necesidad de recurrir a instancias sobrehumanas o sobrenaturales. Y menos porque en la naturaleza humana esté la tendencia exclusiva a hacerlo todo mal sin ayuda divina. Ni existe tal tendencia ni vemos ayuda divina por ningún lado.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

La sociedad surge por una simple alianza de intereses, pero se mantiene gracias a la subordinación hasta cierto punto del interés privado al común (patriotismo). Toda convivencia social compleja exige confianza y, eventualmente, sacrificio. El entramado que la compone no es sólo de hombres y cifras: también de ideas y afectos.

Mi tesis no es tan radical como para afirmar que sin la gracia divina el hombre es una bestia cruel y sanguinaria. Dije en otra parte que en nosotros las pulsiones sociables son tan instintivas como contrainstintivas, y de ahí el misterio. Misterio que, en su persistencia y homogeneidad, la selección natural no explica.

Sursum corda! dijo...

La inteligencia consiste en formular los problemas dando entrada a condiciones imaginadas como, por ejemplo, si en la cueva entran dos osos y sale uno, ¿puedo yo, Ugh el cavernícola, entrar en la cueva?

El oso no visto es imaginado y tenido en cuenta para formular una suposición "Ugh entra en la cueva, en la cueva hay un oso peligroso, luego que entre Rita". Eso es la inteligencia y es tan desarrollada como lo es su capacidad para introducir más variables imaginadas y tener en cuenta sus relaciones.

Aplicada a la sociedad consiste en evaluar las consecuencias futuras no vistas, como el oso en la cueva, pero que nos podrán afectar. Así no es sólo el instinto que juzga sobre datos inmediatos y da una respuesta inflexible sino que se pone en juego un método para modular las acciones a partir de cada vez más datos observados directamente o supuestos como dados pero no percibidos actualmente, o dados en el futuro y tampoco percibidos actualmente.

Los comportamientos altruistas están perfectamente explicados por la biología a partir del principio de que el gen que favorece la reproducción de seres de dotación genética similar aumenta en frecuencia en la población, es decir: cada vez hay más individuos con el gen favorable.

Si una madre se sacrifica por sus hijos puede morir pero lo importante es si con ese comportamiento deja más hijos vivos que si fuera egoísta. Así se ve que los seres más simples abandonan los huevos y las larvas tienen que alimentarse por su cuenta y enfrentarse a los peligros mientras que al proteger y alimentar a la prole se garantiza su supervivencia con menor inversión de recursos y/o con mayor probabilidad de que sobreviva y que lo haga con mayor probabilidad que los hijos de padres que no cuidan.

Entre familiares se da algo similar si el altruismo con nuestro hermano hace que su supervivencia y la de sus hijos sea mayor. Y como nuestro hermano posee ese mismo gen, su altruismo irá a protegernos a nosotros y a nuestra descendencia. Así por ejemplo, las hormigas, las abejas o las avispas viven en colonias de hermanas. el caso de las abejas o las hormigas es aún más evolucionado pues hay una casta de hermanas estériles que dedican todo su esfuerzo a criar la descendencia de su madre, parte de la cual son ella y parte, las hormigas o abejas fértiles que crearán otras colonias.

Las primeras sociedades son de parientes y cuando usted vea un grupos de leones suele ser un grupo de hermanas y algún macho de fuera de la familia (se da el comportamiento de que los machos salgan fuera de su familia para aumentar la variabilidad genética o evitar la consanguinidad, que es lo mismo).

Esa es la base evolutiva de los instintos. Con la inteligencia podemos racionalizar eso e incluso incluir a gente que no reconoceríamos como parientes pero que pueden colaborar efectivamente con nosotros. Y es obvio que en condiciones como las del ser humano, la colaboración es conveniente. Por ejemplo, para cazar en grupo, para enviar exploradores de los cazadores recolectores en direcciones diferentes de modo que si una encuentra algo y otra nada, los que no han encontrado nada pueden sobrevivir. O en el caso de resultar herido o caer enfermo.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Si una madre se sacrifica por sus hijos puede morir pero lo importante es si con ese comportamiento deja más hijos vivos que si fuera egoísta. Así se ve que los seres más simples abandonan los huevos y las larvas tienen que alimentarse por su cuenta y enfrentarse a los peligros mientras que al proteger y alimentar a la prole se garantiza su supervivencia con menor inversión de recursos y/o con mayor probabilidad de que sobreviva y que lo haga con mayor probabilidad que los hijos de padres que no cuidan.

Todo esto y lo que sigue está muy bien explicado y creo que es completamente verdadero. Pero no es el misterio al que me refería. Éste no radica en el surgimiento y perpetuación de la actitud altruísta, sino de su contraria, la socialmente irracional, que en lugar de atrofiarse en las poblaciones humanas ha dado espantosos ejemplos de hipertrofia a lo largo de la historia. ¿Cuál es la base biológica de semejante involución o, si se quiere, no-evolución? ¿No tiene la selección cultural ningún peso en el desarrollo de nuestra especie?

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Escribí esto hace exactamente un par de años:

Es evidente que nos encontramos en un estado de corrupción. Y es más evidente si nos atenemos a un juego de opuestos desde el que resulte más fácil intuir la verdad.

Basta con admitir que existe una ley natural para valorar hasta qué punto el hombre la cumple sin coacción -miedo o esperanza- en términos generales. Podemos encontrarla en el denominador común de las religiones preponderantes. Mi mujer, exbudista, hoy cristiana, me habló de los cinco preceptos básicos que todo hombre medio debe cumplir en su antiguo credo: 1) no matar la vida, 2) no robar, 3) no cometer estupros, 4) no mentir y 5) no embriagarse. Los cuatro primeros, según se encargó de explicarme, dependen del último en sentido amplio, que representa el mantenimiento de la conciencia frente al ataque de las pasiones; cada uno de ellos e infinitos más se resumen en el amor cristiano.

Ahora bien, si restringimos el primer principio a "no matar sin razón justa", es decir, para proteger un bien equivalente que no es posible conservar de otra manera, ninguno de ellos cae fuera de la observancia de los brutos animales en su práctica totalidad. Eso es admirable y debería movernos a reflexión: aunque no sean racionales cumplen con una ley racional. Mientras que en el hombre sucede justo lo contrario, ya que continuamente son traspasados, y lo serían en mayor medida si no hubiera leyes o costumbres que obligasen a reconsiderar el beneficio de alterar el orden.

En efecto, las criaturas asociales sobre las que nos ha sido dado dominar y disponer a nuestro antojo jamás guerrean, y por cierto casi nunca a muerte, si no es por defenderse de peligros inminentes, disputarse la supervivencia con otros depredadores o rivalizar por una hembra con elementos de su misma especie. Tampoco estiman de ordinario ninguna comida o bien que no proceda de su trabajo. Carecen de la doblez de las personas. No contemplan el sexo vago, sino que lo restringen a la búsqueda de descendencia, evitando el derroche de energía. Desprecian, en fin, los placeres superfluos.

De lo que se deduce que, existiendo esa ley eterna de la que hasta las bestias son peritas, y que el hombre, la más racional de las criaturas que deambulan por la tierra, infringe como si desconociera (aunque el error resulte inexcusable), en base a esa norma grabada en nuestras entrañas y perfectamente comprensible incluso por el más ignorante, digo, podemos inferir que algo ofusca nuestra inteligencia de forma permanente como para no cumplirla con la fidelidad debida.

Encontramos, es cierto, animales cuyo comportamiento -regular o esporádico- parece ir contra los principios naturales. Pero son la excepción que confirma la regla, al revés de lo que sucede con el hombre. Si los crímenes fuesen algo marginal y extraordinario, no se precisarían las leyes que los previenen, pues, como dice el brocardo, la ley no se ocupa de lo insignificante.

¿Qué es, en definitiva, lo que embota nuestros sentidos y discernimiento hasta colocarnos por debajo de las fieras salvajes? ¿Se trata del albedrío, del que nosotros disponemos y ellas no? Sería como culpar al cuchillo del acuchillamiento. No es por la conciencia que caemos, sino a pesar de ella. Lo que nos oprime, entonces, no está en la voluntad, como creyeron los budistas; más bien es previo a sus estímulos. Los teólogos se referían al pecado original para designar esta postración vergonzosa. El Islam lo niega, lo que habría de valer como prueba de falsedad de dicha religión. Pero no es el asunto que corresponde tratar aquí.

Sursum corda! dijo...

Mi estimado irichc.

(esto es en serio pues en ambientes tan intelectualmente abotargados como muchos de los actuales es un poco de aire fresco leer a alguien que piensa con independencia y que se atreve a llevar la contraria a las corrientes dominantes pues, tenga o no razón, la actitud de independencia de criterio es lo que nos salva de anquilosarnos)

Entre leer blogs y responder en ellos tengo abandonado el mío así que no siempre podré responder ni tan frecuentemente ni tan por extenso como quisiera o debiera, pero espero estar por aquí rondando.

El tema de la oposición altruismo/egoismo es uno de los desafíos científicos a los que creo que la biología evolucionista ha podido responder con éxito. Espero explicar algo con lcaridad y, si no, John Maynard Smith y Richard Dawkins dicen de su propia cosecha lo que yo me limito a repetir.

En evolución del comportamiento se habla de estrategias evolutivamente estables. Vamos a suponer que en una población todos son altruistas, es decir, que todos aportan algo sin exigir nada a cambio. Imaginemos que aparece una mutación egoísta. El ser egoísta recibiría de todos pero no daría a nadie con lo que tendría un enorme éxito. Sus genes de egoísmo (no lo confunda con el Gen egoísta por ahora) se extenderían por la población y la probabilidad de que un egoísta encontrara a un altruista disminuiría y se incrementaría la de que encontrara a otro egoísta. Así el comportamiento egoísta dejaría de ser exitoso mientras que el altruista lo sería si beneficia la extensión de sus genes, como he explicado antes.

Ahora bien, el egoísmo no puede ser totalmente eliminado porque dada una frecuencia de altruistas es muy rentable o bastante ser egoísta.

Imaginemos por el contrario una población totalmente egoísta. Un altruista beneficiaría a sus propios genes al cuidar de su descendencia, como expliqué antes y, por lo tanto, los genes del altruismo se extenderían.

Por lo tanto egoísmo y altruismo existen por necesidad en equilibrio.

Antes expliqué la inteligencia como un modo de comportamiento que basa el acto, lo mejor, la deliberación que precede a la decisión, en un conjunto amplio de datos algunos de ellos percepciones inmediatas, otros, datos recordados o reconstruidos por la imaginación (caso anterior de imaginar al oso en la cueva donde se le vio entrar y de donde no se le ha visto salir, aunque quizá saliera por la puerta de atrás). Pues bien, en esta evolución aun comportamiento flexible y adaptado a circunstancias muy cambiantes, el ser vivo que puede ser timado por el egoísta aprende dos cosas: a engañar y a no ser engañado.

Aprende a engañar para no ser detectado como egoísta y a detectar a los mentirosos. De hecho la evolución de la memoria y la inteligencia tiene para el ser humano lugar en un ambiente que es la sociedad, el grupo humano. No es una respuesta a un medio ambiente natural desnudo, desierto, hielo, bosque o estepa, sino a un ambiente social donde unos te la han jugado hace tiempo, otros son amigos de tus amigos otros te hicieron favores, otros son tus hermanos.

De todo eso lleva cuenta la memoria tanto como de donde se puede obtener fruta en cada estación o de cómo son las hojas debajo de las cuales hay una raíz de la que alimentarse.

Así, las interacciones sociales incluyen alianzas para el engaño y contra el engaño e incluso los etólogos defienden que nuestra operativa instintiva egoísta es tanto más eficaz cuando nos engaña a nosotros mismos de manera que no manifestemos al exterior nuestra intención de engañar porque de hecho no la conocemos. Un amigo nos jura amistad eterna y nos la juega tres años después. Su ética personal e intransferible le justifica porque en su discurso hemos sido nosotros los causantes de vaya a saber qué ofensa que él se limita a devolvernos como autodefensa. Y es que su genética le impone una ley: PRIMERO TUS GENES y cuando eres un aliado que le vale le vale. cuando no le vales, te la juega porque de esa manera sirve a sus genes, lo sepa o no.

De todos modos, la adaptación del ser humano a un ambiente social y a una reconstrucción ideal que dé sentido a los fenómenos impone condiciones a todo esto y el fanático islamista no es un alienado sino que cree realmente que su beneficio personal está en el cielo de las 70 huríes y te hace saltar con él y su bomba. No es el gen el que impone su instinto sino que el comportamiento inteligente crea su propia dinámica de interacción con un mundo ideal y a traves del resultado global es como el ser humano se enfrenta al mundo real.

La mente y la inteligencia es, en una comparación infpormática, la interfaz de usuario del ser humano frente a la operativa real del mundo objetivo. Yo no veo lineas de código C ni órdenes de sistema operativo: veo ventanas y letras. Del mismo modo, yo no veo seres reales sino reconstrucciones ideales que son el resultado en mi mente de la causa real con la que guarda una proporción si la pluralidad responde a la pluralidad y el principio de razón suficiente, que podría explicar en mi concepción otro día, tiene vigencia, como opino que necesariamente debe tenerla.

Quizá mejor lea a Maynard Smith.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Sursum:

Ante todo, gracias por la deferencia mostrada.

Un apunte solamente, pues es posible que discrepemos en menos de lo que crees. No subsumo lo antisocial e irracional (que en mi opinión son lo mismo) en la categoría genérica de "lo egoísta". Nada tengo contra el egoísmo, y menos tras leer y admirar a Stirner. La misma regla de oro, fundamento del altruísmo equitativo, tiene una enunciación egoísta o egocéntrica: "haz lo que quieres que te hagan".

Tus apreciaciones son en exceso maquiavélicas. Según entiendo, el altruísmo no sería más que un medio (o "estrategia evolutiva") para ocultar nuestro egoísmo sin renunciar a él, pero adaptándolo a los nuevos fines sociales. Esta forma de explicar la naturaleza humana me recuerda a la de Freud, que, a fuer de retorcer nuestras representaciones, hace que se conviertan en otra cosa (en enigmas simbólicos, quizá), pero no en lo que normalmente se entiende por representación. Pues, si perseguimos fines sociales, aunque lo hagamos única y exclusivamente porque nos beneficia, estamos obrando racionalmente. Y si ese beneficio es moral y no material, o moral en parte, entonces el altruísmo brilla con luz propia, por más que no hubiéramos obrado igual en situaciones más adversas.

Conviene, en fin, no irse a los extremos: no mezclar el egoísmo con el crimen, ni el altruísmo con la heroicidad. Sólo las acciones criminales, las que conllevan resentimiento y amor al mal por el mal, carecen de traducción evolutiva.

Sursum corda! dijo...

El altruismo de los individuos, es decir, el sacrificio de la madre por sus hijos, se basa en el egoísmo de los genes de la madre, que heredan los hijos y que imponen un instinto tal que se sacrifica una madre pero sobreviven varios hijos.

El individuo es instintiva y racionalmente egoísta o altruista a un nivel individual. Y cuando es altruista LO ES, no lo aparenta ni disimula.

De lo que se trata es de que se seleccionan los mecanismos que incrementan la frecuencia de genes en la generación hija.